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septiembre 28, 2022

Epsy Campbell y la idea de una tribu feminista para salvar el planeta


La ex vicepresidenta de Costa Rica cree que las soluciones a la crisis actuales pasan por un concepto de liderazgo más femenino que ponga el bien común por encima de la competencia

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Epsy Campbell (San José, 59 años) se niega a pensar que el ser humano tenga metido el chip de la autodestrucción. Es consciente de los males de un mundo fuertemente polarizado, que sufre los efectos de la pandemia y la guerra en la economía y que se enfrenta a una crisis climática sin precedentes. Pero ella mantiene el optimismo y compara la situación actual a lo que sienten las mujeres al parir: un dolor intenso, casi insoportable, pero necesario para alumbrar una nueva vida, en este caso una nueva generación más consciente y en mayor armonía con el medio ambiente.https://imasdk.googleapis.com/js/core/bridge3.534.0_en.html#goog_1286228050

Para la ex vicepresidenta de Costa Rica (2018-2022), la solución a los problemas actuales pasa por una nueva organización social con un liderazgo feminista que, sin excluir a los hombres, ponga el bien común por encima de la competencia: “La idea es entender que somos parte de un colectivo y que, o nos salvamos todos, o no se salva nadie. Que realmente tenemos diferentes roles en diferentes momentos, pero desde una lógica de colaboración”, sostiene. Se lo imagina como una tribu global en la que las mujeres tienen un papel preponderante en la búsqueda de soluciones.

“Ese liderazgo en clave mujer es el único que puede salvar el planeta”, dice en una entrevista con América Futura tras participar en el evento ‘Muchas Voces, una región: América Latina y el Caribe trabajando en agenda 2030 para el desarrollo sostenible’, organizado por CAF- banco de desarrollo de América Latina esta semana en Nueva York. Campbell entona sus teorías en un panel sobre liderazgo como quien cuenta un cuento y recibe elogios especiales de otra de las participantes, la diputada brasileña Áurea Carolina: “Tú eres un referente muy especial para nosotras en Brasil, para los movimientos de mujeres negras y la gente que cree que la política puede tener otra manera de existir y la fotografía del poder puede cambiar”, le dijo.

La que fuera la primera vicepresidenta negra de América Latina cree que que mujeres como ella lleguen a posiciones de poder o tengan más visibilidad en espacios públicos —como sucedió recientemente con la elección de una actriz negra para interpretar el clásico de Disney La Sirenita— ayuda a cambiar el imaginario colectivo, algo especialmente relevante para niñas pertenecientes a minorías que pueden soñar con llegar un día ahí también. “Cuando una construye imaginarios, no sólo es para los excluidos y las excluidas, es para una sociedad que tiene que convencerse que la diversidad es una característica, que la exclusión es inaceptable aunque tengamos explicaciones históricas y que es posible darle una vida de dignidad a todo el que nace”. Por eso, celebra especialmente la llegada de Francia Márquez a la vicepresidencia de Colombia: “Su triunfo es mi triunfo, como es el triunfo de un montón de otras mujeres”, apunta.

Pregunta. ¿Qué enfoque diferente pueden aportar las mujeres líderes?

Respuesta. Venimos de una forma de liderazgo que es competitiva, individualista, depredadora, violenta por definición y que tiene una lógica de sálvese quien pueda. Eso se hace en las familias, en las comunidades y en los países. Eso es una forma de poder masculina. Esa forma del ejercicio del poder que parte de que niega el bien común como el objetivo del poder es masculino y tenemos que superarla si queremos preservarnos como especie y garantizar que el planeta sobreviva con nosotros. Creo que la lógica es transitar a una matriz femenina de poder más colaborativa, que tiene que ver con la preservación colectiva, que además es más compasiva.

Entonces, en tanto que muchas mujeres tuvimos y tuvieron que ir aprendiendo de esa forma fea del poder destructiva, nosotras ahora tenemos algo que enseñar. Y esa es la lógica de utilizar esta visión que la entienden muy bien las mamás. Todas las mamás tienen como idea la preservación de la tribu, de su tribu pequeña. Eso que se despreciaba, eso es lo que tenemos que utilizar como modelo para esa nueva humanidad.

P. ¿A usted quién le inspiró?

R. Yo soy como una activista desde la casa. Yo vengo de una familia de cinco mujeres y dos hombres. Pero hay una líder del proceso de liberación de la esclavización de los Estados Unidos, Harriet Tubman, que a mí me impresionaba muchísimo que lo que ella hacía para el resto era imposible. Hizo una ruta para salvar gente en un momento donde la ley era que las personas negras y sus descendientes eran esclavas y ella no pensó nunca que eso era imposible y fue generando algo que es la lógica de la tribu. Fue siempre en el camino encontrando gentes que apoyaran su misión de sacar de condiciones de esclavitud a cientos de personas. Y esa ruta no fue solamente con gente negra. Fue con otros que también estaban en contra de aquella situación de injusticia y fueron facilitándole ese túnel para la libertad. Personas como ella le dan la idea de que no hay nada imposible hasta que usted no lo intente.

Yo me conecto en esa clave de que es posible transformar el liderazgo. Las mujeres tenemos que creernos el cuento que de verdad la transformación pasa por volver a estar en el centro de la organización de la sobrevivencia humana. Yo reconozco que vivimos tiempos muy difíciles. Pero la única respuesta a eso es hacer. Es aprender de las otras. Es buscar a quienes están en la sintonía de uno. Es no buscar los pretextos. Una mirada feminista de construcción de la nueva humanidad parte por el hecho de que entendamos las alianzas. Y además, el liderazgo de las mujeres, por definición, nunca va a ser excluyente del de los hombres. Porque nosotras sí reconocemos sin tanto empacho que tenemos hermanos, tíos, parejas, primos… Los hombres querían concentrar esta cosa así y que nadie se meta. La mirada colectiva la tenemos nosotras.

P. Francia Márquez ha dicho que no cree en lo de romper techos de cristal, que eso es más para mujeres como Hillary Clinton, asociando ese concepto a un feminismo blanco. Pero ver a mujeres como ustedes en posiciones de poder inspira a muchas. ¿Qué siente usted al ver que otras llegan, que cada vez son más?

R. Bueno, se siente de lo más bien. Cuando ganó Francia, que es una mujer con la que yo ya tenía relación de intercambio, decía: “Yo quiero estar ahí”. Su triunfo es mi triunfo, como es el triunfo de un montón de otras mujeres. Hay una parte que es el cambio de imaginarios. ¿Por qué las mujeres nos sentíamos tan lejanas del poder? Todavía hoy usted ve las reuniones de la Unión Europea y ve a los líderes y hasta da pereza a estas alturas del partido que las mujeres sigan siendo una excepción. Quiere decir que estamos todavía atrás. Pero conforme usted vaya viendo imágenes de mujeres, las criaturas más pequeñas ven que no era tan imposible. Porque antes de llegar a cualquier cosa, una se lo imagina. Pero hay millones de criaturas que no han tenido la posibilidad de tener esa idea porque el colectivo les dice: “Ustedes no pueden llegar ahí”.

Hemos ido interrumpiendo esos imaginarios de la exclusión, pero tiene que convertirse en común, no en extraordinario. Cada vez que hay una más, estamos acercándonos a que sea una cosa super común en el futuro, espero que no muy lejano. Y que si usted es una niña negra, pueda decir: yo quiero ser presidenta o artista, científica o quiero ir a la Luna, lo que me dé la gana. Francia seguirá inspirando a muchísima gente y nosotras tenemos que acompañarla en todo su proceso porque ya no se vale ser la excepción, no se vale que usted inspire, queremos que muchas inspiren. La lógica es cambiar esa fotografía para convertirla en una que se parezca a la humanidad. Al igual que procuramos preservar la biodiversidad, ¿cómo es que no hacemos todo para darle un lugar a esa diversidad humana en condiciones de dignidad para todos?

P. Pese a todos los problemas, la siento optimista. ¿Tiene esperanza de un cambio de mentalidad en la nueva generación?

R. Yo llamo a esa generación la generación de la luz. Porque yo estoy cada vez más convencida de que tienen posibilidad de mirar el pasado y aquilatar cosas buenas del pasado. Pero es una generación más compasiva. Hace 20 años, ninguno de ustedes me hubiera hecho esta entrevista que usted me está haciendo. Esto forma parte de un nuevo momento de la humanidad, y yo creo que eso es un movimiento de crecimiento. Igual, como nos dicen, está creciendo el conservadurismo. Yo digo que otras partes también están creciendo. Más gente diferente de la que pudo celebrar conmigo cuando gané la elección, celebró cuando llegó Francia. No había que ser negra para celebrar. Eso quiere decir que hay algo más.

Para mí, el asesinato de George Floyd fue un viraje de la humanidad. Black Lives Matter era un movimiento de gente gritando por la vida de la gente negra, pero que no se inició en 2015. Usted escucha los discursos de Malcolm X de los 60 o de Marcus Garvey en 1920 hablando de la brutalidad policial. Pero era siempre la gente negra hablando de eso. Cuando yo empecé a ver las manifestaciones a nivel global de gente que le importó un ser humano y dijo: ‘Basta ya’, también era una manifestación de que estamos en otro tiempo. No solo Bolsonaro es una manifestación de que el conservadurismo vive. En mi país, el presidente invitó a los presidentes de los supremos poderes para firmar un manifiesto contra el asesinato de George Floyd. Incluso nosotros, que tenemos una relación con Estados Unidos tan dependiente en América Latina, condenamos el asesinato en manos de la policía. El presidente en ese entonces tenía 40 años. Representaba otra generación.

Yo miro cada vez a más mujeres, por ejemplo, preocupadas por los temas del racismo sistémico, preocupadas por los temas de la homofobia, la transfobia, de la discriminación por razones de orientación sexual. Y no tiene que ser uno de ese grupo. Yo veo cada vez más hombres jóvenes preocupados por los derechos de las mujeres. No es un invento mío. Hay evidencia empírica de que eso que está sucediendo. Yo pienso que ese es el germen de la transformación.

P. No puedo dejar de preguntarle por la situación difícil de su región, Centroamérica: la crisis de Nicaragua, el autoritarismo creciente en El Salvador

R. No… Centroamérica…

P. Y Guatemala, con ataques a la independencia judicial, periodistas

R. La situación de Centroamérica a mí me da dolor. Yo creo que ni la década de los 80 estuvo más mal que ahora. La exclusión sistemática pasó de una guerra a otra guerra. Y lo peor es que al mundo parece que no le importa Centroamérica. Los niveles de impotencia que una puede sentir cuando mira lo que pasa en El Salvador, en Nicaragua, la cantidad de gente salvadoreña que se va a Costa Rica ahora. Los que eran activistas porque no pueden estar ahí, porque hoy no hay derecho a tener opinión diferente. En Honduras, la situación es tremenda para la mayoría de personas. Sí, estamos en una crisis de verdad y yo espero que podamos un grupo de mujeres centroamericanas pensar en colectivo qué es lo que se puede hacer en Centroamérica, porque es muy desesperanzador, es mucho dolor. La situación requiere de un acto de emergencia total.

No sé cuál es la salida, pero sí pienso que tenemos que pensarlo en clave más mujer, porque la lógica de los acuerdos de paz no funciona. Es el gran desafío que tenemos hoy, porque es un desafío de exclusión económica, democrática, de sobrevivencia humana y de dignidad. Realmente tenemos que meterle cabeza y energía a Centroamérica porque la situación es dramática.

FUENTE: EL PAIS


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