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octubre 21, 2020

El flagelo que persiste


Episodios brutales recuerdan que actuar contra la violencia de género nos corresponde a todos.

Es duro decirlo, pero a veces parece difícil pensar con optimismo en una sociedad pacífica en nuestro país, en la que los hechos de violencia no sean la noticia consuetudinaria. La intolerancia, la agresividad, la violencia intrafamiliar ponen una alta cuota de sangre y dolor.

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Este preámbulo, porque el feminicidio en Colombia sigue campante. Es escalofriante el caso aterrador, que tuvo lugar el fin de semana pasado, del ataque con un hacha de Miguel Camilo Parra contra su compañera, Ángela del Pilar Ferro, en Bogotá. Además, el niño de ella, de solo 12 años, tuvo que presenciar semejante tragedia. Un horror por donde se lo mire, que por desgracia se repite y tiene todas las señales de alerta que surgen en cientos de casos, pero que por distintos motivos no son atendidas a tiempo. Son patrones bien conocidos: cercanía de la víctima con el agresor, un calvario de agresiones y maltratos y, sobre todo, actitudes cotidianas del hombre que dejan aflorar el más tóxico de los machismos.

Afuera, en el campo, en ciudades y pueblos hay crimen y violencia. Pero de puertas para adentro la muerte parece caminar en silencio. Recientemente, la vicefiscal general, Martha Janeth Mancera, había revelado en este diario unas cifras impresionantes. Solo en lo corrido de este año, la Fiscalía había registrado más de 60.000 denuncias de este delito. Y agregaba que 107 mujeres habían sido víctimas este año de feminicidio. Además, la campaña No Es Hora De Callar ha documentado 202 feminicidios entre el 1.º de enero y el 16 de octubre. Una cifra brutal que no puede de ninguna manera ser una estadística más. Hay que advertir muy seriamente sobre lo nefasto que sería para nuestra sociedad que este dato se revista de normalidad. No se puede negar que hay hoy un poco más de conciencia, de caminos para la denuncia, pero aún falta mucho. Y, por qué no decirlo, compromiso de todos, comenzando por los mismos medios.

Lo peor que puede pasar es que los demás creamos que hacerle frente al flagelo es una tarea exclusiva de las autoridades.

Un informe publicado esta semana por la iniciativa No Es Hora De Callar, de esta casa editorial, mostró claramente la necesidad de capacitar a las redacciones para informar de una forma adecuada sobre temas tan sensibles como el feminicidio, la violencia sexual y la violencia intrafamiliar. La violencia de género en particular no está entre sus prioridades ni en sus agendas informativas. Persisten, además, prácticas equivocadas de los periodistas al comunicar acerca de estas agresiones, lo que lleva con frecuencia a revictimizar a niñas y mujeres. Cinco de cada diez comunicadores no piden autorización para publicar datos personales, y seis de cada diez acompañan sus notas con lenguaje e imágenes erróneas.

Si algo va quedando claro es que así como las autoridades tienen unas responsabilidades muy precisas de cara al feminicidio y la violencia de género, lo peor que puede pasar es que los demás creamos que se trata de una tarea exclusiva de ellas.

Al contrario, todos, sin importar profesión o actividad, estamos obligados a hacer una pausa para cuestionarnos si de alguna manera, de buena fe tal vez, conservamos comportamientos cotidianos heredados del machismo y preguntarnos qué hacer para transformarlos. Pocas veces el lugar común que habla de ‘una tarea de todos’ cobra tanto sentido.

FUENTE: EL TIEMPO


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