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octubre 21, 2022

Edilia Mendoza ganó premio Nacional de Derechos Humanos en categoría Toda una vida


La lideresa campesina Edilia Mendoza, de 59 años, es la presidenta de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos Unidad y Reconstrucción (ANUC-UR).

Edilia Mendoza dice que siente que no merece reconocimientos ni premios por su labor como lideresa campesina, a pesar de que es una de las mujeres que conoce más de cerca la realidad rural de Colombia y que ha impulsado con fuerza la reforma agraria. No lo dice por modestia, sino porque cree que su trabajo como defensora de derechos humanos no es suficiente para lo que necesita el país. El miércoles recibió el Reconocimiento a ‘Toda una vida’ del Premio Nacional de Derechos Humanos 2022, por su trabajo durante tres décadas a favor de las mujeres en la ruralidad.

Tiene 59 años, y desde 1983, a sus 20 años, comenzó su labor organizativa en Barrancabermeja (Santander), el municipio al que llegó con su familia a los 14 años en busca de un mejor futuro y huyendo de la violencia en Los Santos, un pequeño municipio ubicado a poco menos de 60 kilómetros de Bucaramanga. Allí empezó como lideresa estudiantil del colegio en el que terminó su bachillerato, mientras admiraba la lucha de algunos líderes sindicales de la región.

Su labor como lideresa social fue heredada. Sus padres, campesinos, siempre defendieron el agua y la educación, como sus dos grandes banderas. “En varios de los municipios donde vivimos mi papá tramitaba lo de nuestra educación. Conseguía donaciones para la escuela y las dotaba para que pudiéramos estudiar allá. Mi mamá, mientras tanto, nos enseñaba a leer, a escribir, el respeto y la sabiduría. Eso me transmitieron”, dice.

La educación ha sido su norte, su camino y su destino. Sus saberes son producto de su experiencia, porque por distintas dificultades no pudo terminar su carrera como administradora de empresas. Ser profesional es uno de los sueños que, asevera, le quedan por cumplir, pero la falta de un cartón no le ha impedido hacer incidencia política a nivel nacional por los derechos de los campesinos.

Habla de reforma agraria y política del campesinado como si estuviera recitando un guion. Trabajó en la construcción de la Ley 160 de 1994, la que creó el sistema de reforma agraria y las Zonas de Reserva Campesina. Participó también en el mandato nacional agrario que hicieron con indígenas y población afro, y le ha hecho seguimiento a ese trabajo desde la plataforma de incidencia política de mujeres rurales colombianas.

Hoy es la presidenta de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos Unidad y Reconstrucción (ANUC-UR), una organización que se independizó de la ANUC en 1983. “Nos diferenciamos en la autonomía, la lucha por la tierra y el trabajo”. Desde allí, en esa época, cuando el feminismo era un tabú, comenzó a integrar el comité femenino de la organización pidiendo mejores condiciones para las mujeres campesinas.

Aunque su lucha ha sido por reconocer y reivindicar la labor en el campo, su foco han sido las mujeres que labran la tierra, como su mamá o como ella. Por eso su lucha más reciente, que todavía sigue dando aún con el nuevo Gobierno, es la del Ministerio de la Igualdad. “Queremos lograr que las mujeres tengan una representatividad en esa cartera. En el campo somos más de siete millones de mujeres y más de la mitad están en pobreza”, asegura.

Uno de los proyectos que más quiere impulsar es el de las deudas agrarias con enfoque de género. “A la mujer campesina le prestan $1 millón en el banco y termina pagando $25 millones. Hay una cantidad de demandas en el Banco Agrario, y esto genera angustias, problemas de salud e incertidumbre”, dice.

Su trabajo también ha llegado a escaños internacionales. Uno de los más emblemáticos es Vía Campesina, un movimiento de 82 organizaciones sociales de 81 países, donde tiene asiento la ANUC-UR, lo que le ha permitido conocer de cerca la realidad de esa población en otros países. “En naciones como México o Perú los problemas por la tierra son muy parecidos, pero conocer esas experiencias hace que podamos tener una visión más amplia del tema y apoyarnos en experiencias pasadas de otras naciones”. Su lucha fue reconocida como una de las más importantes en el país en materia de derechos humanos. Todavía hay mucha tierra por labrar sobre las mujeres en el campo colombiano.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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