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julio 26, 2021

La vida para buscar: Las madres del Guaviare y sus familiares desaparecidos


Estas son las historias de desaparición forzada y reclutamiento que tienen en vilo a cinco mujeres del Guaviare. Gracias a la alianza entre organizaciones sociales que han rastreado a las víctimas de desaparición en este departamento, los casos de estas madres llegarán a la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD).

Magnolia Peláez prepara el tinto con perejil. “Eso es lo que lo despierta a uno”, dice. Es una mujer alta, de contextura robusta y ojos verdes, o azules, que cambian de color cuando la golpea la nostalgia de recordar a Margy Peláez, su hija, quién desapareció el 14 de abril de 2001, hace 20 años, cuando tenía solo 11 años. “Ese sábado por la mañana la mandé por lo del almuerzo, y todavía no ha vuelto”, asegura. Y con ese humor, propio de quienes han padecido tragedias, narra la historia de su vida, o de lo que queda de ella.

Para ganarse la vida, Magnolia vende jugo de naranja, preparada (bebida refrescante) o tintos en la calles de San José del Guaviare (capital del departamento de Guaviare). Ella tuvo dos hijos, pero vive sola. Margy era la mayor y hoy la sigue buscando. Su hijo menor es otra historia marcada por los rezagos familiares que deja la desaparición forzada en un hogar colombiano.

“Cuando mi hija se desapareció yo dejé a mi hijo botado, me fui a buscarla a cuanto bar estuviera abierto. Pasaron muchas noches en las que él (su hijo) pasó solo. Le doy gracias a una vecina que lo recogió y se lo llevó para la casa”, cuenta con lágrimas en sus ojos y con la culpa de un corazón que se aferra a tiempos pasados.1/3Doña Magnolia asegura que la desaparición de su hija desestabilizó a toda su familia. La búsqueda de Margy hizo que se desmoronara la relación con su otro hijo.2/3Margy Peláez tenía 11 años cuando desapareció. Su madre, doña Magnolia, pide ayuda para encontrar a su hija y exige que se les cumpla a las víctimas, así como a quienes dejaron las armas.3/3Magnolia buscó a su hija por su nombre en Google, y sin mayor resultado, decidió buscar ‘guerrilleras menores de edad en el Guaviare’ y se encontró con la fotografía, que ella asegura, es su hija con un fusil en la mano.

Margy estudiaba con una beca en el Colegio Adventista Maranatha de San José del Guaviare y cursaba cuarto grado cuando desapareció. “Fueron horas interminables, días inacabables, noches largas, noches de espera. Y mire, todavía sigo esperando. Ya hace 20 años. Ella se fue pero me tocó perder a mí”, cuenta Magnolia.

El caso de Magnolia, como de la gran mayoría de mujeres y hombres buscadores, está hilado por información que le dan vecinos, conocidos o que ellos indagan con sus propios medios. Y así arman su caso, y además de ser víctimas, también son investigadores.

Luego de meses de búsqueda, e incluso de volverse amiga de una guerrillera de la región, Magnolia descubrió que a Margy la habían reclutado las Farc. En este departamento había presencia del Bloque Oriental de las Farc, que bajo las órdenes de Víctor Julio Suárez, conocido como ‘Mono Jojoy’, llegó a cubrir el 55 % del país. Esta información la confirmó una noche, por suerte o inevitable coincidencia. Magnolia no podía dormir y entonces “yo me metí aquí (señala la aplicación de Google) y como yo buscaba ahí modelos de vestidos entonces yo dije si encuentro lo que yo quiera ahí, pues ahí puedo encontrar a mi hija, ¿no?”.

Y así fue, ella buscó en Google por el nombre de Margy, por los supuestos “alias”, pero no halló nada. Entonces, en la barra de búsqueda escribió “guerrilleras menores de edad de San José de Guaviare”. Y entre las fotos que le salieron, asegura, una de ellas corresponde a Margy. Esta foto no tiene nombre, y el crédito es solo de Flickr. Ilustra una noticia de 2016 en la que se relata cómo las Farc ordenaban a menores de edad reclutados a enterrar a otros guerrilleros caídos en combate.Te puede interesar

Esa foto llenó a Magnolia de ilusión y de rabia. “¿Qué sintió usted al ver a su hija con un rifle en las manos?”, le pregunté. Me respondió: “Ira, porque le truncaron los sueños a mi niña. Ella no quería eso, ella estudiaba, le encantaba el estudio. Decía que quería ser azafata o secretaria del Presidente de la República. ‘Yo no estoy estudiando para quedarme en la cocina’ me decía”.

Con esta foto, Magnolia pidió prestado dinero al banco y a sus vecinos. Todavía le debe al banco. Y con esa plata se fue hacia las Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ahora Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación -ETCR-) en Charras, Vistahermosa, Miraflores y Mesetas. Allí llevó las fotos de su hija, la que tiene camuflado y la que está con su hermano menor. Nadie le dio respuesta de su paradero. Pero sí pudo averiguar que a ella la entrenó ‘Ciro Peraza’, cabecilla del Frente 44 de las Farc, del Bloque Oriental.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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