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diciembre 20, 2021

“No nos violan las mujeres”. #EstoNoIbaAPasar


Cuando comencé mi andadura como profesional de la Psicología, sobre todo con el desarrollo de mi tesis doctoral sobre violencia sexual, el caso de “la manada de San Fermines” me impactó profundamente en concienciarme sobre todo lo que tendríamos que combatir socialmente contra este tipo de violencia. Sin embargo, ingenua de mí, no me imaginaba que años más tarde la situación social empeoraría.

¿Qué por qué es peor? Porque hemos pasado de reivindicar que “no era abuso, que era violación”, a ser perseguidas por defender lo que el feminismo lleva haciendo más de 300 años: que el sexo es una realidad biológica inmutable, y que el género debe ser abolido, algo que hace pocos años no estaba en discusión. E incluso yendo más allá: que un violador no es una violadora. ¿Suena obvio? Pues resulta que no lo es tanto.

No hay más que ver la última polémica en la que JK Rowling se ha visto inmersa por defender los derechos de las mujeres, que precisamente trata de esto último. Porque en la actualidad nos enfrentamos a un nuevo sistema de pensamiento sexista, la corriente del “generismo queer” [i], un movimiento que hace que muchas mujeres vivamos acoso diario y que trata de distorsionar la realidad de las mujeres en general y de las víctimas en particular. Veamos el tweet de JK y tratemos de reflexionar ante qué estamos:

“La guerra es paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es fortaleza, la persona con pene que te violó es una mujer”. Un tweet de Rowling que que es un guiño a la neolengua totalitaria de la novela de Orwell “1984”[ii], y que representa fielmente los posmodernos tiempos que nos han tocado vivir.

Como leemos, la frase refleja lo contradictorio de esta corriente que niega el sexo de los seres humanos y considera que somos lo que elegimos ser (no solo sobre el sexo, sino que ya se ha aplicado a la edad[iii] e incluso especie[iv] pudiendo ser extraterrestre[v]), llevando al extremo constructivista, cuando no delirante, la afirmación de que “creer es poder”.

¿Alguien cree que denunciar esto es “transfobia”? Pues entonces es muy probable que subyazca un problema de ignorancia y/o misoginia. Ignorancia por no saber que el sexo es una realidad derivada de la existencia de cromosomas sexuales XX o XY que determinan la configuración de las características sexuales y reproductivas, estando el marcador de sexo presente en cada una de nuestras células, siendo inmutable. Esto supone diferencias por sexo como distinta complexión, musculación, densidad ósea[vi], etc. que suponen un techo biológico[vii] que confiere de media una mayor fuerza física a los varones. Y es esta fuerza la que está en el origen de la desigualdad por sexos[viii], si bien cuando la fuerza no fue suficiente se generó un orden social cultural[ix] que justificaba la inferioridad o supeditación de la mujer, denominado a posteriori “género”.

Pues bien, este sistema sexo-género[x] es lo que subyace a la violencia machista que se expone especialmente en los casos de las violaciones, en que prácticamente la totalidad de los agresores son hombres. En concreto, en España el Instituto Nacional de estadística (INE)[xi] cifra para los delitos sexuales totales el pasado año (2020) que del total de 477 registrados un 99% de los autores fueron hombres, el 98% en el año 2019, un 98% en el 2018 y un 99,7% en el 2017. Es decir, en la serie se mantiene el dato de que prácticamente la totalidad de los agresores son varones. Ahora bien, ¿Qué pasaría con estos datos por sexo si se aceptara que este no existe y que “somos lo que sentimos”? Muy fácil: no podríamos demostrar que la inmensa mayoría son hombres, y blanquearíamos esta violencia por sexo. ¿Distópico? Nada más lejos, esta realidad ya está aquí.

En el caso de España hemos tenido que presenciar este blanqueamiento de la violencia contra la mujer por razón de sexo con el asesinato de Vanesa Santana[xii]. En este juicio por asesinato y violación, con resultado en condena y con testimonios que apelaban a que “siempre ha sido un acosador de mujeres, con denuncias por parte de chicas de la Península que acosaba por internet”, el imputado solicitaba hacerse llamar “Lorena”. Esto ha sido denunciado por la familia de la víctima, considerando que tener que referirse al agresor así era una victimización másque nada tiene que ver con defender a un colectivo, sino con la instrumentalización de estas leyes por agresores.

¿Qué pasaría con estos datos por sexo si se aceptara que este no existe y que “somos lo que sentimos”? Muy fácil: no podríamos demostrar que la inmensa mayoría son hombres, y blanquearíamos esta violencia por sexo. ¿Distópico? Nada más lejos, esta realidad ya está aquí.

De hecho, este no es un caso aislado, sino que hay un claro patrón de abusos a nivel internacional en el momento que estas leyes identitarias son aprobadas que hizo que el movimiento feminista lo denunciara en redes a través del hashtag #EstoNoIbaAPasar para visibilizar el daño que suponen a los derechos de las mujeres, pues no contemplan ningún mecanismo de control, protección ni mucho menos de evitar revictimizaciones. Cabe destacar que, si bien estas leyes no son retroactivas y se aplica el agravante de violencia machista, nada impide que en agresiones futuras no puedan aplicarse, neutralizando las leyes de protección a las mujeres, así como puede ser transferido a una cárcel de mujeres bajo estos postulados generistas.

Por tanto, ¿Cómo es posible que una victimología que responde a la desigualdad por sexos sea distorsionada de tal modo que se pretenda hacer creer que el sexo no existe, y que esos mismos varones agresores sean computados como mujeres por su mera manifestación? ¿En qué momento habría necesidad de que respetar el sentir de alguien supusiera borrar la realidad material, perjudicando así a la lucha contra el machismo? Y aquí es donde entra como factor explicativo la misoginia[xiii], el odio a la mujer, el desprecio a su voz, su percepción, su palabra y su propia realidad. De hecho, ¿a quienes se defienden en el caso señalado? A agresores. Ni siquiera se respeta la victimización a las propias familias de las víctimas. Esto es así de grave: se está atacando a mujeres[xiv] y defendiendo a violadores porque ellos han encontrado la coartada maestra o el dorado misógino social de decirse mujeres para los incautos e incautas que se lo crean y prioricen su sentir de manera acrítica por encima la realidad de millones de mujeres, la igualdad y la justicia social. Y no, no es exagerado.

Solo en España casi dos millones de mujeres han sufrido violencia sexual, 1/3 europeas han vivido violencia física y/o social[xv]. ¿Estos millones de mujeres no son acaso sujetos a considerar y proteger de revictimizaciones? ¿Acaso no es curioso que en la era del #MeToo, la misma en la que salimos a la calle furiosas por la violación múltiple de la manada de San Fermines, se haya potenciado un sistema de pensamiento que hace posible que se contemple que todo varón por su mera palabra (y privilegiada por su sexo, claro) pueda ser considerado socialmente mujer? Sin necesidad de ser transexual, sin necesidad de probar su disforia. Estamos hablando de que a nivel internacional se está permitiendo e instrumentalizando leyes que favorecen a agresores sin ningún control, solo por su mero deseo. Sin nada más.

Pero volvamos a la violación. ¿Qué es una violación? ¿Qué la motiva? ¿Qué subyace? Pues bien, un hombre no viola por placer sexual, viola por el placer del poder[xvi] de dominar a una mujer, de someterla, de poder poseerla, comprarla, rebajarla a súbdita, esclava, a la nada. Por eso la violencia forma parte del ritual de posesión, que va mucho más allá del cuerpo, que quiere desposeer la psique de la mujer. Esto es lo que hace que incluso impidan la disociación y les hagan estar en conciencia presentes de lo que es una tortura física y mental más allá de lo sexual. Y es que la violación se concibe como un método de refuerzo de la masculinidad. Por eso las denominadas manadas suponen varones actuando en grupo, porque refuerzan su masculinidad grupalmente y poco les importa tener una relación sexual. Buscan la vejación de la mujer colectiva, el desprecio a ella ante los otros, el poder y dominio reforzado por su grupo de iguales lo que les confiere sentimientos de júbilo, poder y pertenencia a través de la victimización colectiva.

Así de perverso y así de real es el machismo social que está presente en nuestras sociedades y que se fomenta desde los medios[xvii]. Es decir, el género que se les configura a los nacidos varones, la masculinidad, se estipula en forma de antagonismo a las nacidas mujeres y la representación de lo femenino, por lo que “son hombres al rechazar y dominar mujeres”. Este es el sustrato patriarcal[xviii] que ha dominado las sociedades milenariamente y que permanece en la actualidad. Por tanto, violar es también un ritual de poder y dominio que escenifica una violencia machista presente desde los albores de nuestra “civilización”[xix].

Reflexionemos sin miedo: ¿cómo de macabro resulta que una victimología que se sustenta mayoritariamente en la desigualdad por sexos pueda ser deformada de tal modo que se plantee que es una mujer la que la lleva a cabo pudiendo darle la vuelta a la propia raíz de esta violencia? ¿acaso no es esto un gasligh colectivo para tratar de persuadir que no son los varones los que nos agreden? ¿y cómo de revictimizador supone que estos violadores, varones con alta misoginia y agresores, puedan leerse socialmente como mujeres y manipular todas las cifras oficiales y las estadísticas sobre crímenes? Y es más, ¿cómo es posible que las víctimas mayoritarias de una violencia extrema pasemos a ser consideradas violadoras porque varones violadores dicen que lo son? ¿En qué momento hemos abolido la racionalidad, la empatía a las víctimas y sus familias?, ¿cuándo nos hemos dejado corromper por corrientes acientíficas, instauradas a golpe de imposición y pensamiento único, fomentado por los medios de manipulación de masas? No en vano esto se ha señalado a nivel internacional como adoctrinamiento[xx] en todas las esferas, permitido por un silencio cómplice ante el miedo de elevar la voz ante tamaño despropósito. Porque es lo que es.

Porque en ningún momento la inclusión de un colectivo (que nadie niega, al contrario, la defendemos como legítima y necesaria pese a sus intentos de manipular con lo contrario) puede suponer poner en riesgo, excluir a las propias mujeres e incluso negar la realidad de nada más y nada menos del 52% de la población mundial. Es más, ¿Cuándo en la historia un colectivo minoritario o desprotegido ha tenido tal poder? Nunca, porque no hablamos de un colectivo discriminado aquí, sino que se está instrumentalizando (incluso perjudicándoles) para volver a situarnos a través del neolenguaje[xxi] a las mujeres donde hemos sido situadas durante milenios: En la otredad (ahora lo “no trans”), la supeditación (priorizando sus sentimientos ante todos nuestros derechos) y la sumisión (asumiendo que somos “cis” y debemos aceptar el mismo género con el que nos oprimen).

¿Cuándo en la historia un colectivo minoritario o desprotegido ha tenido tal poder? Nunca, porque no hablamos de un colectivo discriminado aquí, sino que se está instrumentalizando

No, dejemos los autoengaños, las medias tintas y las tibiezas: no hay persona racional, cabal, honesta, ni mucho menos demócrata, socialista o feminista que pueda tragar con tal bomba de humo colectiva como hacernos creer que son mujeres las agresoras, o tal negacionismo de la violencia machista como supone negar el sexo que es la raíz de la opresión que vivimos. Quienes defienden este despropósito serán muchas cosas, pero ninguna de las que dicen. Pues no hay nada que justifique esta injusticia, este sexismo y violencia excepto la ignorancia y venderse al maninstream de nuestros días (que no deja de ser el “vender el alma al diablo” de toda la vida, pero 3.0).

Por lo tanto, pese al acoso, y a los intentos de silenciamiento, debe quedar claro que no nos acobardamos, que no vamos a asumir que el emperador va vestido, ni que el sexo por el que nos oprimen lo elegimos o no existe, ni que son las mujeres las que nos violan.

FUENTE: TRIBUNA FEMINISTA


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