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noviembre 22, 2022

El relato de una guerra que puede ganar un Goya: “Me apuntaron con una pistola y un soldado me ofreció dinero por sexo. Tenía 14 años”


Vedrana Pribačić y Mirta Puhlovski nos presentan ‘Bigger than trauma’, una película que trata desde dentro el proceso de reparación de un grupo de mujeres víctimas de la Guerra de los Balcanes

La Guerra de Ucrania ha demostrado a Occidente que el conflicto no se graba en blanco y negro, a miles de kilómetros de distancia y bajo el paragüas de una protección geográfica quebrantada. La noche del 24 de febrero el mundo aguantó la respiración. Estábamos en guerra, pero ni siquiera entonces podíamos pensar que nueve meses después cada palmo de territorio conseguido seguiría dando sentido a la actualización constante del parte de bajas. 

Una guerra es ruido, polvo, barro en los zapatos. El testimonio de los vivos y el recuerdo de los muertos. Hay que remontarse tres décadas para recordar cuándo fue la última vez que un conflicto bélico de estas características asoló territorio europeo. Fue la conocida como Guerra (o Guerras) de los Balcanes, que dejó crímenes atroces como los que se están viendo en el país con capital en Kiev y en el resto de lugares del mapa levantados en armas.

Entre los actores principales de las barbaridades de las que fue testigo la antigua Yugoslavia se encuentranCroacia y Serbia. Vedrana Pribačić Mirta Puhlovski son originarias del primer país y guardan recuerdos del horror de las bombas, que las cogieron por sorpresa cuando eran unas adolescentes. Juntas han dirigido la película documental candidata a los Goya en la categoría de Mejor Película Europea Bigger than trauma (Más que mi trauma).

No es su historia la que relatan, sino la de varias mujeres víctimas de violación durante la guerra que tratan de rehacer su vida en la medida de lo posible gracias a un programa con el nombre del largometraje. En realidad, lo que aquí se cuenta podría ser la historia de cualquier mujer en cualquier país que haya sufrido un conflicto de estas dimensiones -el nuestro sin ir más lejos-.

Pero, por encima de todo, Bigger tan trauma es una oda a las segundas oportunidades, un grito para resurgir de las cenizas y una hoja de ruta para no olvidar el pasado ni lo necesario que es este para encontrar un punto intermedio que permita mirar al futuro sin morir en vida. Las responsables del filme hablan con ElPlural.com sobre ello y mucho más.

PREGUNTA (P): Las guerras de los Balcanes han sido consideradas durante mucho tiempo las más inimaginables, no tanto por la situación sociopolítica ni el contexto como porque suceden en Europa y ya en la década de los 90. Seguramente esto ha sido así hasta la actual guerra de Ucrania. ¿Tan fácil es que se repitan los errores del pasado? ¿Incluso que los extremismos sigan calando en la población?

Respuesta (R) Mirta: Sí, esta fue la última guerra en Europa hasta que estalló la guerra en Ucrania este año.

-Vedrana: Para nosotras la guerra en nuestro país era algo impensable e increíble, incluso después de haber durado durante varios meses.

-Mirta: Me acuerdo reiteradamente del día que me di cuenta de la seriedad de la situación. Iba al último curso de Primaria y estaba yendo al colegio con una amiga cuando un avión militar rompió la barrera del sonido y un instante después empezó la alarma general. Yo me quedé de piedra mirando al cielo, al bajar la mirada vi a mi amiga corriendo hacia el refugio y empecé a correr detrás de ella.  Es curioso cómo todos nos aferramos a esa (falsa) sensación de seguridad incluso después de todo por lo que pasamos y a pesar de saber por lo que habían pasado nuestros antecesores y por lo que están pasando Ucrania y muchos otros países hoy. Pero nosotros estamos absolutamente convencidos de que esto no nos puede volver a pasar.

-Vedrana: Se pueden repetir fácilmente los errores, no solo de nuestro pasado, sino de cualquier guerra, porque lo que la gente olvida es que a la guerra le precede una propaganda instigadora, siempre de parte del establishment. Se destacan las diferencias entre las personas (religiosas, culturales, etc.). La primera frase en esta película explica justamente ese contexto. Las personas que hasta entonces convivían como vecinos, amigos y esposos de repente se convirtieron en acérrimos enemigos.  

Se pueden repetir los errores de cualquier guerra porque a esta le precede una propaganda instigadora de parte del ‘establishment 

P: ¿Qué sensación os produjo a vosotras el anuncio de la guerra en Ucrania? Lo digo porque la herida de Croacia es reciente y ambos conflictos guardan ciertas similitudes en cuanto a los “motivos” que los preceden

R: Teníamos miedo de la amenaza nuclear. Durante los cinco años vimos las escenas que ahora volvemos a ver en Ucrania. Y después de la guerra lo único que queda son las ruinas. Por eso hicimos esta película, que transmite la experiencia individual de la sanación, porque después de la guerra todo se renovó (los edificios, los bosques, la economía más o menos), pero la gente afectada por la guerra se sigue hundiendo cada vez más y sus familias también lo sufren. La herida queda abierta porque nunca ha sido sanada de la manera que mostramos en la película y porque los políticos la potencian desde hace 30 años, en vez de actuar por lo que les pagamos, que es encargarse del bienestar de su propio pueblo. Desgraciadamente, cuando terminamos de grabar la película se abolió el programa que les salvó la vida a las protagonistas. Es decir, hoy ellas no están solo sobreviviendo, sino sin esa ayuda.

P: En mi pregunta anterior me he referido al país (Croacia) pero, si no he calculado mal, teníais unos 13 y 14 años cuando estalla la guerra de la que habla la película. ¿Tenéis algún recuerdo de esa época? Tampoco sé si estabais allí entonces. Contadme un poco, por favor.

Vedrana: Has calculado bien. En mitad de la noche mataron a una niña de 12 años, una amiga mía que vivía en la calle de al lado. Esa noche mi mejor amiga huyó del país con sus padres, porque pensaban que iban a ser los siguientes. No la vi durante muchos años, pero logramos reencontrarnos cuando empezó el correo electrónico y seguimos siendo amigas a día de hoy.

Me amenazaron con una pistola dos veces, cuando todavía era menor. Un soldado de la ONU me ofreció dinero para tener sexo con él, tenía 14 años recién cumplidos. Mi amiga y yo le escupimos y empezamos a gritarle, y como estábamos en el centro de la ciudad, se avergonzó y se fue. Ese tipo de escoria en aquel entonces caminaba por las calles de Zagreb.

Cayó en el patio de mi instituto. La otra bomba la tiró a mi lado un joven borracho que la llevaba en el bolsillo por algo que había dicho mi amiga y que le había fastidiado a él. Era un caos, no solo durante, sino también años y años después de la guerra.

Asimismo, muchos croatas dirán que durante la guerra se hacían unas fiestas estupendas. Es contradictorio y esquizofrénico, pero cuando dura una guerra, uno está en un trance en el que una parte se dedica a proteger la vida y satisfacer las necesidades básicas y la otra a los pocos momentos de satisfacción, que se hacen más importantes. En cuanto se declara la paz y uno llega a mirar a su alrededor, es cuando lo traumas empiezan a salir a la superficie.

Yugoslavia en Guerra

Refugiados tratan de huir de la Guerra de los Balcanes.

P: Los relatos de las mujeres que aparecen son muy duros, hasta el punto de que les cuesta a algunas volver a la que un día fue su casa, reconocen haber pensado en quitarse la vida, etc. ¿Diríais que hay casos en los que es peor la posguerra (no ya del conjunto del territorio, sino de cada persona) que la propia guerra?

R: Cualquier violación es un arma porque ataca la dignidad y la integridad humana de la persona. Y el mayor problema es lo que sigue después: El estigma, la vergüenza, la culpa y el silencio que se le impone a las mujeres que pasaron por ese trauma es el arma en contra de ellas en tiempos de paz, de tal manera que las envenena poco a poco a ellas y todo a su alrededor. Empieza por la cabeza, entra en el cuerpo como un cáncer y se expande por toda la familia y la sociedad, porque la mujer “tiene la culpa por haber sido violada”. En general, “tiene la culpa desde el principio por haber convencido a Adán a comer la manzana para que Dios los echara del Paraíso”.  

En la guerra lo único que uno quiere es sobrevivir y proteger a sus seres queridos. Todas nuestras protagonistas estaban protegiendo a alguien, a sus hijos pequeños o a sus padres mayores. Estoy segura de que para las víctimas la posguerra representa un infierno igual, si no peor. A eso contribuye el hecho de que generalmente no haya un tratamiento exhaustivo organizado y accesible para trabajar en el trauma. Esto pasó en Estados Unidos, en Croacia, y me temo que lo mismo va a pasar en Ucrania. Todas nuestras protagonistas intentaron suicidarse, tuvieron varias enfermedades físicas, la mayoría de ellas se operó de varios carcinomas… porque se trata de un trauma viejo y fuerte cuyas consecuencias son devastadoras tanto para el alma como para el cuerpo. Sin embargo, después del programa titulado Soy mucho más que mi trauma, que duró dos años, las cosas empezaron a cambiar para ellas.

P: Las protagonistas intentan reinsertarse en sí mismas y a la sociedad y lo hacen, precisamente y pese al enorme esfuerzo que eso les supone, hablando de lo que les pasó. ¿Hasta qué punto es importante recordar y la memoria histórica o colectiva de la que algunos partidos políticos parecen querer huir, por lo menos aquí en España?

R: No sabemos cómo es la situación en España, pero en general la política manipula y domina la memoria colectiva. Lo que aprendemos en la escuela a menudo no está en concordancia con los hechos reales. Las cosas no se pueden ni se deben olvidar, pero tienen que cicatrizar, o de lo contrario se transmiten a las futuras generaciones.

A alguien que observe atentamente le queda claro que todo lo que han hecho estas mujeres es por sus hijos. Algunas tribus indias creen que todo lo que hacemos y llevamos adentro lo transmitimos a las siguientes siete generaciones. Por ejemplo, las constelaciones prestan gran atención a ese aspecto transgeneracional y entran en el ámbito de los ancestros para que la carga que uno lleva hoy se pueda aliviar tanto para nosotros como para ellos.

Las cosas no se pueden ni se deben olvidar, pero tienen que cicatrizar, o de lo contrario se transmiten a las futuras generaciones 

Nuestras protagonistas hoy pueden hablar de lo que pasó sin que eso las lleve de vuelta al estado en el que estaban cuando les sucedía, mientras testificaban en los juicios donde se les etiquetaba de mentirosas como mínimo o, aún peor, de putas cada vez que revivían el mismo trauma. La represión a la que estaban sometidas las protagonistas es enorme y es necesaria gran cantidad de responsabilidad y coraje propios para revisar lo que pasó.

Ellas poco a poco se hacen cada vez más valientes y se muestran dispuestas a enfrentarse con su propia verdad. Durante mucho tiempo la sociedad las empujaba a la posición de “víctima”, una posición de extrema impotencia, y seguirá queriendo etiquetarlas de tal manera, pero ellas ya no lo son. Todas han hecho el primer paso en el proceso de la sanación – como volver de la impotencia a su propio empoderamiento.

La memoria colectiva ya pertenece a la esfera de (in)conciencia colectiva. En nuestra película se ha marcado una clara diferencia entre cómo las protagonistas se perciben a sí mismas y al mundo que las rodea cuando al recordar los hechos entran en el trauma y cómo los perciben cuanto están presentes ahora, cuando ellas son las que dominan sus memorias.

Es importante saber quién domina a quién o qué. Somos nosotros los que permitimos que las memorias dominen nuestros estados de ánimo y que nos arrastren al pasado. Nuestra película habla sobre todo de esa responsabilidad personal de cada persona. La política es responsable de la sociedad, pero sin nuestra colaboración no podría afectar mucho nuestra vida ni dirigirnos adónde le convenga en cualquier momento. Si todos descubriéramos nuestros propios recursos y empezáramos a responder desde nosotros mismos y no desde las condiciones que se nos imponen, esta sería una sociedad muy poderosa donde el papel de la política no tendría tanta importancia ni tanto poder.

P: En la línea de lo anterior, hace cosas de 10 años hubo criminales de entonces que fueron condenados por delitos de lesa humanidad. En ocasiones estos procesos son lentos y duros. Con todo, imagino que merece la pena el camino cuando ves que se hace justicia, imagino

R: En el caso concreto de quienes abusaron de nuestras protagonistas no fueron condenados. Muchos ya no viven en Croacia, algunos fueron llevados a los tribunales, pero esos tribunales les protegieron a ellos, mientras que insultaron y traumatizaron más a las víctimas. Este tipo de crimen es difícil de demostrar, no hay pruebas de ADN de la guerra ni fotos ni grabaciones del crimen. Habría que creerle y confiar en la víctima. Y eso falta. En general falta la empatía hacia las mujeres violadas y un sistema serio de castigo a los violadores. Se les dan sentencias mínimas en tiempos de paz, cuando sí se puede demostrar el delito.  

Así que no estamos seguras si vale la pena denunciar la violación en seguida, demostrar que fuiste violentada y someterte al interrogatorio sobre todos los detalles como si fueras una criminal para obtener justicia. ¿Qué clase de justicia es y para quién?  Sería justo que en este tipo de proceso judicial la mujer entrara ya empoderada y preparada para todo lo arriba mencionado. Esta película llama a una responsabilidad interna para nosotras mismas y la sentencia judicial es una manera excelente de no aceptar esa responsabilidad. Porque lo que evitamos tiene poder sobre nosotras y de eso habla la película, y también de cómo sobrellevarlo.

A ellas se les etiquetaba de mentirosas o putas, mientras a ellos les protegieron los tribunales

P: El documental es muy íntimo. ¿Cómo conseguís introduciros en el grupo de recuperación de estas mujeres? ¿Cómo fue el proceso de rodaje? ¿Se mostraron un poco contrarias a que les grabaseis o por el contrario con ganas de contar su experiencia?

R: La pregunta de cómo acceder al tema de la violación y encima en tiempos de guerra, donde la violación es relacionada con otro tipo de maltratos, asesinatos de gente querida, amenazas, palizas, chantajes, esclavización- crea tensión. No hay que ser demasiado serio, porque eso nos encierra a todos y se hace un obstáculo. Durante la grabación a menudo había un ambiente relajado y lúdico, lo que era muy valioso. Tardamos dos años para que esas mujeres nos recibieran en su mundo privado, que no formaba parte del programa justamente porque sus experiencias anteriores con los medios de comunicación eran malas. El problema surge cuando uno percibe a la persona a través de un solo aspecto de ella, en este caso solo a través de la violación. En ese momento nos olvidamos de que esa persona es todo un universo, y eso es tan solo una parte de ella.

Era necesario construir la confianza gradualmente. Al principio asistíamos a la terapia grupal, también decidimos usar la mínima cantidad de equipo de grabación en el espacio para no obstruir su proceso de empoderamiento… Dentro había una cámara fija en un trípode y una cámara de mano, grabábamos el sonido nosotras mismas durante el trabajo en grupo e incluso participamos con las mujeres en algunos ejercicios en calidad de representantes. Es decir, excluimos de manera consciente un aspecto estético de la película para no obstruir su proceso de trabajo en sí mismas.  Y ellas reconocieron nuestra atención hacia el proceso por el que estaban pasando. Con eso la película ganó mucho – una naturalidad total de las protagonistas, que después de un tiempo dejaron de ser conscientes de la cámara en el espacio- Por supuesto, fueron las primeras en ver la película y se les dio la posibilidad de cambiar algo si querían. Casi no tuvieron ninguna objeción.

Mujeres del programa Bigger than trauma

Las protagonistas de Bigger than trauma después del programa. 

P: La terapia que aparece en la película junta a mujeres croatas y serbias. Es muy interesante el enfoque porque, igual que está pasando ahora en Rusia, hay muchísima gente que no quiere la guerra. No sé si buscáis también destacar con esto esa máxima de que en una guerra no hay vencedores, solamente vencidos.

R: Nosotras creemos que sí hay vencedores en una guerra. Y estos son los especuladores o mercaderes de la guerra -los saqueadores del botín , los vendedores de armas, las compañías multinacionales que reconstruirán “el pobre país destruido” y lo cobrarán caro, los políticos… o sea, todos los que ganarán o de una manera u otra se beneficiarán  durante y después de la guerra. Y son muchos. Y a ellos la guerra les conviene. Todos los demás somos los vencidos, los perdedores. Rusos, croatas, españoles o ucranianos – da igual.

En una guerra sí hay vencedores. A muchos les conviene. Todos los demás somos vencidos: rusos, croatas, españoles o ucranianos, da igual. 

P: ¿Por qué Bigger than trauma merece ganar el Goya?

Es una película sanadora que tiene su vida y su camino y no es casualidad que se encuentre aquí preseleccionado entre tantos nombres merecedores. Eso significa que la película quería estar aquí y que alguien aquí necesita verla. Estaríamos contentas de que cada película recibiera lo que se merece, pero siempre depende de muchas cosas, lo primero del presupuesto para la promoción de la película, de dónde proviene, quién la dirigió, coprodujo, etc.

Somos debutantes y no tenemos dinero, porque las reglas para la mayoría de las academias de cine (Oscar, Goya…) dicen que los que votan no tienen la obligación de ver todas las películas porque se trata de una gran cantidad (para el Premio a la Mejor Película Europea son 10, pero hay muchas más películas en la preselección nacional). Pero nuestra película ya ha hecho lo imposible- ha logrado transmitir al espectador de manera extremadamente realista el proceso de transformación interior, así que puede ser que nos sorprenda de nuevo con esta nominación.

FUENTE: EL PLURAL


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