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mayo 24, 2021

Radios de paz para recomponer las relaciones afectadas por la guerra


El pasado 21 de mayo se lanzaron al aire seis nuevas emisoras de paz, completando así 11 de las 20 pactadas en el Acuerdo de Paz. ¿Cuál es el valor de estos espacios creados en territorios golpeados por el conflicto armado?

El 25 de junio de 2019, Chaparral (Tolima) se convirtió en el primer municipio de Colombia que puso al aire una emisora de paz. En esa ocasión, el sexto punto del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc (Implementación, verificación y refrendación), que incluye la puesta en marcha de estas emisoras, empezó a cobrar sentido ciudadano en este pueblo tan golpeado por el conflicto armado, particularmente en los hogares que durante años vivieron de forma directa la guerra y le apostaron fielmente a cambiar las tristezas y las narrativas de terror por relatos de reconciliación.

El punto 6.5 del Acuerdo (“Herramientas de difusión y comunicación”), cuyo objetivo, para 2026, es tener en marcha veinte emisoras en frecuencia modulada (FM) de ese estilo, que se ubiquen en territorios altamente azotados por el conflicto armado o, en otras palabras, dentro de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) y que sean elegibles por la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación (CSIVI), compuesta por antiguos miembros de las extintas Farc.

Los avances en este aspecto van más rápido que otros puntos del Acuerdo de Paz. Tras Chaparral, Ituango (Antioquia) prendió sus micrófonos semanas después; y en agosto de 2020, Convención (Norte de Santander), San Jacinto (Bolívar) y Fonseca (La Guajira) hicieron lo propio. El pasado viernes, 21 de mayo, seis nuevas emisoras de paz fueron inauguradas en Algeciras (Huila), Puerto Leguízamo (Putumayo), Arauquita (Arauca), El Tambo (Cauca), Bojayá (Chocó) y Florida (Valle del Cauca).

Es decir, con estas últimas el balance global de emisoras proyectadas en el punto 6.5 supera el 50 % del objetivo final, indicador muy superior al de medidas como los proyectos adscritos al Plan Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos (PNIS), por dar un ejemplo, que, según cifras de la Agencia de Renovación del Territorio, tienen con corte a abril de 2021 un avance de apenas el 16 %.

Por las directrices de lo pactado en La Habana, la Radio Nacional de Colombia y RTVC, medios públicos asignados para albergar estas frecuencias radiofónicas, variaron su contenido territorial, en aras de que la música, la cultura regional, las voces que quisieron ser invisibilizadas por las dinámicas de los armados y los sonidos del campo contaran sobre su nueva vida después del fin del conflicto. En estos ejercicios periodísticos se rompieron estigmas históricamente arraigados en estos lugares y, paulatinamente, se comenzó a democratizar el uso de la radio con historias de paz, algo esperanzador y justo para la tranquilidad de decenas de comunidades.

“Desde que se lanzó la primera emisora de paz, hasta las seis más recientes, hemos superado la barrera de incertidumbre más grande que tenían los oyentes, que era pensar que estos contenidos estaban al aire como apología a la subversión o como una emisora de la guerrilla. Dentro de sus comunidades se ha generado apropiación, es una radio muy profesional que, si bien tiene un tinte estatal acorde a su origen, no es algo gobiernista ni en apoyo a la oposición o algo que vaya en contra de las instituciones. Estas emisoras de paz son una muestra más de que siempre puede haber herramientas para sembrar buenos sentimientos en vez de generar odios”, le dijo a este diario Vicente Silva, gerente de la Radio Nacional de Colombia.

La figura de director en estas emisoras no ha existido ni existirá. A los conductores se les denomina “líderes” y, según los periodistas de estas cadenas consultados para esta nota, en este tipo de detalles, por más pequeños que parezcan, están los puntos diferenciadores con los que ellos entienden que trabajan de una forma más horizontal y descentralizada en su esencia.

Carolina Díaz, miembro de la emisora de paz en Arauquita, también considera que su puesta al aire le da al país lecciones preliminares de que los nuevos relatos deben ser un desafío a la historia, sobre todo en cómo se solían contar los hechos regionales a lo largo y ancho de Colombia.

“Todo mi equipo de trabajo está compuesto por cuatro mujeres más y, mejor aún, por oriundas del departamento. Antes de esto lo que veíamos y escuchábamos eran relatos exclusivamente masculinos que contaban al departamento y sus lógicas de guerra de forma envidiosa. Nuestro rol es aprender de los errores del pasado y aprovechar que tenemos una voz que fue negada por mucho tiempo, para reconciliarnos en cosas pequeñas y en cosas grandes. Acá la gente ha sufrido muchas caras de la guerra y llegó la hora de que los acompañe una voz de aliento, que exprese que más allá de cualquier cosa lo que hay aquí es gente pujante que no se rinde. Lastimosamente, sabemos que otras violencias persisten y que se suman a una crisis migratoria sin regulación y con pocas garantías para todos, pero ¿quién dijo que eso nos detendrá?”, indicó.

En la misma línea de las nuevas emisoras de paz, la experiencia de Bojayá promete ser una de las más esperanzadoras en términos de pedagogía, poniendo por encima de cualquier valor un perdón irrestricto y conmovedor. Dos de los cinco periodistas presentes en esta frecuencia son excombatientes de las Farc y una de sus compañeras de mesa es una víctima de su accionar armado. Allí no hay espacio para el odio o la venganza, pero sí para una amistad y complicidad naciente que apela a la reconciliación como insumo para llegar a los oyentes.

Vicente Silva sugiere que el modelo de contratación con el que los periodistas llegan a las emisoras de paz es algo que debería ser replicado por más empresas de esta índole, en la medida en que cada contratista pasa antes por un estricto filtro de selección, que va de la mano con una tabla de honorarios que define el dinero que puede llegar a ganar dependiendo de sus capacidades profesionales.

“Para estas emisoras hemos buscado excelencia profesional conforme a la profesión y trayectoria de cada uno de nuestros periodistas. Antes de la apertura de cada emisora llegaron muchas hojas de vida y esas experiencias nos enseñaron a filtrar con mucho cuidado a cada uno de los seleccionables. Por lo menos en Fonseca, San Jacinto y Convención llegaron más de cien candidatos, cuestión que nos enseñó a mirar al detalle cada solicitud para tener periodistas y equipos muy buenos, motivados por las necesidades locales de cada uno de sus municipios”, aseveró.

Una paz musical

Los diversos ritmos musicales de estas regiones son aliados irremplazables para que puedan llegar a sus audiencias. Martha Rentería, lideresa indígena de la estación de Puerto Leguízamo sostiene que ante desencuentros comunitarios que puede haber en Putumayo, ya sea por cuestiones étnicas o por otras razones culturales, antes, durante y después de la guerra, la música ha sido un factor que aliviana cualquier molestia que pueda existir y, en cambio, conecta a las personas como casi nada lo hace.

“Desde Bogotá o desde otras grandes ciudades, a veces muchos grandes maestros o personas que miran la construcción de paz desde una perspectiva centralizada creen que se llega a la gente con teorías para descrestar o palabras sofisticadas y no se atreven a mirar la esencia de las personas. Esa tarea, a veces muy simple, la hace de forma correcta la misma música. Con ella, sin decir una sola palabra, transmitimos sentimientos y unimos hermanos que estén en desacuerdo. Esa, sin duda, es para mí una de las grandes lecciones de estas emisoras de paz, en la medida en que no nos quedamos en el discurso, sino que queremos infundir y divulgar pedagogía que tenga sentido de pertenencia, respeto por lo propio antes que nada y un mensaje contundente de que para cambiar a los demás es necesario siempre hacer una introspección completa. Por fortuna, para eso está nuestra música, la de indígenas y campesinos, que es inacabable”, aseguró Rentería.

Si los planes de la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación (CSIVI) del Acuerdo de Paz y de los medios públicos siguen en firme, la duodécima emisora de paz que saldrá al aire en Colombia estará en el municipio de Mesetas (Meta) en un par de meses. La idea es que la música también sea protagonista en esa estación, pero más allá de eso, serán los momentos de ensayo y error, los aprendizajes que vayan dejando las emisiones de las demás frecuencias y las dinámicas locales de orden público las que le den un hilo y un estilo editorial.

Desde ya se espera que las condiciones técnicas y de interconectividad permitan que este municipio también le pueda contar al país acerca de cómo es su vida después de la guerra y que, a partir de sus relatos, también haya cada vez más una mirada nacional en la que se valoren estos contenidos regionales que buscan aportar a la construcción de un país reconciliado y resistente ante la adversidad.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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