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octubre 8, 2021

Trabajo decente para los campesinos, una condición necesaria para lograr la paz


Según estimaciones del DANE, el 90.4 % de los colombianos que viven en zonas rurales y centros poblados trabajan de manera informal. El pago insuficiente, la falta de condiciones de seguridad y protección social para los campesinos y los obstáculos a la Reforma Rural Integral incrementan el riesgo de que se agudice la violencia en el país.

Gonzalo Parra García es un campesino boyacense de 47 años que ha trabajado la tierra desde que era niño y aún sigue esperando que algún día el campo le garantice un poco más de lo mínimo para subsistir. Tuvo papa, fríjol, arveja y pepino, pero se dio por vencido porque había poca mano de obra y los precios de los insumos y del transporte superaban el pago que recibía por la venta de su cosecha. Al final solo tenía pérdidas.

Gonzalo tiene la certeza de que su única pensión será la de trabajar hasta cuando a él y su esposa les den las fuerzas, porque ha visto el ejemplo toda la vida: “Los ancianos quedan desconcertados porque después de tanto luchar no tienen una vejez digna, solo las dos o tres vaquitas de leche y las ayudas que les regalan los vecinos”. Y espera no enfermarse porque hace parte del régimen subsidiado y, entre el papeleo, los largos plazos para las citas y los viajes perdidos desde la vereda Caicedo de Ramiriquí hasta Tunja, el acceso a la salud cada vez es más difícil.

Por eso, en el Día Internacional del Trabajo Decente, la única sensación que tiene es la de que el Estado tiene abandonados a los campesinos. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), para que un trabajo sea considerado decente, este debe ser “con derechos y sin discriminación, en condiciones seguras y saludables, con una remuneración suficiente para vivir dignamente y con protección social”. Pero en Colombia, de acuerdo con las cifras del DANE, de las más de 11′800.000 personas que viven en centros poblados y zonas rurales, el 90.4 % tienen un trabajo informal, 72.5 % tienen bajo logro educativo, 34.3 % no tienen acceso a una fuente de agua mejorada y al menos un 2.6 % han tenido barreras en el acceso a servicios de salud.

Con esto, mientras que la pobreza multidimensional (cálculo que no solo tiene en cuenta los ingresos económicos sino las condiciones de vida) en cabeceras municipales es del 12,5 %, en las zonas rurales alcanza el 37.1%. El trabajo del campo en Colombia no es digno.

A los campesinos solo les han entregado 3.839 hectáreas: un 0.29% del total de tierras que tiene el Fondo.

A los campesinos solo les han entregado 3.839 hectáreas: un 0.29% del total de tierras que tiene el Fondo.Organización Internacional del Trabajo

El problema no es nuevo. De hecho, la Reforma Rural Integral, el primer punto del Acuerdo de paz con las extintas Farc, pretendía solucionar estructuralmente esas limitaciones, que además están muy ligadas al problema por la propiedad de la tierra, el acceso a infraestructura y el desarrollo social. Sin embargo, según el informe presentado esta semana por un grupo de senadores y representantes a la Cámara, de las 1 ‘316.000 hectáreas ingresadas al Fondo de Tierras, solo el 17.9 % han sido entregadas. Y de estas, 231.247 han sido para comunidades étnicas. Es decir que a los campesinos solo les han entregado 3.839 hectáreas: un 0.29 % del total de tierras que tiene el Fondo.

La formalización también avanza lento. “Tan solo están formalizando un 0,1 % de lo que deberían estar haciendo anualmente para cumplir con la meta de 7 millones de hectáreas formalizadas en 10 años a campesinos y campesinas sin tierra o con tierra insuficiente”, señalan los congresistas. El informe también denuncia la falta de financiación para las obras de los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), en los que se han invertido 414 mil millones de pesos desde la firma del Acuerdo. “Esto implica que se está destinando al año el 2,1 % de los recursos necesarios para lograr la estabilización del territorio y el cumplimiento de las metas del Acuerdo”, dicen.

A todo eso, Gonzalo le suma la falta de subsidios efectivos para la compra de insumos, las dificultades en el acceso a créditos y la falta de capacitación “para que la venta de los productos no se convierta en una competencia entre campesinos por el que venda más barato y no por el que venda lo mejor”.

El video "Buena tierra: El trabajo y la paz en el campo" visibiliza también la labor de las mujeres campesinas, su papel en garantizar la soberanía alimentaria de sus familias y la sobrecarga de trabajo que deben afrontar por las labores de cuidado.

El video “Buena tierra: El trabajo y la paz en el campo” visibiliza también la labor de las mujeres campesinas, su papel en garantizar la soberanía alimentaria de sus familias y la sobrecarga de trabajo que deben afrontar por las labores de cuidado.Organización Internacional del Trabajo

Las fallas en la implementación del Acuerdo hacen que sea más difícil alcanzar condiciones de trabajo decente para los campesinos. Y viceversa: según la Recomendación 205 de la OIT, es necesario que los gobiernos promuevan el trabajo decente para que se consolide la paz.

Como lo explica Italo Cardona, coordinador de la Oficina de la OIT para los Países Andinos, la persistencia del conflicto en algunos países, “ha desalentado las inversiones en sectores que tienen un potencial enorme de generar empleos, especialmente en el área rural”. También, la violencia ha dificultado el acceso a una educación de calidad, y esto, según Cardona, “incrementa la ausencia de competencias y habilidades de trabajo que ahora son requeridas, por lo que complica la posibilidad de encontrar un trabajo decente”.

Esto, tal y como lo ha evidenciado la OIT en su trabajo, potencia un círculo vicioso que va desde la fragilidad originada por los conflictos en los territorios, hacia el desempleo y el déficit de trabajo decente, y luego, al malestar social que puede desencadenar en nuevos conflictos. Por eso, insiste el coordinador, “avanzar en el trabajo decente se convierte en una prioridad en la agenda nacional y local, especialmente en los 170 municipios priorizados por el Acuerdo”.

A todo ello, Cardona añadió los daños económicos generados por la pandemia del covid-19, que significó un retroceso: “Esta crisis ha profundizado las brechas del mercado laboral, los indicadores que mostraban un cierto avance en la inclusión de las mujeres y jóvenes han retrocedido a los de hace diez años”, asegura.

Ante tantas dificultades, la OIT y la Fundacion Friedrich Ebert Stiftung en Colombia (Fescol) publicaron este jueves un video en el que reconocen a los campesinos y campesinas como trabajadores y visibilizan las dificultades que padecen.https://cdn.jwplayer.com/players/a5MKMvwJ-6K6Fknh5.html

Los protagonistas de “Buena tierra: El trabajo y la paz en el campo” son afiliados a la Asociación de pequeños y medianos agricultores de Boyacá, con quienes las organizaciones han trabajado para “fortalecer capacidades de incidencia en política pública y para participar en espacios de diálogo con las autoridades para exponer sus necesidades y sus propuestas”.

Según explicó Alejandra Trujillo, coordinadora de proyectos de Fescol, esta gestión también se está desarrollando a nivel territorial, con los concejos municipales y asambleas departamentales de Boyacá y Magdalena, ante la falta de una política nacional de trabajo decente.

Gonzalo sabe que esos procesos toman tiempo. Por eso, su apuesta por ahora son los duraznos gran jarillo. Está podando cada dos semanas a ver si logra sacar una cosecha constante de las 120 matas que tiene en su terreno de menos de una hectárea. Así se podría salir un poco de la competencia con los demás campesinos que tienen cosechas en temporadas fijas del año y podría tener un ingreso más o menos fijo.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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