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agosto 11, 2021

‘Profunda indignación’: Robledo por lecciones de feminismo de Bolívar


Ángela María Robledo, la mujer que se distanció de la ‘Colombia Humana’, conversó con Revista BOCAS.

Sonríe. Tiene, como casi siempre, una pañoleta morada alrededor del cuello, y habla moviendo las manos, enfatizando lo que dice. Tiene 67 años, dos hijos, Sebastián y Simón, nietas, y un exmarido, Eugenio, con el que tiene una relación estupenda. No tuvo, ni en su infancia, ni ahora, grandes lujos materiales, pero tampoco los necesitó. Su papá, que murió joven, era un hombre amoroso y protector, y su mamá una feminista “intuitiva”.

Ángela vive en un apartamento, en el norte de Bogotá, que tiene libros por paredes y, recientemente, juguetes de las nietas. Fue profesora y decana de psicología de la Universidad Javeriana. Derivó hacia la política por consejo de su profesor Carlo Federici y vio cómo algunos familiares se alejaron por sus decisiones en la vida pública. “Es el costo de las convicciones”, dice. Fue elegida en el Congreso en el 2010, y como buena psicóloga observadora de la condición humana, ha señalado las miserias de la clase política que nos tocó.

Se alejó de la Colombia Humana, el proyecto político de Gustavo Petro —fue fórmula vicepresidencial en las elecciones presidenciales del 2018—, porque allí prefirieron las lecciones de feminismo del senador Gustavo Bolívar y el buen nombre de Hollman Morris. Y es que Robledo no tiene compromisos ideológicos que limiten su conciencia.

Las convicciones no se negocian. Ha criticado a Petro, intocable para tantos, y también ha recordado a Hannah Arendt para decir que Diego Molano, el ministro de Defensa, encarna la banalidad del mal. No está en la política para hacer amigos, dice. De hecho, hasta sus contradictores reconocen que ha tenido siempre la escasa virtud de la coherencia, que consiste en hacer lo que se dice.


En su cuenta de Twitter tiene 559.000 seguidores que leen a la Ángela María más pasional, menos metódica, que ha sufrido los impulsos incontrolables del trino. Le pasó con una supuesta foto del papá de Álvaro Uribe Vélez, Álvaro Uribe Sierra, junto al mafioso Gonzalo Rodríguez Gacha. Era un montaje. Ángela pidió perdón. Ahora, después de la decisión de la Corte Constitucional que la despojó de su curul en la Cámara de Representantes, escribió en su Twitter: “Soy respetuosa de la Corte y de sus fallos”.

El respeto por la institucionalidad no quiere decir que dejará de batallar. Su equipo jurídico está explorando la posibilidad de pedir medidas cautelares, una protección ante la inminencia de una situación grave, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. No tiene opción. Tiene un espíritu combativo que no le permitirá la comodidad del retiro. Sabe, y lo supo desde que llegó a Bogotá siendo una joven estudiante, que la política seguirá siendo una parte esencial de su vida.

Ángela María Robledo - BOCAS 108

La manizaleña de 67 años vio cómo algunos familiares se alejaron por sus decisiones políticas. “Es el costo de las convicciones”, dice.Foto:

Ricardo Pinzón

La Corte Constitucional decidió tumbar su curul en la Cámara por la doble militancia en la que, dicen, incurrió. ¿Qué va a hacer ahora?

Primero, acato el fallo, pero no lo comparto. Por varias cosas. Mire, queda debilitada la oposición. Esa curul existía como parte del equilibrio de poderes, como una pieza del acuerdo de paz. Por eso la llamo “la curul de la paz”. Además, la doble militancia aplica cuando uno se presenta a la siguiente elección por un partido político distinto y no ha renunciado 12 meses antes. Yo no me presenté a la siguiente elección, fui fórmula de Gustavo Petro. Ahí no se aplica esa doble militancia. Veremos si podemos pedir unas medidas cautelares. Usted sabe que ya no estoy en la Coalición de la Esperanza, así que esta decisión me deja, por ahora, quieta en primera.


¿Por qué se alejó de Petro?

El distanciamiento empezó en julio del 2019, cuando él me insistió en que hiciéramos campaña para la alcaldía de Bogotá. Yo había perdido la curul y estaba con toda la decisión de recuperarla y creo que Gustavo no entendió. Además, había muerto mi mamá y yo le dije a él que no estaba en condiciones de hacer una campaña. Ese fue el primer distanciamiento. Luego apoyé a Claudia [López] e inmediatamente sufrí una descalificación en redes enorme. Yo sentí un silencio de Gustavo que no me gustó. Luego recuperé la curul, volví al Congreso y en enero de este año supe que había habido algunas reuniones de integrantes de la Colombia Humana con gente del Polo y de MAIS y que no me habían invitado; entendí que además de un distanciamiento había habido una ruptura. Entonces, decidí escribirle una carta, que se difundió, en la que le expliqué por qué tomé distancia de la Colombia Humana. Él nunca contestó la carta. Nunca volví a hablar con Gustavo Petro.

¿Hay alguna diferencia entre Petro y el petrismo?

Yo creería que Petro no quisiera que lo identificaran con el petrismo. Petro es mucho más que el petrismo. Petro es un político rutilante, muy complejo, con mucha capacidad de entender este país. A veces muy solitario. Pero sí siento que una parte del petrismo que le exige a Petro que se coloque en el lugar del caudillo, y yo, que estuve con él en la campaña, no creo que Gustavo quiera eso. Por eso digo que en ese petrismo hay dogmatismo, y me parece que está muy lejos de la democracia. Insisto, no son todos.

Petro es mucho más que el petrismo. Petro es un político rutilante, muy complejo, con mucha capacidad de entender este país. A veces muy solitario

¿Qué siente usted, que se ha tomado tan en serio el feminismo, cuando oye a Gustavo Bolívar dar lecciones de feminismo?

Sentí profunda indignación y se lo dije. Una vez salí de Colombia Humana, se viene esta andanada de ataques que ya habían empezado desde que no apoyé a Hollman Morris a la alcaldía. Y quien sale primero a poner la cara por el feminismo fue Gustavo Bolívar. Yo le reconozco su tarea en el tema de la corrupción, pero, ¿que saliera él como el feminista de Colombia Humana o del petrismo…? Yo le pregunté dónde había aprendido, porque a mí me ha costado décadas entender las complejidades del feminismo. Le pregunté a Bolívar ¿con qué derecho se atrevía a dividir entre el feminismo de las élites y el feminismo popular o el feminismo académico o el feminismo popular? Hoy en día, los feminismos de frontera consisten en reconocer todas esas complejidades e intentar desde la diferencia articularlas. Pero él es muy inteligente y lo ha ido entendiendo.

Usted nació en Manizales. Esa era, y tal vez sigue siendo, una ciudad conservadora. ¿Cómo fue crecer allí?

Nací en un hogar atípico porque tuve una madre muy libertaria, que cantaba hermosísimo, con un alma de artista y a la que le gustaba la política. Y un padre absolutamente amoroso, con una disposición eterna para cuidarnos. Y eso nos permitía crecer. Y es allí donde viví la primera revolución, que fue la revolución en casa, a pesar de que vivíamos en una ciudad tan conservadora como dices tú, de todo esto como la cultura greco-caldense. La verdad es que siento que los 5 hijos, dos hombres y tres mujeres, nos formamos en un espacio muy democrático. Y pensaría que esa traza del arte y del cuidado de mi padre fue lo que me permitió sentir que podíamos perseguir nuestros sueños, que las mujeres podíamos ocupar el mundo de una manera distinta. Y que no había un destino, un fatal destino, para estar allí, para casarte, para tener una familia, sino que también podíamos perseguir nuestros sueños. Por eso siempre he dicho que esa fue la primera revolución que viví. La primera feminista intuitiva fue mi madre, y ya después un feminismo un poco más trabajado, más académico y también más activista.

¿En qué consistió el feminismo intuitivo de su mamá? ¿Ella había estudiado, trabajado?

Mi madre, como muchas mujeres en Manizales y en Colombia, tenía solamente un bachillerato. Ahora yo estoy escribiendo un libro, estoy haciendo como unos trazos biográficos y en ese devolverme sobre mi vida a manera de fragmentos, pienso que quizá el arte y la música fueron unos elementos que impulsaron a mi madre. Y era como hereditario, porque mi abuelo materno era un poeta, un bohemio, y mi abuela materna era maestra. Había mucha música en la familia de mi madre, y tuve siempre mucha más cercanía con la familia de ella, que es Gómez, que con la familia de mis abuelos Robledo. Allí sí había políticos. Mi abuelo Obdulio fue secretario del presidente Carlos Eugenio Restrepo, por ejemplo. Entonces, yo diría que en medio de esas familias tan conservadoras, hubo como líneas de fuga, como la llama Deleuze, que me permitieron encontrar espacios y poco a poco ir descubriendo lo fascinante que es la práctica política.

En su casa, me decía, no había grandes bibliotecas, pero ¿había lectores? ¿Qué leían?

Recuerdo una enciclopedia universal que nos ayudaba para hacer las tareas. Y sobre todo recuerdo mi fascinación por la mitología griega. Después, en mi trabajo terapéutico, como psicóloga, que he hecho durante muchos años, encontré en una tarea de corte junguiano lo que significa toparse con referentes mitológicos. Jung habla del mito personal y entonces, en esa tarea de leer sobre esa mitología me encontré después en mi trabajo con figuras que me parecen muy interesantes tanto en la mitología como en la tragedia griega, como Penélope, como Antígona, o una Medea. Esas fueron figuras que después en mi trabajo terapéutico fueron muy importantes. Yo escribo mucho, tengo cientos de diarios en los que escribo hace mucho tiempo, y parte de lo que me encantaba de esa enciclopedia era encontrar esa mitología que me parecía que me conectaba con un inconsciente. Eso yo no lo sabía, no lo entendía en ese momento, pero sí lo supe cuando estudié psicología.

(Quizás quiera leer: Aterciopelados: “hemos hecho una cosa muy brava”)

Portada BOCAS - edición 108 julio/agosto 2021

Ángela María Robledo es uno de los cinco grandes personajes que trae la edición 108 de Revista BOCAS, en la que el ciclista esloveno Tadej Pogacar es portada.Foto:

Revista BOCAS

Cuando llegó a Bogotá, ¿cómo era la relación con esa ciudad que suponía un cambio muy grande?

¡Inmenso! Bogotá era como irse a otro país. Imagínate desde Manizales… es que Manizales era una ciudad muy coloquial, donde tu vida se dividía como entre tus amigas, tu familia, tus amigos del barrio… Y venir a Bogotá fue como llegar a una gran, gran ciudad. Para mí, llegar a Bogotá fue descubrir un mundo e iniciar una travesía en la que he tenido unos amigos y amigas maravillosas. Siempre fui pila, absolutamente buena estudiante, fascinada con el conocimiento, con la biblioteca de la universidad, que era muy pequeña, ahora es una de las mejores del continente. Y entonces con una amiga, Pilar, nos íbamos a la Universidad Nacional, y esa era toda una aventura porque la Nacional tenía una biblioteca maravillosa. En esa época podías meterte entre los anaqueles y encontrar los libros para hacer tus trabajos. Entonces esas eran para mí las grandes aventuras de una manizalita que llegaba a Bogotá.

Decía que la monja peruana tuvo una gran influencia, pero cómo era la relación con la religión, con el catolicismo.

Nací en hogar católico, me formé con monjas y estudié en una universidad católica pontificia. Yo siento que hay un ADN en mi vida, y cuando me haces esa pregunta recuerdo a mi viejo Federici, el profesor. Él decía que hablar de Dios era tan difícil como nombrar a Dios. Y entonces yo creo que quizá de una relación un poco más de creencia pura, pasé a una espiritualidad. Eso es lo que siento que he ido cultivando en mi vida. Hay un trayecto de reconocimiento, porque yo reconozco que hay una trascendencia, que la espiritualidad en la medida en que tú la vas cultivando te hace mejor. Y esa creencia se me ha convertido en un mandato ético de relación con los demás, y un mandato también estético. Es como buscar el sentido de la vida, para qué estás acá, qué haces, con quién trabajas, cuál es tu proyecto. Entonces, permíteme la expresión, de una relación más como de catecismo, muy dogmática, he ido haciendo un camino de reconocer una espiritualidad. Yo me reconozco como una mujer creyente, que siente que la espiritualidad, si la trabajas y la cultivas, te puede hacer mejor persona.

¿Usted va a misa?, ¿se confiesa?

No. En el colegio en Manizales eso era obligación, ‘voluntariamente obligatorio’, como decía una monja. Creo que en esto de las religiones hay una ritualidad que si no se vuelve rutina, es un ritual muy bello, un ritual de encuentro, de comunión, que hay que cuidar. Pero creo que eso se va perdiendo. La verdad, no tengo muchas prácticas, ni de misa, ni de comunión, ni de confesión. Reconozco que hoy somos un país católico en un Estado laico, y que hay una libertad de religiones que hay que respetar. Lo que sí me parece inadmisible es que, en el Congreso de la República, lo que muchas veces oriente las decisiones sean las creencias religiosas y no la Constitución. Eso no lo puedo aceptar.

Ángela María Robledo - BOCAS 108

La profesora y exdecana de psicología de la U. Javeriana, derivó hacia la política por consejo de su profesor Carlo Federici.Foto:

Ricardo Pinzón

Le he dicho a Sergio [Fajardo] que en un momento como este tiene que tener posiciones mucho más contundentes frente a las problemáticas del país

Después de graduada de psicóloga en la Javeriana, ¿cuál fue su primer trabajo?

Fue en la Universidad Pedagógica, en el Centro de Investigaciones. Fue un trabajo muy lindo, porque era un trabajo de campo en Bogotá, pero en barrios muy pobres. Íbamos a mirar las diferencias en el desarollo de los niños si uno pertenecía a una familia con más recursos o a una familia con menos. Esto es historia patria. Me sorprendió mucho la pobreza que encontré. Recuerdo que fuimos a varios barrios, pero cuando me preguntas eso me meto en un túnel y recuerdo el barrio El Codito, en Usaquén. Y fue claro para mí que uno vive en una burbuja. Te educas, vas a una universidad privada, vives dignamente… En El Codito los niños vivían, viven todavía, en una pobreza terrible, pero también vi familias con una fuerza tremenda para superarse.

Usted fue profesora durante muchos años, ¿cómo empezó ese trabajo?

Yo tuve a mis dos hijos muy joven. Me casé muy pronto, apenas terminé la universidad, y ahí mismo tuve a Sebastián y Simón, que se llevan apenas 11 meses. Entonces, cuando entraron al jardín, yo logré abrir un poco de tiempo. Fui a la Javeriana y me ofrecieron quedarme de profesora. Yo daba dos clases, dos materias, y el primer día entré al salón y cerré la puerta y varios de los estudiantes me dijeron que no cerrara porque faltaba la profesora. Casi me salgo. Luego les dije: “No, la profesora soy yo”. Al final ayudó a relajar el ambiente. Siempre tuve fama de ser una profesora un poco fuerte, cuchilla, decían. Pero mi relación con ellos siempre fue muy amable.

Usted se casó muy joven con Eugenio Marulanda, también de Manizales. ¿Cómo se conocieron?

Conocí a Eugenio, hoy mi exesposo, en Manizales, en la Coral Santa María. Él cantaba en el mismo grupo en el que cantaba mi mamá y lo conocí en los ensayos que hacían. Yo estaba en el colegio, en el Sagrado Corazón, y Eugenio estaba en la Universidad Nacional en Manizales. En Coral se reunían una o dos veces a la semana en distintas casas para ensayar para los conciertos, y yo acompañaba a mi madre a algunos ensayos cuando tenía pocas tareas. Y ahí lo conocí.

Con Eugenio tiene dos hijos, Sebastián y Simón. ¿Fue duro para sus papás, viniendo de la familia conservadora, que se divorciara?

Mi papá ya había muerto cuando yo me separé. Mis hijos estaban muy pequeños cuando murió mi papá, a los 50 años. Pero a mi mamá sí le dio muy duro. Ella quiso mucho a Eugenio, le tenía enorme cariño. Fueron compañeros de tertulias, de fiestas y en la Coral Santa María. Pero bueno, hemos aprendido en estas generaciones ya mayores que es muy importante decir adiós en el amor sin odio, hacer una separación sin tanto dolor, porque de por sí es muy duro para los hijos. No solo para mis papás, sino para mis dos hijos fue muy duro. Hay que aprenderle a Florence (Thomas): “decir adiós sin tanto dolor”

[Álvaro] Uribe es un guerrero eterno y un hombre que se nutre del miedo de los demás y que le deja al país un legado de sangre

¿Le molesta que le abran la puerta del carro o que le ayuden con los paquetes del mercado?

No, qué va. No me molesta eso. Me parece secundario. Me molesta que donde hay un grupo de hombres a veces no sea tan fácil que se reconozca la presencia femenina. Me molesta que los hombres subestimen nuestra capacidad. Me molesta cómo la sociedad no reconoce el enorme valor del cuidado, donde sobre todo están las mujeres, pero deberían estar los hombres. Eso me molesta.

¿Qué le dijeron en su casa cuando supieron que iba a trabajar con Gustavo Petro? ¿Cómo lo tomaron?

Yo tengo dos hijos hermosos, porque ellos dicen que han aprendido a vivir con una madre muy libertaria, que los ama profundamente, sí, pero que es muy libertaria. Cuando les conté, pues ellos sabían que al final haría lo que yo quería. “Si sientes que es lo correcto, pues adelante”. Y me acompañaron. Sin duda fue difícil por lo polémico que ha sido Gustavo, pero mis hijos siempre han sido muy respetuosos de mis decisiones. Pero esas decisiones en la política sí han tenido un costo difícil para la familia.

¿Simón y Sebastián, sus hijos, votaron por Petro?

¡Ja!, ellos votaron por mí, creo yo. Pero hay cosas de Petro que sí les gustaban; mire que les dolió mi salida de la Colombia Humana, les dolió mucho.


¿Perdió amigos o familiares por ser la fórmula vicepresidencial de Petro en la campaña 2018?

Sí, algunas primas en Manizales. Mi madre estaba todavía viva, ella murió 3 meses después de cumplir 90 años. En Manizales fue muy duro para mi mamá, sobre todo porque le reprocharon mucho que yo hubiera estado con Gustavo, pero ella siempre decía: “Yo me siento muy orgullosa de Ángela María porque yo siento que ya es una ciudadana plena y libre”. También pasaron cosas gratas; en La Patria mantuvieron mi columna, siendo un diario tan conservador.

¿Ya habla con las primas?

En el cumpleaños de mi mamá nos volvimos a encontrar, y fue bonito porque fue reconocernos en nuestras diferencias. Yo les dije: “Esta prima ha recorrido mucho mundo y tiene un camino distinto”. Y en todo caso está ese amor de infancia; es que eran mis compañeras de juegos. Y eso pesa mucho.

Quería mencionar este nombre que es importante en su vida: el profesor Federici. ¿En qué momento llegó a su vida y en qué circunstancia?

El viejo Federici llegó a Colombia después de la Segunda Guerra Mundial. El viejo fue partisano, le decían ‘el Genovés Iluminado’, y yo lo conocí porque estábamos haciendo en la Javeriana una investigación sobre la forma en que los niños en las escuelas públicas se acercaban al conocimiento matemático. Una amiga, María Eugenia Orozco, me dijo: “Ángela, yo te quiero presentar al maestro Federici, tienes que venir los viernes por la tarde al colegio italiano a la conversación con maestros y maestras”. Y le hice caso, fuí ese día, era un viernes por la tarde, y desde ese momento no dejé de ir ni al colegio, ni a su casa. Nos encontrábamos los viernes y un día le hice una pregunta: “Maestro, ¿hasta cuándo dura este curso?”. Y el viejo contestó: “De aquí a la eternidad”. Lo recuerdo hoy como si acabara de pasar. Y así estuve con el viejo hasta que [se le quiebra la voz] lo acompañamos a morir bellamente. Él fue mi camino en la pedagogía, fue él quien me dijo: “Ángela María, hay que ir a la política, hay que salir de las universidades”. Y en la mesa de Federici conocí a Antanas Mockus, un sábado celebrando el cumpleaños del viejo.

¿Fue más feliz en la academia o ahora en la política?

He intentado juntar esos dos mundos. El mundo de la academia y el mundo de la política representativa. Y no es fácil. Creo que he sido más feliz en la academia, cuando fui decana de la Facultad de Psicología, profesora. Porque el ritmo vital, la posibilidad de hacer pausas, la conversación larga, se da mucho más en el espacio académico que en el Congreso. Allí tienes que estar al tanto de muchos temas, preparando proyectos, ponencias… es un ritmo endiablado.

Pero, ¿por qué si el ritmo es tan endiablado, tantos colombianos creen que en el Congreso solo hay vagos?

A pesar de todos los espacios que hoy tenemos para comunicarnos, las sesiones virtuales, la televisión, los medios de comunicación del Congreso de República y los espacios en los medios de comunicación, no se logra contar la tarea que hacen los colegas. Creo que eso pasa, por un lado, porque se siente a un Congreso desconectado con la ciudadanía y, por el otro, porque a pesar de que hay tanta diversidad, parte de lo que nos muestra esta movilización social, este descontento, es que no hay una conexión entre las tareas del Congreso y las necesidades del movimiento social. Y obviamente en el Congreso hay representados unos poderes fácticos que hacen que no legislemos en favor de la gente y del bien común, sino de intereses particulares. Mire, yo nunca había trabajado tanto como desde que empezó la pandemia y recuperé la curul. Pero eso no se nota, porque hay una ruptura entre el mundo de la ciudadanía y lo que ocurre en el Congreso de la República.

Voy a darle unos nombres de políticos para que me diga en un par de líneas qué piensa de ellos. Sergio Fajardo.

A Sergio lo conocí en la Universidad de los Andes cuando yo era profesora de la Javeriana. Le reconozco su camino, pero le he dicho a Sergio que en un momento como este tiene que tener posiciones mucho más contundentes frente a las problemáticas del país. Tiene toda la capacidad para hacerlo, y creo que lo debe hacer en un momento tan difícil del país.

Iván Duque.

Duque es un hombre muy débil. Fuimos a verlo el pasado 7 de mayo con la Coalición de la Esperanza, y no a darle oxígeno, sino a hablarle como demócratas. Vi a un hombre desconectado del país, de buen trato, eso sí, pero no está leyendo el país en las dimensiones de lo que está pasando. Está desconectado y atrapado en las fauces más radicales y de ultraderecha del Centro Democrático.

Finalmente, Álvaro Uribe.

Su legado nos tiene en esto. Uribe es un guerrero eterno y un hombre que se nutre del miedo de los demás y que le deja al país un legado de sangre. Le debe muchas muchas verdades a esta Colombia que le pide entender qué paso con el paramilitarismo, qué paso con las desapariciones de los jóvenes, con las ejecuciones extrajudiciales, que nos diga por qué nos quiere mantener en una guerra perpetua.

Apertura Ángela María Robledo - BOCAS 108

FUENTE: EL TIEMPO


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