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octubre 4, 2022

La burka invisible


En Colombia cargamos una burka invisible, un velo que nos imponen hombres y mujeres machistas que pretende disciplinarnos, callarnos y someternos

Después de ver con alegría la revolución de las mujeres persas en las calles de Irán por la eliminación de los velos no puedo dejar de pensar en el burka de las colombianas. Es un velo a la colombiana, invisible pero poderosísimo. Las mujeres de nuestro país estamos convencidas de que son las árabes las enveladas y que por acá bailamos alrededor del fuego sin nada que nos ciña, en libertad absoluta.

Lejos de la realidad desafortunadamente. Larvada, insidiosa, invisible, como el comején, esta burka está ahí y daña la humanidad de las mujeres. Muchas ni se dan cuenta e incluso lo alimentan y lo defienden porque las aterroriza perder el irrisorio poder que les otorga. Como las musulmanas cubiertas que se burlan de los hombres tras su rejilla y con eso compensan la ignominia: las estrategias del débil.

Recuerdo en un congreso de salud mental de las mujeres en Berlín, cuando se centró la discusión en el tema de los avances de las mujeres en Occidente y en contraposición, hablé de las enormes brechas que todavía nos separaban del sujeto de derechos y la ciudadanía plena: escándalo. Y todavía hay quien cree que estamos del otro lado. Nos cuesta admitir el peso de la burka; si la musulmana pesa 7 kilos, ésta, como el plástico, pesa mucho menos, pero ahoga. No se ve, pero se nota. Asfixia el alma y trastoca el sentido de la vida.

La razón de ser de los distintos velos islámicos, desde la burka (rejilla), niqab (sin la rejilla), el chador (cara al descubierto, pero cabeza y pecho ocultos), al hiyab (velo) es la marginación disfrazada de modestia para evitar la perturbación masculina si se encontrara con pelo, mirada, rostros, tetas, nalgas y pantorrillas de mujer en el espacio público. Con el mandato de la yihad se destierran así las mujeres de la vida civil, no se educan ni pueden educar en escuelas o universidades; quedan confinadas en el hogar, donde sí puede exhibirse para el deseo masculino, placer y reproducción incluidos. Es el símbolo de la exclusión y aislamiento femenino.

¿Creemos que el burka es una agresión? ¿Creemos que es una forma de violencia contra las mujeres? Detrás del velo existe un ser humano, por dentro una cosa que ni siquiera puede ser mirada, peligrosa, con el poder implícito y temido de trastocar el orden social, el patriarcal, que saca ventaja de la subordinación de las mujeres. Como dice Miguel Lorente Acosta, “La agresión a la mujer no es obra de enfermos ni de hombres con trastornos de personalidad ni de individuos que llevan a cabo sus agresiones bajo los efectos del alcohol o de otras sustancias tóxicas. Se trata de personas normales que deciden recurrir a la agresión para conseguir el objetivo pretendido (controlar y someter a la mujer)”.PUBLICIDAD

¿O qué tal esto de Rita Segato respecto a lo que ella llama “Pedagogía de la crueldad”? “El ataque sexual y la explotación sexual de las mujeres son actos de rapiña y consumición del cuerpo que constituyen el lenguaje más preciso de la cosificación de la vida. El cuerpo de las mujeres es como nada, el lugar donde esa cosificación, esa apropiación, esa depredación sobre la vida, sobre el cuerpo vivo se realiza de una forma, como un síntoma de esa realidad”.  Aquí se refiere a las macro violencias, explícitas, aunque no por eso más dañinas que las microviolencias para la salud y el bienestar de las mujeres.

¿En Colombia se controla y se somete a las mujeres? Voy a dejar un listado a manera de paisaje inconcluso para afirmar contundentemente que sí, y de forma grave. Cargamos una burka invisible, un velo que nos imponen hombres y mujeres machistas que pretende disciplinarnos, callarnos y someternos. Habrá mucho más espacio en esta columna para traer cada tema cuando sea preciso y analizarlo a la luz de los hechos, datos y, sobre todo, las consecuencias. Porque sí, el daño se ve, se mide y es devastador.

Presento entonces una pequeñísima lista, apenas un abrebocas:

La reputación – loca, puta, bruja, bruta
Violencia pública y privada – en la casa, en las universidades, en el trabajo, en la calle, en la pareja íntima, en la familia
La cultura de la violación – cualquier hueco es trinchera
El débito conyugal – prostitución doméstica
La prostitución pública – a cielo abierto
Una dignidad que significa silencio y aguante – calladita te ves más bonita
Los trapos sucios se lavan en casa – lo personal no es político
La violencia contra el cuerpo – física, sexual, hasta el feminicidio – mi marido me pega lo suficiente
La violencia contra el alma – engaño, desaparición, luz de gas (gaslighting), control coercitivo, ley del hielo (ghosting), amor de migajas (breadcrumbing)
La objetificación, la cosificación: ese adorno delgado, atlético y sexi – a las gordas no las quiere sino la mamá
El control de la reproducción – sin condón y con pío/pí. Sin acceso al aborto y a la anticoncepción.
El embarazo adolescente – ¿quién carga con el producto del vientre lleno?
La defensa a ultranza del lenguaje sexista – – es que así lo dice la RAE, la tradición o la economía del lenguaje
La brecha salarial – ella no necesita, tiene ingresos o alguien que la sostiene
La menor participación de las mujeres en política – ese juego perverso que las empuja hacia afuera
Obstáculos para ser una mujer “de carrera o/y de la casa” – el techo de cristal, el piso pegajoso, el laberinto laboral, el tiempo macho
La feminización de la pobreza – tenencia de tierra, seguridad social, jubilación, más pobres entre los pobres
El decálogo de la buena esposa – marido como realización personal
La feminización de las profesiones de servicio – menos mujeres en la ciencia, tecnología, ingeniería y matemática (STEM)
El matoneo en la escuela – fea, gorda, brincona, grilla, perra, pupy, zorra, gata, lora, dramática, intensa, emocional
La inhumanidad de las mujeres con las mujeres – envidia, competencia, traición y rencor
La economía del cuidado – % del PIB que no se reconoce ni se remunera
Las microviolencias – la violencia encubierta, esa sutil y cotidiana, la que no se nota
El tiempo de trabajo en casa: la triple jornada. El CCCC del amor: crianza, cariño, comida, cama
La maternidad romantizada – mamá feliz 24/7
La violencia obstétrica – por qué cuando abrió las piernas si no gritó
El reloj biológico – la presión de ser madre
El miedo al feminismo – feminazis
Violencia estética – sin canas, no bikini, pareo hasta el cuello, cero celulitis, estrías y demás y pelo corto

Mostrar la burka es más difícil, este no es el traje del emperador, es el traje de las mujeres que, en el desfile, como en el cuento, veían pasar al emperador desnudo, sin entender que ellas mismas estaban desprovistas de su humanidad. Basta ver las secuelas en la salud mental y física de las mujeres. La Organización Mundial de la Salud define los determinantes sociales de la salud – calidad de vida, bienestar, felicidad, realización, libertad, seguridad, longevidad, nivel educativo, ingresos, como «las circunstancias en que las personas nacen crecen, trabajan, viven y envejecen, incluido el conjunto más amplio de fuerzas y sistemas que influyen sobre las condiciones de la vida cotidiana”. Todos los indicadores demuestran el grado de afectación, porque uno de los factores determinantes de la salud de las personas es el lugar que ocupan en la sociedad, es decir cuánto valen, su valor y no su precio. La burka invisible se carga en nuestro país en la vida cotidiana, día a día, durante todo el ciclo vital de las mujeres y de-velarla puede tener un costo igual que el precio de vestirla. Ahí está el éxito del diseño.

FUENTE: LAS 2 ORILLAS


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