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abril 27, 2021

Eddy Ascanio, la primera árbitra del Catatumbo, promueve el fútbol por la paz


En junio de 2018, Eddy Ascanio fue certificada por la Dimayor como árbitra oficial, la primera mujer catatumbera que ha llegado a esta posición. Pero sus sueños no terminan ahí, y fundó su escuela de fútbol en la que le apuesta a que más mujeres y niñas practiquen este deporte y rompan el paradigma de la guerra.

A veces, cuando los hombres me ven arbitrando un partido de fútbol me gritan que regrese a la cocina, me insultan porque creen que las mujeres no deben dedicarse al fútbol. Hay otros días en que las niñas catatumberas llegan para que les enseñe a jugar y mi desilusión pasa, veo con esperanza el futuro de este territorio. Soy Eddy Johana Ascanio Guerrero, la primera árbitra que se certificó en el Catatumbo. Nací el 13 de septiembre de 1995 en el corregimiento de Filogringo. Mis padres son de la región del Catatumbo, llegaron al corregimiento en el mismo año que nací. Vivimos un tiempo en El Tarra, estudié hasta segundo de primaria allá, luego aquí en la institución educativa de Filogringo y me gradué en 2013 como bachiller. En el año 2000 la violencia paramilitar hizo que nos desplazáramos a Cúcuta, y regresamos en 2004.

Durante el tiempo de desplazamiento mis padres se separaron, mi papá hizo otra familia en otro lugar y nosotros regresamos a Filogringo. Un domingo, mi hermano mayor fue reclutado por uno de los grupos armados, dos meses después llegó la noticia de su muerte, en marzo de 2008. Tiempo después, en 2012 para ser más exactos, llegó la noticia del asesinato de mi papá en el Zulia. A partir de ese momento nos quedamos solas con mi mamá.

El fútbol me ha gustado desde que era una niña, cuando estaba en el colegio jugaba mucho microfútbol. Creo que el deporte puede salvar la vida de niños y niñas en el Catatumbo, llenar de oportunidades esta región puede ayudarles a los jóvenes a tomar caminos diferentes, por eso en 2015 monté mi escuela de fútbol en Filogringo y empecé a entrenar a niños y niñas de todas las edades. Trabajé de manera empírica durante dos años y luego me fui a Cúcuta a perseguir el sueño de ser árbitra certificada por la Dimayor.

Durante ese 2018 ingresé a estudiar la carrera técnica en ejecución de programas deportivos, también me aceptaron en el curso de arbitraje, y hoy soy árbitra certificada en la Corporación de Árbitros de Fútbol de Norte de Santander, que tiene el aval de la Dimayor. La verdad, quise estudiar una licenciatura, pero no es fácil sostenerse en la ciudad. Una vez que obtuve mi certificación, empecé a pitar en la liga baby, entrenaba toda la semana para tener la mejor condición física. Después logré llegar a la liga femenina abierta de la zona metropolitana de Cúcuta. Luego regresé para hacer las prácticas de la carrera técnica en mi propia escuela de fútbol.

En febrero de 2019 se realizó la primera edición de la Copa Catatumbo.  / Archivo Particular
En febrero de 2019 se realizó la primera edición de la Copa Catatumbo. / Archivo Particular

Así nació la Fundación Talento Barí, una escuela en la que entrenan más de 60 niños del corregimiento de Filogringo y sus veredas. Hace un año, mi amigo Alexánder Torres se unió a este sueño, él que siempre ha habitado este territorio, que además sufrió el desplazamiento durante lo peor de la guerra y soñó con ser futbolista, comparte esta idea conmigo. Queremos abrir cada vez más espacios para los niños, niñas y adolescentes del Catatumbo.

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Capítulo Copa Catatumbo por la Paz

Pero la historia es mucho más grande. José Durán, un amigo que vive en el municipio de El Tarra, convocó a las personas que promueven el deporte en el territorio para materializar la idea de una copa catatumbera. En febrero de 2019 inauguramos con mucho esfuerzo la primera edición en la que participaron diversos municipios de la zona. El río Catatumbo inicia en Ábrego y ese fue precisamente el lugar donde todo comenzó. Desde entonces hemos intentado hacerla cada cuatro meses, aunque la pandemia detuvo un poco las cosas. En las versiones de la copa han participado Ocaña, Hacarí, Ábrego, San Pablo, San Calixto, Aserrío, La Gabarra, Tibú, Pacelli, Filogringo y Versalles. Queremos llegar a todos los rincones del Catatumbo.

Este es un torneo que económicamente no le da garantías a nadie y tampoco los premiados recuperan lo que gastan, es un proyecto completamente autogestionado y a veces hemos encontrado muchos problemas para su realización. Recogemos $500 mil por cada equipo y los premios los repartimos así: pagamos $2 millones para el primer puesto, $1 millón para el segundo y $500 mil para el tercero. Prácticamente lo que recogemos en inscripciones se queda en esos tres premios, los demás premios, como la valla menos vencida, el goleador y entrenador, le tocan a la casa. También hay que comprar medallas, trofeos, almuerzos para todas las delegaciones, lo que gastemos en la inauguración y publicidad. A pesar de las dificultades, cada cuatro meses hacemos esta fiesta alrededor del fútbol, porque el Catatumbo es mucho más que coca y guerra.

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Tenemos tres sueños para seguir aportando a la paz de este territorio: primero el encerramiento de la cancha de fútbol, también poner alumbrado, porque una vez que oscurece no se puede entrenar más, y el otro reto está en buscar alguna campaña para tratar mejor las basuras del corregimiento, tenemos el basurero a tres metros de la cancha y el olor es demasiado fuerte para los niños. Eso sin contar que todos los desechos están siendo lanzados al río. Necesitamos manos que se animen a trabajar por el futuro.

En la Fundación Deportiva Talento Barí estamos apostando por la construcción de un Catatumbo incluyente con las niñas y las mujeres. Cada vez más son las niñas que se animan a entrenar y practicar el fútbol. Realmente nos gustaría encontrar en el camino más mujeres que se sumen a este sueño. Romper para siempre con el paradigma de la guerra y ganar más vidas dedicadas a construir en el territorio. Para eso hace falta también la presencia del Estado con oportunidades educativas y laborales. Me he quebrado cada vez que alguno de los niños que entrena conmigo se va para los grupos ilícitos, cierro los ojos y sueño que la historia de mi hermano no se va a repetir más y que, por el contrario, vendrán cada vez más niños, niñas, hombres y mujeres que serán árbitros, futbolistas, licenciadas, médicos o lo que sus sueños les digan. Tenemos derecho a otros sueños.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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