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septiembre 30, 2020

Bogotá se reta para ser una ciudad segura para las mujeres


En la capital suenan los conceptos de urbanismo feminista y transporte con enfoque de género.

“Un hombre me acosó, se bajó los pantalones, me mostró sus partes íntimas. Me cogió sola, yo estaba entrenando en el parque. Me sentí vulnerada y lo más triste es que era mejor que me violara para que me ayudaran, porque realmente nadie hizo nada”. Este es el relato que envió una víctima de acoso sexual en un parque de Boitá a Citytv.

Pero esta es solo una de las tantas experiencias de acoso que atraviesan las mujeres en Bogotá y cuya dimensión no es clara en cifras, por dificultades o temores a la hora de denunciar. Pero sí hay datos que dan idea de que la experiencia en la ciudad no es agradable para ellas: un estudio exploratorio sobre el acoso sexual publicado en el 2019 indica que siete de cada 10 mujeres habían vivido alguna experiencia de acoso en el último año.

Además, resultados del Observatorio de Mujeres y Equidad de Género en Bogotá indican que el 83 por ciento de las mujeres mayores de 15 años se sienten inseguras en puentes peatonales; el 90,8 por ciento, en la vía pública; el 86,4, en transporte público; el 62,9, en plazas de mercado o calles comerciales, y el 57,9 por ciento en parques.



Expertas en género y en distintas disciplinas de planeación urbana, arquitectura, transporte y otras áreas relacionadas con la ciudad coinciden en que parte de estos problemas tienen un origen: las ciudades y la ‘vida del afuera’ no han tenido en cuenta ni a mujeres ni a otras poblaciones vulnerables.

“En el histórico nos han relegado a la vivienda, las mujeres en la casa y los hombres en el afuera. Por eso, el diseño de las ciudades no ha pensado en esa vida cotidiana ni en las dinámicas de las mujeres y otras poblaciones. Ahora, esto no quiere decir que las mujeres hoy estemos confinadas en la vivienda, sino que cuando no se diseña pensando en estas actividades”, explica Mónica Sánchez, arquitecta, asesora de la Secretaría de la Mujer y uno de los referentes en planeación con enfoque de género en Bogotá.

No es una locura pensar en la necesidad de abrir espacios de discusión y de implementación de planeación y ejecución de proyectos urbanos que piensen en la mujer y en las labores de cuidado que, por construcción social, ejecutan.

Y tampoco es una necesidad solo de Bogotá. Otras ciudades en el mundo han entendido este llamado. Hay 27 ciudades, incluida Bogotá, que participan en la estrategia de ONU Mujeres de crear espacios públicos libres de acoso para mujeres y niñas.

Más aún, la actual directora de Onu Hábitat, Maimunah Mohd Sharif, desde su nombramiento en enero de 2018, hizo un llamado al mundo para no desconocer el género en la planeación urbana. “Si una ciudad es adecuada para una mujer, lo es también para un hombre. Y no es porque las mujeres necesiten una atención especial, pero tenemos que buscar la igualdad”, le dijo a EFE pocos días después de su nombramiento.

Pensar en ciudades que sean seguras para las mujeres no es un capricho de arquitectas y urbanistas; de hecho, es una de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.Por ejemplo, todas las metas del objetivo cinco, que es ‘lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas’, pugnan por tener territorios y espacios seguros para ellas.

Si una ciudad es adecuada para una mujer, lo es también para un hombre. Y no es porque las mujeres necesiten una atención especial, pero tenemos que buscar la igualdad

Además, está el objetivo 11: ‘lograr que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles’, plantea que las zonas urbanas deben tener una planificación inclusiva que contemple transporte público, zonas verdes y espacios de esparcimiento concebidos para la seguridad y la accesibilidad de mujeres, niños y adultos mayores.El reto para Bogotá

Hace pocos días se presentó el Informe de Calidad de Vida 2019 hecho por Bogotá Cómo Vamos, en donde expertos hicieron recomendaciones. Uno de ellos fue Elkin Velásquez, director de ONU Hábitat para Latinoamérica y el Caribe, quien afirmó que uno de los nuevos paradigmas debe ser la planeación de las ciudades en torno al sector ampliado del cuidado, teniendo como eje transversal el enfoque de género.

La ciudad ya ha avanzado en este aspecto. Para este cuatrienio se plantea consolidar el Sistema Distrital de Cuidado, una estrategia que busca redistribuir y reducir el tiempo de trabajo no remunerado.

Esto tiene que ver con la planeación urbana porque el Sistema incluye unas ‘manzanas del cuidado’ que serán parte del nuevo POT de la ciudad y contemplan polígonos donde las y los cuidadores tengan todos los servicios públicos y privados en distancias cortas y de fácil accesibilidad.

La ventaja de pensar las ciudades con enfoque de género es que, al crear espacios seguros para las mujeres y las labores de cuidado, se crean espacios seguros para otras poblaciones vulnerables: como adultos mayores, niños, personas con movilidad reducida, entre otros. 

“El urbanismo feminista no significa hacer ciudades solo para mujeres, sino tener un espacio amable donde podamos reconocernos todos”, indica Sánchez.

Las brechas en planeación no se limitan al espacio público, sino que se trasladan, también, al transporte. Este año, Despacio y WRI publicaron el documento ‘Las Mujeres y el Transporte en Bogotá: las cuentas’, un completo análisis que aborda los patrones de movilidad, la seguridad personal, las políticas públicas y hasta la participación laboral de la mujer en el sector transporte.

Marina Moscoso, una de sus autoras, alerta sobre la importancia de mencionar y reconocer que el sistema tampoco es neutral y exige reconocer que las mujeres hacen viajes distintos, poligonales y dispersos, que requieren paradas como llevar a los niños al colegio, hacer las compras del mercado, visitar a los mayores y, además, ir a trabajar o estudiar. Eso exige replantear la concepción de origen-destino e, incluso, pensarse en alternativas de rutas o sistemas de transferencias que les hagan la experiencia de movilidad más ágil, más segura (a nivel vial y personal) y más accesible.

“Estas diferencias por cumplir roles de cuidado implican que las mujeres hagan viajes distintos y el sistema de transporte no lo ha identificado ni planificado. Por eso el primer tema es visibilizar esta diferencia y animar a que se recolecten datos con perspectiva de género y muestras representativas. Debe haber una mezcla de datos cualitativos y cuantitativos… puede que sepamos que hay viajes, pero no cómo son las experiencias, si son seguras, agradables y accesibles”, comenta Moscoso, urbanista brasilera y miembro de Despacio. Una de las soluciones, dice Moscoso, podría estar en dar la posibilidad de viajes cortos, cercanos y sostenibles bajo el modelo de la ‘ciudad de los 15 minutos’. Aquí, por ejemplo, la promoción de viajes seguros en bicicleta podría hacer una gran diferencia en la calidad de vida de las mujeres. 

“La bicicleta puede ser una herramienta fundamental para mejorar la accesibilidad al trabajo de las mujeres, especialmente las de bajos ingresos. Esto se fundamenta en los resultados que muestran que las mujeres que usan la bicicleta hacen más viajes al día que las que no la usan, tienen viajes más cortos que el resto de mujeres en sus viajes de trabajo y en que los viajes de trabajo tienen destinos más diversos, geográficamente hablando, que los viajes en otros modos. Es decir, la promoción de la bicicleta con enfoque de género puede mejorar la accesibilidad de mujeres a lugares de empleo“, indica el documento, ‘Las Mujeres y el Transporte en Bogotá: las cuentas’. El acoso

De otro lado, Moscoso también resalta que el análisis hecho entre Despacio y WRI arrojó que aún hay vacíos en la investigación y abordaje del acoso en transportes masivos. “Ocurre y hasta las mujeres lo hemos normalizado. Yo, por ejemplo, una vez, hace cinco años, en Bogotá me puse mediapantalón y salí a montar en bici. Me acosaron tanto que decidí no volverme a vestir así para salir en mi bicicleta. Solo hasta hace poco interioricé que había cambiado mucho mi forma de vestir para salir a la calle”, cuenta Moscoso. 

Aunque el estudio no logró obtener con facilidad datos a partir de entrevistas presenciales con mujeres, los datos de la encuesta virtual que hicieron sí arrojaron datos preocupantes. “El 84,7% de la encuestadas afirman haber sufrido algún tipo de acoso sexual mientras se desplazaban en la ciudad y el 89,8% de las mujeres declara no haber denunciado los hechos por miedo a ser revictimizadas durante el proceso. Esto implica que los datos reales sobre acoso sexual pueden ser 10 veces más altos que los actualmente registrados y resalta la necesidad de evaluar la conveniencia e
impacto de los procesos de denuncia disponibles”, indica el documento. 

Otros estudios, incluso, han señalado cómo el acoso en transporte público modifica, incluso, los comportamientos de movilidad en la ciudad. O, incluso, puede llegar a hacerlas desistir de moverse en la ciudad. 



El problema, claramente, se traslada también al espacio público. “Hay zonas prohibidas porque por nuestra integridad no pasamos por ahí. Eso genera un desbalance en la vitalidad de un lugar. Yo puedo tomar la decisión como mujer si atravieso o no por una calle, si hay muchos hombres no paso, si está vacío no paso, pero si hay diversidad de personas sí paso”, comenta Mónica.

Pero, pese la percepción de inseguridad es grande, hay que reconocer que vienen proyectos en camino y que algunos tomadores de decisiones ya tienen el tema presente. “Bogotá tomó la decisión de poner como eje orientador el sistema de cuidado en el POT. Y me alegra que cuando tenemos mesas intersectoriales, vemos que los sectores ya se apropian y preguntan cómo implementar el cuidado y el género. Es una gran invitación a la academia para involucrarse en la discusión”, comenta Mónica.Herramientas para planear las ciudades

Pese a los preocupantes testimonios de acosos y violencias y a los indicadores de percepción de inseguridad en el espacio público y en el transporte, hay que decir que Bogotá ya tiene herramientas de trabajo para planear ciudades para todos.

Programa de la ONU: Bogotá es parte del programa ‘Ciudades seguras y espacios públicos seguros’, de ONU Mujeres, que llama a las autoridades a generar datos, desarrollar leyes y políticas integrales, invertir y transformar normas sociales en pro de escenarios seguros para mujeres y niñas.

Me Muevo Segura: en 2019, bajo el programa ‘Me Muevo Segura’ y cooperación internacional, Bogotá publicó una evaluación de seguridad en la noche en el espacio público. El análisis cruzó variables de iluminación, visibilidad, quién me ve, cantidad de personas, presencia de seguridad, cercanía al transporte público y diversidad de género. Está disponible en internet.

Safetipin: es una app móvil gratuita adaptada de un modelo internacional que permite planear viajes, conociendo de antemano factores de seguridad o inseguridad. Si usted la descarga, puede superponer mapas que contienen información de interés como iluminación, estado del espacio, percepción de seguridad, entre otros.

Espacios seguros: si usted es víctima de violencia de género, puede acudir a espacios de denuncia ‘no tan evidentes’ como estaciones de policía o alcaldías locales, pero también a establecimientos como D1, Justo y Bueno, Ara, Farmatodo y Terpel, donde los empleados están capacitados para activar los protocolos para conducir a la víctima a los servicios de la Secretaría de la Mujer.

Urbanistas, arquitectas, feministas y organizaciones han consolidado diversos informes para orientar la planeación urbana con enfoque de género. La primera recomendación es que, en todos los casos, el espacio público tenga buena iluminación, pues es un factor importante a la hora de percibirlo como seguro o inseguro. Esto incluye puentes peatonales, zonas residenciales, paraderos de buses y parques de recreación.

Lo segundo es eliminar los puntos ciegos o ‘escondites’. Arbustos, callejones, espacios bajo puentes vehiculares, pues son potenciales refugios para delincuentes y acosadores.

Además se deben reformar las rutas de los sistemas de transporte masivo en torno a las actividades cotidianas de los usuarios, evitando trayectos largos y gran cantidad de transbordos.

Todas estas estrategias se deben combinar con políticas públicas que incluyan a las mujeres como protagonistas de la ciudad; para esto son claves el enfoque de género y la atención oportuna de las denuncias. Por supuesto, nada de esto funciona sin pedagogía y cambio social. La ciudadanía debe comprometerse para desaprender conductas machistas que se replican en el espacio público.El contexto internacional 

Un buen ejemplo de planeación urbana con enfoque de género es Viena, la capital de Austria, en donde el Estado promovió la creación de barrios y zonas diseñadas por mujeres arquitectas, así nació Frauen-Werk-Stadt, un proyecto de vivienda que se construyó teniendo en cuenta las necesidades de las mujeres y de los cuidadores.

El modelo consiste, básicamente, en generar espacios en donde la movilidad, los servicios y el ocio estén ubicados en distancias cortas y se conviertan en espacios seguros para la población. 

Otro caso es el de Ciudad de México, en donde el espacio público se convirtió en un epicentro para desnaturalizar el acoso callejero. Por medio de todo tipo de publicidad hacen un llamado a la sociedad para eliminar la cultura machista de la ciudad. 

Con este tipo de iniciativas ONU Mujeres construyó el informe Ciudades Seguras y Espacios Públicos Seguros un documento que refleja la importancia de la planeación urbana con enfoque de género. 

Ciudades como Ho Chin Minh, en Vietnam, Quito, en Ecuador y Port Moresby en Papúa Nueva Guinea han sido reconocidas por diseñar estrategias de movilidad y seguridad con enfoque de género. 

Y hay, además, varios colectivos de investigación, compuestos por mujeres urbanistas y arquitectas, que hacen ejercicios de participación con la ciudadanía para construir ciudades más amables. Es el caso de ‘Ciudad Feminista’ en Chile y ‘Col·lectiu Punt 6’ en España. 

FUENTE: EL TIEMPO


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