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septiembre 1, 2021

Las organizaciones que buscan a desaparecidos en Antioquia, Guaviare y Casanare


En el Día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada, contamos la historia de tres organizaciones de víctimas que buscan a los desaparecidos del conflicto en esos departamentos del país: las Madres de la Candelaria, la fundación Yovany Quevedo y la Corporación Vida Paz.

Este miércoles, víctimas y organizaciones que integran la Mesa de Trabajo de Desaparición Forzada exigieron, a través de más de 10.000 firmas recolectadas, que el Gobierno de Iván Duque ratifique la competencia del Comité de Naciones Unidas contra las Desapariciones Forzadas. Según esas organizaciones, es un paso fundamental para obtener apoyo internacional en la búsqueda de los desaparecidos del conflicto armado. La petición la hacen este 31 de agosto, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de las Víctimas de Desaparición forzada.

En Colombia hay un sinnúmero de organizaciones que buscan a los desaparecidos de la guerra, que son al menos 120.000, según la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD). En esta segunda entrega, en el marco de esta conmemoración por las víctimas de desaparición forzada, contamos la historia de tres organizaciones locales que buscan a sus desaparecidos: la Fundación Yovany Quevedo Lazos de Vida, en Casanare; la Corporación Vida Paz, en Guaviare y el sur del Meta; y la Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria, en Antioquia. Un homenaje a su labor.

Fundación Yovany Quevedo Lazos de Vida

Este es el relato de Lyda Quevedo, creadora de la Fundación Yovany Quevedo Lazos de Vida, que lleva el nombre de su hermano, desaparecido el 25 de noviembre de 1999 en Aguazul (Casanare). Cuenta lo que han sido estos 20 años de búsqueda, en los que ha acompañado a otras familias a buscar sus desaparecidos. Ha recorrido el departamento, ha indagado con paramilitares en las cárceles, ha recibido amenazas y hoy pide que los exparamilitares digan la verdad que le deben al Casanare.

El 29 de octubre de 2009 nació formalmente la Fundación Yovany Quevedo Lazos de Vida para buscar a los desaparecidos del conflicto en Casanare.

El 29 de octubre de 2009 nació formalmente la Fundación Yovany Quevedo Lazos de Vida para buscar a los desaparecidos del conflicto en Casanare.Cortesía

“Yovany Quevedo es desaparecido el 25 de noviembre de 1999 en el municipio de Aguazul a escasas dos cuadras del Comando de Policía, es sacado de su casa con su compañera sentimental, por lo cual quedaron cinco mujeres huérfanas. Tenía 21 años cuando se lo llevaron. Desde ahí mi mamá emprende una lucha de buscar a su hijo por todo el departamento. Yo un día me di cuenta que, por ejemplo, los desplazados del conflicto reciben apoyo, pero a nosotros nadie nos ayudaba a buscar a nuestros desaparecidos.Te puede interesar

Luego de una denuncia que yo hice en los consejos comunales de Álvaro Uribe, donde pedí que se me brindaran las garantías de seguridad, puesto que seguía buscando a mi hermano y tenía amenazas, se me asignó un esquema de seguridad y eso me empoderó para empezar a recorrerme el departamento, los municipios, los corregimientos. En esas correrías me di cuenta de que no estaba sola, que había otras personas que como yo también buscaban sus hijos. Y en la desmovilización del Bloque Centauros de los paramilitares, en Yopal, nosotras llegamos allá un poco de mamás cada una por su lado a buscar a sus hijos. Empezamos a gritarle al comisionado Luis Carlos Restrepo, a Mancuso, a Ernesto Báez, que por favor nos devolvieran a nuestros hijos. En últimas el reclamo no era directamente para ellos, sino para las autodefensas del Casanare, pero como las del Casanare nunca se desmovilizaron… Ahí nos abordó Luis Carlos Restrepo, junto con monseñor Misael Vacca Ramírez, nos hicieron una mesa de trabajo, yo digo que nos embolataron y nos callaron.

En esas nos dijeron que nosotras teníamos que estar organizadas. Entonces yo pensé en hacerle memoria a mi hermano, porque la idea es que no lo olviden y que muchos pronuncien su nombre así no lo conozcan. Llamé a las mamás y les dije que le iba a dar vida jurídica. Inicialmente eran 58 mamás con las que empezamos a hacer la revuelta, las salidas, a marchar por la carrera 20 de Yopal. El 29 de octubre de 2009 la fundación adquirió vida jurídica.

Ahí empieza un recorrido por las cárceles, los mismos paramilitares me escucharon, supieron que yo existía y empezaron a llamarme. Estando en las cárceles empecé a llevar foto de mi hermano y de mi cuñada, y me di cuenta de que podía llevar otras fotos de otros familiares y empezamos a hacer un trabajo de poder buscarlos y que nos dijeran dónde estaban botados para poder ir a buscarlos.

Logré llegar ya a un punto que le entregué yo a la Fiscalía y con ellos hemos ido a buscar allá ya como unas cinco o seis veces. En un viaje de esos hace dos años ya encontré a mi cuñada y ya la entregamos. Lastimosamente los paramilitares de la época ya se han ido muriendo entonces uno queda en el limbo. Mi hermano está presuntamente en una vereda de Tauramena. En marzo estuvimos allá, pero no lo hemos podido encontrar.

La dificultad más grande en la búsqueda es la indiferencia. Hay mucha indiferencia y sobre todo en Casanare, si bien algunos lo sienten, a muchos no les importa. Es una impotencia ver que eventos como el que nosotros organizamos, para conmemorar a las víctimas de desaparición, no los apoyan. Las instituciones se limitan a hacer lo básico. Logramos en este momento por iniciativa de la fundación que se cree la mesa de desaparición forzada en Casanare. Hay voluntad de este gobernador, pero hay una falta de comunicación, quisiera uno sentarse a trabajar en equipo pero hay como unos celos, unas riñas, protagonismos y nosotros como organización que ya estamos tan viejos en esto no estamos para aguantarnos que nos sienten allá para utilizarnos o para pendejadas.

Frente al paramilitarismo por supuesto existe el temor y la angustia porque los paramilitares nunca se desmovilizaron. Además, hoy si usted se da cuenta Martín Llanos no le interesa a nadie, pero es un tema que debería estar en la agenda pública: hay que reunir a los paramilitares y que le devuelvan la verdad a Casanare. Pero ahora los que capturaron antes que Martín Llanos ya van a salir, después de 10 o 15 años, ellos ya se van a ir, no les importa nada. Va a quedar solo Martín Llanos y él si bien sabe un pedazo de la verdad, no la sabe toda.

– ¿Por qué seguir en esto a pesar de todo eso?

Es una vida en esto. tenemos la convicción de que podemos cambiar muchas cosas. Aquí hay también víctimas que lo desaniman a uno porque creen que uno en todos estos años se ha lucrado de esta lucha social; pero nos animan las mamás que por años han estado ahí, que aún creen en uno.”

Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria

El 19 de marzo de 1999 fue la primera vez que cuatro mujeres se pararon en la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, en el centro de Medellín, para gritar que les devolvieran vivos a sus hijos. Una de estas mujeres, que convocó a las demás, era Teresita Gaviria, antioqueña de 73 años que lleva los últimos 23 buscando a su hijo Cristian Camilo, quien fue desaparecido el 5 de enero de 1998 por paramilitares del Urabá antioqueño. Ella nació en Urrao (Antioquia) y en el conflicto perdió a 12 familiares, entre ellos a su padre. Fue desplazada varias veces y después de la desaparición de su hijo fundó la Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria.

Teresita Gaviria es una antioqueña de 73 años que lleva los últimos 23 buscando a su hijo Cristian Camilo, desaparecido el 5 de enero de 1998 por paramilitares del Urabá antioqueño. Nació en Urrao (Antioquia) y en el conflicto perdió a 12 familiares, entre ellos a su padre. Es la fundadora de la Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria.

Teresita Gaviria es una antioqueña de 73 años que lleva los últimos 23 buscando a su hijo Cristian Camilo, desaparecido el 5 de enero de 1998 por paramilitares del Urabá antioqueño. Nació en Urrao (Antioquia) y en el conflicto perdió a 12 familiares, entre ellos a su padre. Es la fundadora de la Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria.RAUL ARBOLEDA

Su inspiración directa fueron las madres de la Plaza de Mayo – hoy abuelas – que Teresita Gaviria había conocido en Argentina. Entonces, cada miércoles se reunieron en el mismo sitio, el atrio de esa iglesia, para hacer un plantón exigiendo la búsqueda sus desaparecidos. Se fueron sumando más y más mujeres.

“Teníamos encima las amenazas, los actores armados, el Ejército, la alcaldía, la gobernación. Hasta las mismas víctimas, que nos decían ‘ustedes están dando la vida aquí, pendejas, la vida es única’; y yo decía ‘sí, pero también la vida de mi hijo era única. Él no se desapareció, a él lo desaparecieron”, dice Teresita Gaviria.

En 2006 se hicieron acreedoras al Premio Nacional de Paz y adquirieron reconocimiento en todo el país. Lograron comprar una sede para la asociación, que ubicaron en una oficina de un edificio en el centro de Medellín. En esa oficina hoy están los archivos de 2.105 casos de desaparición forzada que llevan las Madres de la Candelaria.

En la búsqueda de los desaparecidos han tenido varias estrategias. Una, hablar directamente con los paramilitares. La ley de Justicia y Paz les dio la posibilidad de preguntarles a los paramilitares desmovilizados por sus hijos desaparecidos, por la ubicación de fosas comunes. Empezaron a ir a las cárceles a reunirse con ellos. Producto de ese trabajo en las cárceles, lograron encontrar e identificar a 60 personas.

Y la otra estrategia, ponerse las botas e ir a los municipios de Antioquia a hablar con los campesinos. En algunas de esas conversaciones, algunos de los labriegos terminan por revelarles la ubicación de fosas comunes que ellas después ponen en conocimiento de la Fiscalía, para ir a hacer las diligencias de exhumación.

El camino no ha sido fácil. En un episodio que marcó con dolor a Teresita Gaviria, una madre a la que le acababan de entregar el cuerpo de su hijo desaparecido le dijo: “yo creí que usted me entregaba a mi hijo caminando”. A pesar de eso, hoy han logrado encontrar e identificar a más de 110 personas desaparecidas.

Corporación para la vida, la paz y el desarrollo sostenible – Vida Paz

Cuando el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos empezó a negociar la paz con las Farc en La Habana (Cuba), lejos de allí, en el departamento del Guaviare, un grupo de hombres y mujeres empezaron a pensar que debían juntarse para aterrizar en ese territorio la paz que se negociaba por fuera. Que debían juntarse para promover la defensa y la garantía de los derechos humanos en un departamento como ese y en la región del sur del Meta, en el Guayabero.

Empezaron también a promover la defensa de la vida digna, con los derechos básicos garantizados, pero también la vida de la naturaleza, del ambiente, de la biodiversidad. Y en esa defensa por los derechos humanos aparecieron las familias de los desaparecidos, como también las mujeres y los campesinos.

La Corporación Vida Paz tiene su origen en el proceso de paz de La Habana, cuando en Guaviare se juntaron defensores de derechos humanos para apoyar una visión de paz integral en su territorio.

La Corporación Vida Paz tiene su origen en el proceso de paz de La Habana, cuando en Guaviare se juntaron defensores de derechos humanos para apoyar una visión de paz integral en su territorio.Cortesía

En el proceso de búsqueda, cuenta Geovanny Gómez, representante de la corporación, el mayor obstáculo lo ponen las mismas instituciones. “Les cuesta mucho trabajar de la mano con organizaciones que hacemos este trabajo; se siente un celo de algunas instituciones hacia las organizaciones, en la medida que tenemos el contacto con las víctimas y la confianza con ellas. En vez de ver eso con buenos ojos, lo ven de mala manera y procuran invisibilizar el trabajo que se adelanta en el territorio. Incluso, nosotros hemos sido víctimas de que algunas instituciones nos vetan”, dice.

Además, dice que la falta de respuestas de esas instituciones, con frecuencia, no permite que la búsqueda avance. “Las organizaciones conseguimos la información, la recopilamos, la analizamos, recogemos todo lo relacionado con el caso, hacemos el trabajo de localización y hasta georreferenciación de lugares. Todo eso lo hacemos, pero de ahí en adelante depende mucho de la actuación de las instituciones y ahí ya no avanza el trabajo. Un ejemplo: el acceso de las víctimas a la toma de muestras de ADN, vital para el proceso de identificación.”.

Pero también hay trabas en relación con la información que pueden brindar las instituciones si se articularan, explica Geovanny. Habla del caso en que el victimario pertenezca a un grupo armado y haya participado en un proceso de paz, y tenga voluntad de dar información, cómo las entidades pueden hablar con esas personas e indagar con ellas sobre un dato puntual, sobre alguna familia, alguna víctima. “Eso es importante porque afecta la confianza que se construye desde las organizaciones con las víctimas y les quita la motivación a los familiares para seguir buscando”.

Geovanny Gómez llama la atención sobre el hecho de que pasen los años y no haya respuestas. Los familiares de los desaparecidos están envejeciendo; incluso, muchos han muerto buscando a sus hijos y nunca tuvieron una respuesta. Hay familiares esperando que les tomen las muestras de ADN. Él tiene fe en que el trabajo que viene liderando la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas transforme la manera de buscar y les devuelva la esperanza a los familiares.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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