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diciembre 15, 2020

El perdón: ¿obligación para la reconciliación o decisión de las víctimas del conflicto?


En un país que intenta salir de seis décadas de un conflicto armado, el perdón, como paso necesario para reconciliarnos, genera discusiones. ¿Es necesario darlo? ¿Es lo que se les exige a las víctimas? Sus voces y las de acompañantes de procesos psicosociales reflexionan sobre las dimensiones de este acto personal.

“Porque yo me sentía ahogada. Sentía la necesidad de perdonarlos. Los paramilitares siempre me pedían perdón en las audiencias de Justicia y Paz, y yo les creí. Es que pienso esto: si todos cometemos errores, somos humanos, ¿por qué no hacerlo? Yo sé que perdonando me liberé. Me quité un gran peso de encima. Eso era una pesadilla tener el odio guardado”.

Gladys Vargas tiene un corazón enorme. O al menos ella destaca esa cualidad suya. Lo dice porque fue capaz de perdonar a los paramilitares que desaparecieron a su hijo Elvis Luis, el 2 de abril de 2002, en Juan Frío (Norte de Santander). Advierte que no fue de un día para otro. Dar este paso le tomó seis años, decenas de audiencias y conversaciones con Jorge Iván Laverde, exjefe paramilitar conocido como el Iguano.

Solo cuando supo la verdad de lo que ocurrió con Elvis, de apenas 17 años, fue capaz incluso de estrecharle la mano a quien tanto odió. Al principio los integrantes de las Autodefensas Unidas de Colombia no le decían nada o le inventaban versiones de los hechos, hasta que un día los sentó y les explicó por qué sufría tanto. La conversación fue tan íntima como esclarecedora y, desde entonces, sus victimarios se comprometieron a darle explicaciones. En ese momento fue cuando supo que su hijo había sido asesinado y posteriormente incinerado en hornos crematorios, creados por las Auc en Juan Frío, para no dejar rastro de sus crímenes.

“Me dijeron que lo mataron por error. Pensaban que era un guerrillero y eso no era cierto. Mi hijo era bachiller. Cuando se dieron cuenta del daño que me hicieron, en cada audiencia los vi llorar. Se limpiaban con sus camisas. Ahí me di cuenta de su arrepentimiento. Claro que hay perdón, pero no olvido. No he olvidado a mi hijo. Pero el daño está hecho y no sabe el alivio que se siente no cargar con rencores”, agrega.

Sus otros hijos rechazaron esta decisión e incluso le llamaron la atención en las organizaciones de búsqueda de desaparecidos con las que trabaja. Eso ya no le importa. Sigue firme en su decisión de construir un país reconciliado. Señala que entiende a las víctimas que no han podido perdonar, pues cada persona tiene un proceso distinto. “Sea el camino que escojan, ninguna debería ser juzgada”.

Al escuchar la historia de Gladys, Érik Arellana Bautista, hijo de Nydia Érika Bautista, desaparecida el 30 de agosto de 1987 por hombres del Ejército, dice que para dar ese perdón se debe tener un corazón noble. Agrega que él puede perdonar, pero se pregunta a quién, si ningún oficial del Ejército reconoce que secuestró, torturó y desapareció a su madre.

En su juventud participó en organizaciones con las que gritaba en las calles: “Ni perdón ni olvido. Castigo a los asesinos”. Su posición hoy ya no es tan tajante, pero asegura que antes de llegar al perdón debe haber un reconocimiento. “Quien haya cometido la falta tiene que decir primero: sí, estuvo mal, lo acepto. Y al reconocerlo asumo una culpa, una responsabilidad y por eso debo ser sancionado”. Para él, si eso no sucede, especialmente cuando se habla de desaparición forzada, ¿cómo se les puede exigir a las familias que perdonen si mientras no se sepa dónde están los desaparecidos el crimen es permanente?

Sus preguntas, las mismas que seguramente se hacen muchas víctimas, han impulsado el trabajo del padre Leonel Narváez, presidente de la Fundación para la Reconciliación. Este sacerdote católico, nacido en Génova (Quindío), recuerda la violencia en este municipio, de donde también era oriundo Pedro Antonio Marín, Manuel Marulanda o Tirofijo.

Luego, como sacerdote en San Vicente del Caguán, conoció al fundador de las Farc porque fue invitado a uno de sus cumpleaños. Recuerda que cuando Tirofijo supo que también era de Génova, lo abrazó. “Y la cercanía con él me sirvió mucho porque pude sacar a muchos niños y niñas de la guerrilla. Cuando dicen que no han reclutado, es mentira, sí lo hicieron y era una práctica muy normal”, recuerda hoy. Todo lo que vivió en el municipio caqueteño y luego lo que conoció cuando estudiaba sociología, ahondó sus preguntas por la reconciliación. Ahí fue cuando conoció a la maestra rural de Marulanda y a la pregunta de qué le pasó a ese joven, la mujer le respondió: “Se lo tragó la rabia, el odio”.

En esa búsqueda por ayudar a sanar nació el modelo de las Escuelas de Perdón y Reconciliación, un proceso que ya se ha implementado en 21 países y que le ha dejado algunas conclusiones al padre. La primera, como lo dice Gladys y Érik, es que el perdón es un proceso de limpieza personal para el que se necesita tiempo, y cada persona tiene el suyo.

Pero para él “la víctima que no perdona se queda eternamente víctima. Aquella que logra perdonar pasa de víctima a victoriosa”. Y agrega algo: “Hay una reparación que es importante darles a las víctimas, la tierra, la salud, la educación, la vivienda, pero hay una que solo se puede dar ella misma, que es la autorreparación, o sea el perdón”.

Hace una distinción clara entre el perdón y la reconciliación. “La persona que logra perdonar ya está ad portas de la reconciliación. Puede haber perdón sin reconciliación y muchas veces es aconsejable que no haya, por el peligro de la revictimización”.

¿Es un deber perdonar? ¿Y qué si no se perdona? ¿Qué condiciones deben cumplirse antes de dar un perdón? ¿Primero lo debe pedir el victimario? El padre Leonel solo dice: “El perdón, cuando se da, es sobre todo al que no lo merece y al que no lo pide”.

Estas reflexiones y otros interrogantes serán el eje del evento de Colombia 2020 que se realiza hoy, de 9:00 a.m. a 11:00 a.m., en el marco de la serie “Hablemos de Verdad”, realizado con el apoyo de la Embajada de Alemania en Colombia y en asocio con la Unión Europea. En el encuentro “¿Perdonar lo imperdonable? Las reflexiones de las víctimas del conflicto” no solo participarán Gladys, Érik y el padre Leonel, sino también Carmenza López, a quien las Farc le asesinaron a su esposo, Guillermo Leal, en 2008. Este año salió en varios medios de comunicación después de que en un diálogo sobre la guerra en Sumapaz se negara a recibir un abrazo de Sandra Ramírez, exguerrillera de las extintas Farc y hoy senadora. Le dijo que ese abrazo llegaría solo hasta saber la verdad de este homicidio. Finalmente, estará Juan Pablo Aranguren, psicólogo, docente de la Universidad de los Andes y quien cuenta con más de 15 años de experiencia en la implementación y evaluación del enfoque psicosocial con las víctimas del conflicto armado. El evento será transmitido a través de las redes sociales de Colombia 2020 y El Espectador.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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