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febrero 18, 2022

“Nos enseñaron a ver en el aborto un boleto al infierno sin regreso”


Salomé Gómez-Upegui escribe en su libro ‘Feminista por accidente’ sobre cómo es crecer siendo mujer bajo las reglas de la educación católica y en una familia tradicional colombiana

Salomé Gómez-Upegui (Medellín, 28 años) dice que si ella es feminista cualquiera puede serlo. Hasta hace apenas unos años no las soportaba, las veía como unas mujeres histéricas, a las que era mejor no acercarse. Ahora dicta cursos sobre feminismo y el año pasado publicó Feminista por accidente, un libro en el que cuenta cómo pasó de mirar con sospecha a cualquiera feminista para convertirse en una de ellas. Habla de su educación católica y de su vida en una familia paisa (como se conoce a los nativos de Medellín y alrededores) y especialmente conservadora.

“El colegio era un espacio que cercenaba la posibilidad de ser diferente. Se nos presiona desde allí para caber dentro de esa caja de mujeres controlables, perfectas. Solo había una forma de ser y esa tenía que seguir un molde y ese era el de la virgen María. Se nos enseñó que lo correcto era ser sumisa, sin ningún tipo de personalidad, sin agencia propia”, dice. En Feminista por accidente, su primer libro, cuenta cómo logró tumbar los muros que la separaban del feminismo.

“Sobre el aborto me inculcaron sobre todo miedo. Nos enseñaron a ver en el aborto un tiquete [boleto] al infierno sin regreso”, dice. Gómez-Upegui estudió en un colegio de monjas y creció en una familia numerosa donde las mujeres se ocupaban exclusivamente de las labores de cuidado. Su libro es una recopilación de ensayos sobre feminismo y relatos de las experiencias que la llevaron a romper con tradiciones y perder el miedo a llamarse feminista. “Una de las primeras ideas que abandoné fue esa de que para serlo debía odiar a los hombres. Pensarlo me llevó por muchos años a creer que se convertiría en una traición a mi papá, a mi pareja”, dice la autora, que después de terminar un master en Derecho en la Universidad de Harvard decidió dedicarse a escribir. Escribe sobre todo de cultura con perspectiva de género en medios nacionales y estadounidenses.

Feminista por accidente, editado por Planeta, cuenta historias que hoy suenan a anécdotas pero que revelan cómo se vive el machismo en las familias. Recuerda los reclamos de su papá porque ella, a los 12 años, no sabía preparar arroz. “Lo más absurdo era que él, entonces con más de 30 años, tampoco lo sabía hacer”, dice ahora, riéndose. Cuando era más pequeña le causaba gracia la historia de su bisabuela —que tuvo 18 hijos—, sobre la que decían que se levantaba antes que su marido, en la madrugada, a ponerse un poco de rubor y labial para volverse a meter a la cama y verse “arreglada” cuando su esposo despertara. Gómez-Upegui lo recuerda como una historia que escuchaba como una curiosidad familiar más, pero hoy la cuestiona.

“Reconocerse como feminista no es fácil. Se siente mucha frustración. Cuando creemos que las cosas están mejorando y que se ha avanzado, nos estalla una burbuja en la cara que nos dice que todavía falta mucho”, dice la autora, que dedica algunas páginas de su libro para hablar de los movimientos feministas de la región. De lo que significó —el ya himno global del feminismo— Un violador en tu camino, de Las Tesis, o del movimiento feminista mexicano y sus creativas formas de protestar.

“En Colombia también está pasando algo [con los movimientos feministas] y es de admirar porque es un país con muchas heridas de la guerra. Admiro que en medio de esto se haya podido crear y fortalecer un movimiento”, dice la autora, que reconoce especialmente el alcance que ha tenido el movimiento a favor de la despenalización del aborto. “Que se esté discutiendo esto en un país donde todavía es un tema tan difícil es ya un logro. La demanda que hoy tiene a la Corte Constitucional debatiendo sobre la despenalización del aborto es gracias al trabajo titánico de los grupos feministas”.

FUENTE: EL PAIS


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