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agosto 18, 2017

Tejiendo el futuro de las madres jóvenes de Cartagena


La Fundación Juan Felipe Gómez Escobar capacita adolescentes gestantes entre los 13 y 17 años.

Una champeta africana suena tímida como telón de fondo. Sobre el gran mesón de madera, que ocupa el centro del aula, hay grandes trozos de tela multicolores, tijeras y cajitas con hilos.

En el ambiente hay murmullos, risas y complicidades femeninas que dan a la escena un aire de fiesta quinceañera. Sentada frente a una máquina de coser marca Brother está Kendry Muñoz, de 16 años; su mirada está fija en la aguja que puya una tela sin parar hasta dar forma a un calzón.

“Es pa’ mi machito”, dice la niña haciendo referencia a su bebé de un año, que ahora juega protegido, junto a otros niños, en un aula del gran complejo de la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar, JuanFe, de Cartagena, que acoge y capacita a cientos de madres adolescentes en programas productivos como panadería, belleza y bisutería, pero que además las impulsa con becas para carreras tecnológicas.

Kendry hace parte del grupo de 30 niñas, entre los 13 y 17 años, todas madres o en estado de embarazo, que ahora están tejiendo un sueño: ser empresarias emprendedoras en la confección. Gracias a Designlab Give, el laboratorio de diseño fundado en Miami por Angie Cohen, una antioqueña radicada en Estados Unidos hace más de 20 años pero que nunca dejó de amar a su país, las jóvenes madres pueden tejer sus sueños. 

Un equipo de diseñadores, liderados por Cohen, un fotógrafo, una trabajadora social y una experta en salud llegaron a Cartagena para llevar a cabo con estas madres adolescentes el proyecto ‘Rompiendo el círculo de pobreza mediante la creatividad’, con el cual los creativos de Designlab Give buscan sembrar en ellas la semilla del emprendimiento.

Ya cerraron el primer ciclo, luego de una semana intensa, donde el grupo de expertos tuvo que enseñarles incluso cómo prender las máquinas de coser y enhebrar los hilos. Las niñas cartageneras respondieron con talento y disposición en la confección de baberos, calzonetas para bebé y morrales.

“A muchas les he visto un talento tan grande. Tienen entusiasmo, ganas y están sedientas de aprender. Tenemos que darles la posibilidad de soñar en grande, porque es posible una mejor vida, y hay algo más allá afuera para ellas y sus bebés”, dice con lágrimas de alegría Angie Cohen, quien después de fundar Designlab Give hace 7 años, soñó con que su laboratorio creativo llegara a las comunidades menos favorecidas de hispanos.

 Ariel y kendry

La estadounidense Ariel Swedroe vive otra realidad. Con tan solo 14 años es una potencial empresaria que realiza sus propias creaciones textiles y ya montó su tienda en Miami. Ella es la estudiante más adelantada del laboratorio y por ello Designlab Give la invitó a Cartagena para compartir su experiencia y conocimientos con estas niñas cartageneras de su misma edad, que no han tenido oportunidades y ya son madres.

“No somos nadie para juzgar si está bien o mal tener un bebé a esta u otra edad, son solo situaciones de la vida. Estamos acá para compartir nuestras experiencias y lo que hemos aprendido en Designlab, pero también para aprender de las chicas”, responde Ariel, quien ya participó en una pasarela de moda con un vestido de baño hecho con gelatina, y quien dice sentirse honrada por haber tenido esta experiencia enriquecedora a tan corta edad.

Con un castellano accidentado, Ariel intenta darle indicaciones a Kendry sobre un detalle en la confección del calzón para bebé, pero Kendry, en su experiencia de madre prematura, le habla sobre la usabilidad de la pieza. El diálogo no parece el de dos pequeñas adolescentes, sino de dos potenciales empresarias creadoras.

Tienen entusiasmo, ganas y están sedientas de aprender. Tenemos que darles la posibilidad

“Las niñas han encontrado en esta aula un espacio de aprendizaje y recreación, como tiene que ser un escenario creativo. Les dejamos escuchar la música que les gusta y trabajar a su ritmo”, agrega Cohen.

El equipo de Designlab Give además arribó a la Ciudad Heroica con 25 máquinas de coser profesionales que donaron a la fundación JuanFe, junto con todos los materiales que se requieren para que el proyecto de creación textil siga adelante.

“Si estas niñas toman para sí la creación y la confección, van a tener una gran oportunidad de ser empresarias productivas para sus familias, porque hoy es posible trabajar con diversas materias primas y, por ejemplo, reutilizar piezas de ropa que ya no se usan para crear proyectos novedosos”, señala Paola Villamizar, también colombiana radicada en los Estados Unidos y fundadora del programa sin ánimo de lucro de Designlab Give.

Un chorro de sol caribeño traspasa el ventanal del aula sobre la cual han pegado hojas de papel blanco tamaño carta con los nombres escritos en inglés y español de algunos elementos básicos para la confección: ‘Scissors’-Tijeras; ‘Thread’-Hilo; ‘Cloth’-Tela.. El lenguaje corporal ha sido la mejor herramienta para sortear la barrera idiomática que separa a diseñadores y aprendices.

Emanuel Osmann, un joven afrodescendiente nacido en Estados Unidos, experto en corte y confección del Miami Fashion Institute, da dos pasos atrás para hacerles entender a dos pequeñas aprendices que la costura que están realizando comienza en la parte delantera de la prenda y culmina en su parte trasera. Las niñas responden con una sonrisa y acatan la sugerencia.

La vida es más dura en casa

Las niñas invitadas al programa viven en zonas deprimidas de la ciudad. Hay casos como el de una pequeña de 13 años en estado de embarazo y otra joven de 15 que vive sola con su bebé.

“Mi hija tiene 15 años, no me cabe en la cabeza que pudiera enfrentar una situación tan fuerte como un embarazo, esto me anima más a impulsar a estas jóvenes”, añade Villamizar, quien hizo el primer contacto con Catalina Escobar, directora de la fundación, en el mes de febrero, y de inmediato ambas pusieron a andar el proyecto. “Eso fue diciendo y haciendo”, recalca Villamizar.

Luisa Alfaro Navas plancha una tela de ‘jean’. Tiene 15 años y es oriunda de El Carmen de Bolívar. Su gran amor es su bebé de 9 meses. 

“El papá de la niña tiene 19 años y vive en el barrio Juan Pablo II, yo también vivo allá, pero nunca respondió”, cuenta sin levantar la mirada. Luisa tiene la fortuna de vivir cerca de su madre, pero muchas de estas pequeñas no tienen la bendición de una familia comprensiva al lado.

Por sus rasgos afro y fuertes, Karen Paola González Blanco parece de más edad, aunque en realidad tiene 16 años y fue madre a los 12. Su forma de hablar también es la de una mujer mayor. Cuenta que su mamá es una mujer joven que tiene que mantener varios hijos.

Ella vive en el barrio El Pozón, sur de Cartagena, uno de los sectores más violentos de la ciudad, junto a su mamá, sus hermanos y su padrastro.

“La niña no la traigo acá porque ya tiene 4 años y la tengo en una guardería en el barrio, además mientras estudio por la noche, mi mamá la cuida”, dice Karen Paola.
Y este es precisamente el círculo de pobreza sobre el cual actúa la fundación Juan Felipe Gómez Escobar, pues la mayoría de niñas embarazadas son herederas de una tradición de miseria y falta de oportunidades, en la cual sus mamás también tuvieron sus hijos en los primeros años de su adolescencia.

A las 12 en punto todas salen a almorzar y van felices por los corredores de la fundación contando lo aprendido hoy… ríen, corren… vuelven a ser niñas. Van por sus bebés a la guardería, quienes son beneficiarios de los programas de primera infancia de la fundación.Acá encuentran profesionales que están al servicio de ellas y sus bebés; capacitación; amigas que también luchan por sacar adelante a sus hijos; alimentación; el consejo oportuno de profesionales y atención médica.

Miles llegan a la JuanFe

Kewit Gabriela Ríos tiene 17 años y viene desde el barrio Policarpa, ya es madre de una niña de 2 años y es de las pocas que vive con su pareja, un auxiliar de construcción.

“Vi por televisión que en la fundación estaban abiertas las inscripciones y me presenté a la entrevista. Esa vez nos presentamos 1.500 niñas, y solo hubo cupo para la mitad. Volví y me presenté, pero no pasé en la entrevista. Me presenté cuatro veces más, hasta que me llamaron”, cuenta Kewit Gabriela, que en ese momento se hace acreedora a un abrazo de una de las instructoras de la fundación, quien mirándola a los ojos le dice: “Esa es una cualidad de los emprendedores y los triunfadores: saber insistir hasta alcanzar sus objetivos”.

Pese a que el grupo de diseñadores llegó a Cartagena con el objetivo de realizar cinco proyectos (cinco piezas textiles) durante la semana del 14 al 18 de agosto, la creatividad y necesidades de las niñas obligaron a ampliar el número de proyectos.

El primer proyecto que realizaron fue un babero, luego un calzón en tela para bebé, y sin pensarlo, en medio de las movidas jornadas, se les atravesó la necesidad de hacer un canguro para cargar bebés y una bolsa.

“Estas, seño, son pa’ risas, como nos vieron embolatadas con unos huevos que nos regalaron y con los niños, por eso hoy nos pusieron dizque a diseñar un cargador para los bebés”, dice Andrea López, de 16 años y madre de un bebé de 7 meses, que con una sonrisa cuenta que en la fundación JuanFe también aprendió bisutería.

Pese a ser la primera vez que se enfrentaban al diseño y confección de ropa, las niñas mostraron un alto nivel, tanto que el fotógrafo Camilo Morales del grupo de invitados de Designlab Give, les compró un babero como regalo para su sobrino, que lo espera este fin de semana en los Estados Unidos.

“Todo niño y toda persona tienen derecho a ser creativos. Y este laboratorio es precisamente para desarrollar la creatividad. Este es nuestro primer proyecto internacional y qué bueno poderlo ejecutar en Cartagena y con el aval de una fundación con reconocimiento internacional como JuanFe. Nuestro aporte a partir de ahora para Cartagena es que la creatividad puede cambiar la economía de una persona”, concluye Angie Cohen.

FUENTE: EL TIEMPO


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