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marzo 15, 2022

La educación y el emprendimiento unen a las mujeres indígenas y campesinas en el Amazonas


Indígenas ticuna desafían las barreras tradicionales y forjan su futuro a través del empoderamiento y el cultivo de la chagra.

De pie, con la frente en alto, empoderadas, orgullosas de sus raíces indígenas, unidas y decididas a hacerle frente a la discriminación, la violencia de género y a tradiciones de sus comunidades que consideran machistas, mujeres indígenas ticuna de las comunidades de Nazaret y San Martín de Amacayacu, en el Amazonas, hacen realidad sus sueños de independencia económica para ellas y sus familias.

Son portadoras de saberes; tienen un rol muy importante para sus comunidades como promotoras de los valores, la cultura y garantes de la continuidad de su pueblo, no obstante nada ha sido fácil para ellas; culturalmente están destinadas, desde muy pequeñas a heredar condiciones únicas para las mujeres, como lo explica Nelsy Jaimes, campesina y presidenta de la Asociación de Mujeres Campesinas, Indígenas y Negras del Amazonas: “En estas comunidades las mujeres no tienen proyectos de vida, ellas, en su mayoría, no terminan sus estudios, y empiezan la maternidad muy jóvenes”.

Nelsy es una de las lideresas campesinas del Amazonas, trabaja de la mano con las mujeres indígenas, viaja desde Leticia por el río Amazonas y las convoca en los resguardos para invitarlas a buscar mejores alternativas para su desarrollo educativo y económico.

“Las unas con las otras nos ayudamos compartiendo recetas de medicinas, de plantas, de alimentos, de técnicas, de saberes. Es tan importante juntarnos y no andar solas y entre todas pensar cómo solucionar una problemática, derribar una barrera que impide el acceso a una vida digna, más que estar simplemente frente al desarrollo del hogar, cuando sabemos que desde 1994 las organizaciones sociales de mujeres estamos impulsando esos liderazgos para que indígenas y campesinas que están en el sector rural, tengan acceso a la educación, al desarrollo económico, cultural y ambiental”, explicó Nelsy Jaimes.

Educación y emprendimiento para hacer la diferencia

Navegando por el río Amazonas emprendimos nuestro viaje hacia la Comunidad San Martín de Amacayacu perteneciente al resguardo indígena de Puerto Nariño en el Parque Nacional Natural Amacayacu, a dos horas por el río desde Leticia. Allí nos espera Loida Angel, etnoeducadora, indígena ticuna, maestra de la comunidad y consejera territorial en el Consejo de Planeación del Amazonas.

La encontramos en su chagra, con sus manos curtidas por la crudeza de la tierra, esa misma que ella considera sagrada y que trabaja todas las tardes para que nunca les falte la comida en la maloka.

“Esta es mi chagra, este es el espacio donde yo siembro mis árboles empezando desde la piña, yuca amarilla, yuca dulce, yuca amarga, yuca tresmesina, para comer y para hacer fariña. Tengo frutales como el caimo, tengo árboles maderables como los cedros. Tengo asaí y tengo remedios vegetales a los lados y de esas plantaciones que sembramos vendemos una parte y la otra es para nuestra subsistencia familiar, con eso le damos de vestir, la educación y aseguramos la alimentación de nuestros hijos”, comentó la maestra.

Profesora Loida Ángel

La profesora Loida es el orgullo de la comunidad, estudió en la Universidad Pontificia Bolivariana y se graduó como licenciada en etnoeducación. Con la asesoría y apoyo de Nelsy, ha aprovechado otras capacitaciones sobre emprendimiento y les habla a las mujeres de su comunidad sobre la importancia de empoderarse, aprender a transformar la materia prima que les ofrece la naturaleza de la región.

Sin embargo, el camino no ha sido fácil, pues afirma que en su territorio aún hay concepciones machistas. “En mi comunidad es como muy difícil ser maestra, porque los hombres eran los más escogidos por el pueblo, decían que las mujeres no podíamos. Entonces mis padres me decían que las mujeres hoy en día también tienen los mismos derechos de los hombres de trabajar en cualquier cosa, entonces mi papá que era una persona adulta que no sabía ni leer ni escribir, en su mente decía que yo tenía que salir adelante a tener otras oportunidades, y a tener trabajo y ese pensamiento lo llevé en mi vida, me dije que yo tenía que salir adelante”, sostuvo Loida.

Proyectos para ellas y sus familias

Así como la profesora Loida, otras mujeres de comunidades cercanas han aprovechado sus capacidades, como es el caso de Creidy Pereira, indígena ticuna de la comunidad de Nazaret, quien con sus manos teje la palma de chambira, hace canastos y otros elementos que la demanda exija como hamacas y paneras.

“Pues yo ahorita estoy dedicada a mi artesanía y trabajo en la chagra y trabajo también en pesca, estoy criando mi pescado gamitana. Hago emprendimiento junto con mi esposo y mis hijas para el sustento y para comercializar, para venta de mi pescadito y los productos como artesanías, plátano y yuca y por esto es que mis hijos son profesionales”, dijo Creidy.

Creidy actualmente es la presidenta de la Asociación de Mujeres Indígenas Artesanales de Nazaret, tiene claro que solo trabajando en equipo pueden obtener mejores resultados para su emprendimiento. “Aquí nos vinieron a capacitar la señora Nelsy, estoy bien agradecida porque ella fue la que nos trajo este pensamiento, esta organización, este encuentro que nosotros venimos haciendo, y yo traje acá a mi pueblo a organizar las mamitas para ahorita llegar a ser una asociación legalmente bien constituida con cámara de comercio”.

“Estudiar me hace feliz porque yo aprendí a liderar dentro de mi comunidad y en mi hogar. Las mujeres entendieron, se organizaron”, Creidy Pereira
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Creidy Pereira

La unión hace la fuerza

Por su parte, Nelsy nos explica que las comunidades indígenas han sufrido el impacto del conflicto armado, el desplazamiento, los estragos de la pandemia y la falta de oportunidades en sus territorios. Pero también entiende que la unión y el intercambio de conocimientos trae beneficios para todos en este territorio.

“Aquí en la zona desde que haya humanos hay esa demanda, y nosotros con nuestros saberes y nuestras semillas hemos logrado empezar a crear esos emprendimientos a través de las granjas agrícolas, pero también en estos diálogos culturales con los indígenas ya adaptamos una granja agrícola a la chagra para los policultivos y los agroforestales”, explicó Nelsy.

Vender los productos no es tan fácil en las regiones apartadas de Colombia como Leticia, donde los medios de transporte son por avión o por el río y eso encarece su comercialización. Por eso el llamado se Nelcy es a que la sociedad y el Estado aúnen esfuerzos para apoyar estos territorios como el Amazonas.

Nelsy Jaimes

“Es volver a la tierra, volver a recrear la vida en estos contextos rurales, que es donde está la esperanza para la transformación de estas realidades de pobreza, tener esa garantía de los derechos humanos en su integralidad, especialmente para las mujeres. Es una deuda social que tiene el país con todas las mujeres rurales de Colombia, de que se invierta en la mujer, pues ellas y sus familias son la base de cualquier sociedad”, aseguró Nelsy Jaimes.

Visitar Leticia es una experiencia única, pero que rápidamente nos aterriza en la crudeza de su realidad. Leticia se siente perdida en un país que parece que no la reconociera como suya, donde el Estado y los diferentes gobiernos no se han apresurado a mejorar sus condiciones de conectividad, educación, infraestructura y oportunidades de emprendimiento.

Por todo esto es que tiene tanto mérito el trabajo de las mujeres indígenas lideradas por Nelsy, Loida y Credidy, que con su trabajo hacen frente a la desigualdad social, buscando el reconocimiento de sus derechos y forjando su futuro y el de los suyos a través de la educación y el emprendimiento.

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FUENTE: RADIONACIONAL


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