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agosto 23, 2022

Violencia sexual contra hombres fue para castigarlos, dice Comisión de la Verdad


La entidad determinó que los grupos armados ilegales han buscado instaurar modelos de masculinidad en los territorios para obtener control sobre las comunidades. Los hombres afrodescendientes, los más afectados.

La violencia sexual contra hombres en medio del conflicto armado no solo fue patriarcal, sino también racista. Esa es una de las conclusiones principales de un documento anexo del Informe Final de la Comisión de la Verdad (CEV), que determinó que los actores armados utilizaron la violencia sexual contra los hombres como arma de guerra para obtener información de ellos, castigar los liderazgos sociales y “reducir” su hombría.

Si bien en Colombia las víctimas de violencia sexual han sido en su mayoría mujeres, la Comisión reveló que los departamentos en los que más hay hombres víctimas de este delito, que decidieron aportar sus relatos, son Antioquia, Cauca y Chocó. Los hombres afrodescendientes, dice la entidad, han sido los más afectados, en parte, por la “dominación colonial hacia el pueblo negro”.

La Comisión escuchó 1.154 testimonios de víctimas de violencia sexual, de los cuales el 89,5 % fueron mujeres y el 10,5 % hombres. A diferencia de la violencia contra las mujeres, en el caso de los hombres la victimización no se daba a modo de recompensa ni de esclavización, sino más bien a modo de burla y castigo. En el documento hay relatos de víctimas de las Farc, de grupos paramilitares y de agentes del Estado.

De acuerdo con la investigación de la Comisión, la violencia sexual ocupa el puesto número 13 en el repertorio de violencias contra hombres. Esta es, hasta ahora, la primera institución que intenta documentar en detalle esta victimización, pese a que la Unidad de Víctimas tiene un registro de 2.182 víctimas masculinas de violencia sexual.

El Grupo de Género de la Comisión admitió en este documento haber tenido grandes dificultades para recopilar los testimonios y establecer sistematicidad en este delito, lo que ha ocasionado en el tiempo el subregistro de los casos. También el hecho de que muchos de los casos de violencia sexual han sido denunciados por los hombres como torturas u otras formas de tratos crueles, inhumanos y degradantes, pero ocultando el delito real.

Los testimonios que recogió la Comisión dieron cuenta de la barbarie. “Desde muy niño, desde 1995 a mí me abusan, me meten un palo, me dañan y yo me tengo que ir al hospital. Me hacen una cirugía, pero tuve que hacerme pasar como gay… O sea, que eso me lo hicieron por estar con otros hombres y todo eso. A mí me preguntan “¿usted tuvo relaciones sexuales con otros hombres”, sí, “¿usted es gay?”, sí, me tocó pasar como si lo fuera para que me pudieran hacer una cirugía”.Otras noticias de Informe Final Comisión de la Verdad.

La violencia sexual contra hombres no solo incluyó violaciones individuales y grupales, sino también acoso, la obligación de presenciar actos sexuales y de realizarlos a otras personas, la mutilación de órganos sexuales, la desnudez forzada, la amenaza de violación y las felaciones.

Los patrones de la violencia sexual contra hombres

Un defensor de derechos humanos en Cauca le contó a la CEV que las Farc lo violentaron sexualmente por, supuestamente, darle información a otro grupo armado sobre ellos. “Dos hombres me decían que tenía que hacer caso a todo lo que me pidieran, que me dejara porque, de lo contrario, se lo harían a mi niño”, contó. Esa fue la primera motivación detrás de esta violencia: “la violencia sexual la utilizaron para generar temor y castigar a quienes, supuestamente, apoyaban a grupos políticos o armados enemigos”.

El documento se refiere específicamente a la guerra patriarcal que se ha librado con los grupos armados. “Este rol castigador y correctivo frente a la población civil, por parte de un actor armado, tiene una profunda relación con un ejercicio paternalista y de la masculinidad dominante que infantiliza y subordina a quienes desea controlar”.

Hombre quedó atrapado en túnel que cavaba, al parecer, para robar un banco

La resistencia de algunos niños, jóvenes y hombres a ser reclutados a grupos armados fue la segunda motivación para los casos de violencia sexual como castigo. Uno de los ejemplos que la CEV documentó fueron los intentos de reclutamiento en el Darién y el Atrato, en medio de disputas entre grupos guerrilleros y paramilitares.

La tercera motivación de violencia sexual está relacionada con atacar a los hombres que ejercían algún tipo de liderazgo social en los territorios, con el fin de destruir la base social y lograr la “sumisión” de los defensores y activistas. Una de las conclusiones que plantea el informe es que la violencia sexual fue utilizada como acción feminizadora, como estrategia de los actores armados. Un líder comunitario que entregó su testimonio a la Comisión contó que fue violentado, a pesar de ser conocido por los miembros del grupo armado e identificado como un defensor de derechos humanos. “El que me llamó primero me dijo ‘usted se me va a desnudar porque a mí se me da la gana (…) Me quité la camisa y el pantalón y me dijo que los calzoncillos también’”, narró.

Feminizar a los hombres como estrategia de control

Para la Comisión es clave entender que la guerra en Colombia ha tenido rostro de hombre, ha sido patriarcal, machista y de heterosexualidad agresiva. Por eso, una de las estrategias de algunos grupos armados para atacar al enemigo fue sexualizar y feminizar sus cuerpos a través de la violencia sexual. “En este dramático proceso bélico, las mujeres y personas con masculinidades e identidades de género diferentes son reducidas al papel de objetos que, con su apropiación y consumición, realzan el poder viril de los combatientes”.

Una de las aclaraciones para dimensionar estas victimizaciones es que la orientación sexual de los combatientes no tiene relevancia en la violencia sexual contra los hombres. “No se trató de un encuentro homoerótico. Las prácticas sexuales se enmarcaron bajo un ejercicio de poder y no como un ámbito de producción de placer”. Incluso, la CEV plantea que la violencia sexual contra hombres se dio en el marco de prácticas de tortura privada del deseo.

La feminización de los cuerpos de los hombres al haber sido acosados, violados o torturados sexualmente reafirmaba la heterosexualidad agresiva de los victimarios. También mostraba el temor a cualquier manifestación de homosexualidad, según plantean algunos relatos.

El concepto de feminización en este documento hace referencia a que, en el contexto de conflicto armado, hay una simbología patriarcal que determina que lo femenino “ocupa el lugar de pasividad, subordinación y por tanto de un objeto apropiable”. Esa lógica, según la Comisión, llevó a que los combatientes consideraran que ser más hombres era tener más poder y menos feminidad.

Otro de los puntos documentados es la relación entre racismo y sexismo. “En esos casos es posible inferir que la violencia sexual se constituye como elemento para reafirmar sobre los cuerpos el orden patriarcal y jerárquico racial”. La violencia contra hombres afros obedeció a una estrategia de deshumanización de esa población cuyos orígenes no se remontan al conflicto armado, sino a los procesos mismos de colonización.

“La violencia sexual contra hombres negros confirma su derrota en las jerarquías de género, al ser masculinidades marginales, en el sistema de poder racializado. Estos sistemas de poder privilegian al hombre blanco y blancomestizo con el poder de poseer y violentar a otros y otras”, señala.

Frente a ese panorama, la entidad asegura que es necesario desarrollar estrategias interinstitucionales y comunitarias que permitan cerrar las brechas más amplias en estos casos: el subregistro y la impunidad. Pide que se priorice incentivar los procesos de declaración y denuncia, así como promover una cultura donde las víctimas hombres también puedan contar lo ocurrido.

Sin embargo, su llamado más importante es a replantear la noción del “guerrero” o “combatiente” y su relación con la percepción sobre la masculinidad. Por eso, sugieren que se creen políticas públicas orientadas a la promoción de nuevas masculinidades y se debatan los estereotipos culturales sobre la hombría, que han estado tan presentes en las guerras y los grupos armados colombianos.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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