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marzo 25, 2022

Farotas de Talaigua, la danza de hombres que reivindica a las mujeres


Esta es una de las manifestaciones culturales e históricas más importantes del Carnaval. Es la venganza de los indígenas contra los españoles.

Luis Miguel está sentado a la sombra de un árbol. Viste una falda larga de estampados que ha recogido entre sus piernas tratando de conjurar el vapor que brota del suelo arenoso, una pechera luminosa y una sombrereta con flores.

Con la mano izquierda sostiene un espejo, mientras que con la otra se aplica cuidadosamente rubor, un ritual que realiza con la naturalidad de quien desde los 12 años se viste de mujer.

Estamos en Talaigua Nuevo, Bolívar, un territorio aborigen ceñido por un brazo del río Magdalena, en la depresión momposina. Aquí, hace casi 500 años, ocurrió quizá la única gesta victoriosa de la que se tenga noticia de una tribu indígena sobre los conquistadores españoles.Farotas de Talaigua: la danza de hombres que reivindica a las mujeres

Fueron los farotos, vestidos como Luis Miguel y comandados por el cacique Talygua, quienes doblegaron a los advenedizos del viejo continente y, de paso, les dieron una inolvidable lección: a las mujeres se les respeta.

“Para mí es un orgullo ser farota porque estoy representando la firmeza de nuestros antepasados, que vengaron a las mujeres indígenas que fueron maltratados y abusadas por los españoles. Eso es lo que contamos a través de nuestro baile”, dice Luis Miguel Mendoza, quien desde hace 15 años pertenece a las Farotas de Talaigua, una de las danzas más aclamadas en el Carnaval de Barranquilla.

Mónica Ospino Dávila es hoy la directora de esta danza. Ella conoció a través de su madre, Etelvina Dávila Turizo, la historia de esta proeza que se ha perpetuado gracias a la tradición oral.Farotas de Talaigua: la danza de hombres que reivindica a las mujeres

“Este territorio estaba poblado por varias tribus indígenas. Estaban los Chimilas y los Farotos, que pertenecían a los Malibú. Estos eran los más laboriosos y guerreros. Los españoles, que llegaron aquí atraídos por el oro, aprovechaban cuando los farotos salían por las noches a cazar y asaltaban sus asentamientos”, cuenta Mónica.

Una vez allí, sometían a las mujeres que quedaban solas. Golpeaban y abusaban de unas y raptaban a otras para hacerlas sus concubinas o prostituirlas, en especial a las niñas.

El cacique Talygua decidió tenderles una trampa que tardó algún tiempo en consumarse, mientras lograban reunir las telas y demás objetos que les permitiera confeccionar los atuendos similares a los de las doñas españolas de la época.Farotas de Talaigua: la danza de hombres que reivindica a las mujeres

“Eso lo hicieron a través de trueques, cambiaban sus amuletos, sus joyas y monedas por tela”, detalla Mónica.

Hasta que por fin tuvieron todo preparado y entonces se puso a andar el plan. El cacique escogió a sus 12 mejores guerreros, quienes se ataviaron con las faldas, blusas, sombrillas y sombreretas a la usanza española de la época y empezaron a hacer las labores de las mujeres, que aquella noche estrellada estaban escondidas.

El resto de hombres de la tribu salió de cacería, como siempre. Los españoles, al notar esto, asomaron sus narices y vieron en el asentamiento a mujeres que no mostraban sus rostros, pero que con coquetos movimientos de cadera intentaban seducirlos.

“Cayeron en la trampa y cuando entraron se encontraron con que estas mujeres eran en realidad los guerreros farotos. Lo que ocurrió fue una carnicería. Los indígenas acabaron con casi todos los soldados y dejaron vivos a los necesarios para que llevaran el mensaje de que a las mujeres se les debía respetar”, cuenta Mónica, sentada en una canoa que se bambolea con la corriente del río.Farotas de Talaigua: la danza de hombres que reivindica a las mujeres

Piedra angular del Carnaval

Por ser depositaria de una tradición milenaria y por la historia que cuenta a través del baile, la danza de las Farotas de Talaigua jugó un papel fundamental en la escogencia del Carnaval de Barranquilla como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco.

Mónica heredó de su madre Etelvina la dirección de la danza, que desde hace 36 años participa en las carnestolendas sin importar que les toque recorrer 330 kilómetros desde su tierra hasta la capital del Atlántico y devolverse cansados y sin dinero.

“Para nosotros el carnaval es un pedestal, una vitrina que nos ha ayudado a posicionarnos como danza a nivel nacional. Nosotros no hacemos esto por plata”, aclara.Farotas de Talaigua: la danza de hombres que reivindica a las mujeres

Al vestuario de las Farotas, confeccionados por los mismos hombres, con el tiempo se le han añadido símbolos que exaltan también la región a la que pertenecen. La pechera ovalada, por ejemplo, simboliza la superficie de la depresión momposina y los accesorios en ella las joyas y la cosmovisión indígena.

En la cintura se amarran un cinturón con pañuelos colgando que simulan los amuletos que usaban los farotos para espantar las brujas.

Las flores de la sombrereta, aunque artificiales y en tonos más fuertes, son una semejanza de una flor que crece en la región y a la que llaman Rosalinda, de un hermoso tono pastel.

“La sombrereta está coronada por una flor blanca que simboliza la ninfa. La ninfa es aquella niña que raptaron los soldados españoles y de la que nunca volvieron a saber”, explica Mónica.Farotas de Talaigua: la danza de hombres que reivindica a las mujeres

En la puesta en escena, la ninfa es interpretado por un niño vestido también de mujer y que permanece detrás del mama –así le dicen los indígenas a su cacique-, líder del grupo que va marcando los pasos de los danzantes, que se ubican en filas de seis a cada lado, como escoltándolos.

John Carlos Mancera es la mama del grupo de adultos y el instructor del grupo infantil. Detalla que su papel como mama es no dejar decaer el ánimo de los demás y que nunca pierdan la postura encorvada, que es la posición para atacar. “Es una danza guerrera, no hay que olvidarse de eso”, dice.

En cuanto al baile, hay tres momentos que van de acuerdo también a la velocidad de la música que los acompaña, interpretada por un grupo folclórico conformado por una flauta de millo, dos maracas, un tambor alegre y una tambora.Farotas de Talaigua: la danza de hombres que reivindica a las mujeres

“Son tres ritmos con sus pasos, que van contando la historia. El primero es el ‘son farota’, que es cuando saludamos y nos presentamos. El segundo es ‘lavada’, cuando las dos hileras se entrelazan y empiezan a hacer el movimiento de las mujeres lavando ropa en el río. El último es el ‘perillero’, que es el movimiento de caderas sensual para coquetearle a los españoles”, enumera John Carlos.

El momento cumbre de la escenificación es cuando las hileras de danzantes forman un círculo alrededor de la mama y la ninfa y se va cerrando hasta el punto en que se convierte en una piña. Luego vuelven jubilosos a sus posiciones y haciendo sonidos guturales de victoria, pues quieren significar que lograron arrebatar de las manos de los soldados a la niña y protegerla.Farotas de Talaigua: la danza de hombres que reivindica a las mujeres

Siguen reivindicando a las mujeres

Luis Miguel ha terminado de maquillarse y junto a sus compañeros caminan hacia la calle sosteniendo las puntas de las faldonas para no tropezar. El pueblo ha olvidado la siesta de este mediodía y se ha arremolinado para verlos bailar, orgullosos de lo que hacen.

Lo que hoy es una muestra de admiración antes eran burlas y ofensas.

“Más de uno nos decía maricas, o nos pedían fotos, pero con la intención de agarrarnos. Nos tocaba tirar trompadas para que nos respetaran. Ya hoy no, ya saben lo que hacemos y lo que queremos reivindicar”, dice Luis Miguel.Farotas de Talaigua: la danza de hombres que reivindica a las mujeres

Esa lucha por que aprecien la importancia de las Farotas para Talaigua Nuevo la empezó a librar Etelvina Dávila y hoy la continúa su hija Mónica Ospino, que además promete seguir reivindicando los derechos de las mujeres, sobre todo aquellas madres cabeza de hogar y víctimas de la violencia, a quienes ha brindado talleres de artesanías y cocina tradicional para que generen emprendimientos que les permitan ganar el sustento de sus familias.

“A las mujeres queremos llevarle este mensaje de lucha. Aquellas que son víctimas de cualquier tipo de violencia que se vistan de farotas, como mujeres guerreras y luchen por su dignidad. Y a los hombres, que nos respeten”, concluye Mónica, la única mujer del grupo y la que se ha puesto los pantalones para que esta muestra cultural se mantenga en pie.

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FUENTE: RADIONACIONAL


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