Menú

Entérate

septiembre 14, 2020

“Sin la verdad no se descansa”: víctima en el exilio


El 14 de enero de 1990, paramilitares paramilitares secuestraron, asesinaron y desaparecieron a 43 campesinos del corregimiento de Pueblo Bello, en Turbo (Antioquia). Eloia Romero, quien perdió a su esposo en este hecho, tuvo que exiliarse para resguardar su vida. Este es su testimonio.

En Colombia, cuando te iban a matar ya habías muerto varias veces. En el momento del miedo quedas perdida. Cuando resucitas, el alma vuelve al cuerpo. Aún así me preguntaba: ¿por qué estoy viva? ¿por qué tengo que pagar por cosas que no he hecho?

Desde los siete años he vivido trabajando y luchando. Ya entonces sabía hacer arroz y arreglar un pollo. Me casé a los catorce años. Fui aprendiendo de mi propia vida. A los quince años tuve mi primer hijo. Tenía una finca con maíz, yuca y plátano en abundancia. Con mis ahorros compré mi primera vaquita roja, que se llamaba la Principio. Tuve seis hijos y crié a otros tres porque quedaron huérfanos. Las tierras se compraban sin papeles, con la palabra que se cumple.

En diciembre de 1989, el EPL le robó un ganado a Fidel Castaño. Se decía que iban a venir al pueblo los Tangueros, así se llamaban, pero nosotros no debíamos nada. Desde la finca vi el pueblo arder, y luego supe que se habían llevado a mi marido con otros muchos. Fuimos a buscarlos, pero el retén militar que siempre estaba allí había desaparecido. Cuando llegamos al batallón un teniente nos dijo, a puras mujeres, en la puerta: “¿Ahora vienen a buscar? ¡Cambiaron gente por ganado!”. O sea que él mismo se descubrió. Un campesino no tiene la capacidad de entender esas cosas grandes, pero quedamos en la lucha.

En 1993 llegaron a la casa puros soldados. Traían a dos hombres torturados. Se oía un quejido, los marranos gritaban. Los enterraron ahí, en la quebrada. Después de eso, mi hijo tuvo que salir al exilio porque seguían pasando y lo buscaban.

FUENTE: EL ESPECTADOR


Más Noticias