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junio 8, 2021

Mátame, machismo, que la ley no pudo


“A la mujer en Colombia la mata el machismo y la ley es la cómplice principal”.

Hace algunos días leí en una columna de opinión que la palabra “feminicidio” era el nuevo caballo de Troya con el que se le está dando soporte al imaginario colectivo feminista de que a “la mujer en Colombia la están exterminando”.

Para nadie es un secreto que en el último año las cifras de feminicidio aumentaron de forma alarmante. Tener el pensamiento errado de que es un ideal feminista insinuar que por ser mujeres corremos mayor peligro en la sociedad es como el absurdo pensamiento de que la mujer no podía utilizar pantalones porque perdía su feminidad.

Apenas en 2015 fue creada la ley de feminicidio en Colombia, luego de la terrible muerte de Rosa Elvira Cely, en el 2012, la cual estremeció a todo el país por su crueldad. Con esta se modifica el Código Penal y se introduce el concepto “feminicidio”. Antes de esta fecha la muerte violenta de una mujer era considerada un homicidio y se juzgaba como tal, lo que daba una pena al imputado diferente a la que tiene una persona juzgada hoy por feminicidio, que tiene condenas más extensas y no puede tener ninguna clase de preacuerdo con la Fiscalía. Lo que más llama la atención es que se han presentado casos donde de manera ilegal la Fiscalía realiza preacuerdos, como lo evidenció la investigación que llevaron a cabo ONU Mujeres y la Universidad Nacional, donde los imputados, tras aceptar cargos por feminicidio, accedieron a preacuerdos dándoles una rebaja de pena de hasta el 25 %. Lo que genera cierto malestar para las diversas luchas que se están llevando a cabo contra el feminicidio es que hay quienes se respaldan en el hecho de que es un homicidio y alegan que los casos donde muere un hombre no generan tanta controversia. No es cuestión de hacer más alarde y prestarles más atención a los feminicidios que a los homicidios de hombres. Lo relevante en todo esto es que los diferentes casos de muertes de mujeres de forma tan violenta evidencian la sevicia y los patrones culturales que están impregnados en nuestra sociedad, donde se demuestra que a la mujer, al ser asesinada de esta forma, se la subordina, somete, humilla y desprestigia.

Un problema aún mayor son las cifras nacionales, pues Medicina Legal, la Fiscalía y asociaciones como la Fundación Feminicidios Colombia, el Observatorio de Feminicidios Colombia y la Red Feminista Antimilitarista tienen datos que no son unánimes. Queda demostrado que nuestro Estado no posee reportes confiables sobre el tema y no se cumple ninguno de los protocolos internacionales creados para el seguimiento e investigación de los feminicidios. El resultado es que muchos de estos casos queden entre comillas, dándose a conocer por algún titular de un periódico nacional que luego de algunos días queda en el pasado si este no logra ser muy mediático o generar una gran conmoción en los lectores.

Es difícil entender cómo una niña de 13 años, precisamente el 8 de marzo de 2020, Día de la Mujer, fue víctima de feminicidio y el agravante de este caso es que este hecho fue perpetrado por un hombre que ya presentaba siete sentencias por el delito de acceso carnal violento y estaba libre. También recordemos el caso de Sofía Cadavid, de 18 meses, asesinada por su propio padre en diciembre del 2020, quien ya tenía denuncias por violencia intrafamiliar. Algo estamos haciendo mal, porque cada día los casos aumentan y es alarmante ver las acciones que toman los entes gubernamentales cuando deben afrontar estos procesos. Lo cierto es que muchas de estas muertes se podrían haber evitado si los procesos hubiesen tenido la atención y las acciones correctas.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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