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septiembre 23, 2021

Machos de izquierda


A pesar del rabo de paja, a Petro le pareció buena idea darnos unos tips a las feministas en su más reciente entrevista para El País de España. “El feminismo se ha quedado con la vieja izquierda tradicional en la esfera intelectual de la gran ciudad, sin vinculación con la población”, manexplicó en el diario. Sin duda, existen diferencias entre las mujeres urbanas y rurales, es una obviedad, pero en Colombia, de forma particular, tenemos articulaciones y puentes entre las feministas rurales y urbanas, que fueron uno de los grandes legados del proceso de paz. Sí, hay feministas vinculadas a la vieja izquierda (de ahí suelen salir corriendo cuando se dan cuenta de que el caudillo de turno traiciona las luchas feministas) y hay otras que son intelectuales y viven en la ciudad, pero también existen muchos movimientos de feminismos populares, que se han forjado sin el favor de los machos de izquierda. Petro, como es la costumbre, se echó unas perlas de machismo y racismo benevolente: “El hombre campesino dejó perder su tierra —no, se la arrebataron— porque su vinculación con la tierra era básicamente productiva, comercial, mientras que la relación de la mujer con la tierra tiene que ver con cuidarla, muy parecido al sentimiento indígena en Colombia”. Luego, como gran patriarca, tuvo la bondad de darles apellido a unos feminismos que existen desde antes de que él naciera: “Le pongo un apellido: Popular, feminismo popular”.

En 2021 es clarísimo que no hay feministas de derecha, porque todas las políticas de derecha refuerzan el statu quo y una visión heteronormada de la sociedad que ubica a las mujeres en roles tradicionales y subalternos, y que con frecuencia también es clasista, racista, militarista y por supuesto machista. La derecha colombiana también es neoliberal, es decir, apoya políticas económicas que favorecen la explotación tanto de personas como de recursos naturales y aumentan las brechas de desigualdad. Además, todos esos recortes en el gasto social, sobre todo cuando se refieren al cuidado de la vida, se terminan subsanando con el trabajo no remunerado de las mujeres. En algún momento nos quisieron vender un feminismo de derecha, con mujeres empresarias empoderadas que rompían techos de cristal, “a la vez que eran madres dedicadas y esposas amorosas”, es decir, gracias a la explotación no reconocida del trabajo de mujeres menos privilegiadas, o con el cuento de ser “feministas provida”, una idea tan imposible como un círculo cuadrado.

Entonces, ¿se puede ser feminista de izquierda? Mi opinión personal es que en la teoría sí, pero en la práctica no tenemos lugar. Las feministas queremos una redistribución más justa del poder y en general nos parece ideal que haya una mayor inversión social. También es cierto que los candidatos de izquierda tienen unas agendas programáticas que pueden ser afines con las luchas feministas. El problema es que con frecuencia esas promesas se evaporan en el aire cuando el candidato llega al poder. Un caso célebre es el de Andrés Manuel López Obrador, quien hasta prometió la despenalización del aborto en el territorio mexicano y nunca lo cumplió, entre muchas razones, porque para llegar a la Presidencia tuvo que hacer alianzas con los cristianos. Cuando estos candidatos hacen el balance de poder y votos, la agenda feminista les parece sacrificable. Otra práctica frecuente es señalar los machismos de los machos de derecha pero hacerse los locos con los machos de izquierda que han sido acusados de acoso o violencia sexual, pero se quedan enquistados en las maquinarias del partido cuando tienen suficiente poder. No, no hablo de Petro, otra vez hablo de López Obrador y en concreto de la candidatura de Salgado Macedonio, pero es que el guante de los machos de izquierda es la verdadera “talla única”.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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