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noviembre 22, 2019

La niñez habla de lo que ha sufrido en la guerra


Este viernes, ante la Comisión de la Verdad, contarán cómo han sufrido y resistido, y cuál será su papel para construir la paz. También habrá reconocimiento de los daños por parte de tres excombatientes.

Este viernes en Medellín se dará un encuentro, organizado por la Comisión de la Verdad, en el que niños, niñas y adolescentes contarán lo que han vivido en el conflicto, cómo lo han resistido y cuál será su papel para construir la paz. También habrá reconocimiento de los daños por parte de tres exintegrantes de actores armados.

Colombia es un país en el que más de dos millones de niños, niñas y adolescentes han sido víctimas del conflicto armado, según registros oficiales. Los han asesinado, torturado, reclutado, han pisado minas antipersonales. Padecieron (y siguen padeciendo) todas las atrocidades de la guerra. Por eso sería imposible intentar ponerle fin a la confrontación armada sin escuchar sus voces y sin que todos los actores reconozcan el daño que les hicieron.

La Comisión de la Verdad, creada por el Acuerdo de Paz entre el Estado y Farc, está reconstruyendo lo que los niños han tenido que vivir en medio del conflicto armado. Por eso este viernes y sábado en Medellín se adelantará un encuentro por la verdad llamado Impactos del conflicto armado en niños, niñas y adolescentes. Se trata de un acto de reconocimiento en el cual esa entidad estatal admitirá que la infancia y la adolescencia de millones de colombianos fue atravesada por la guerra. También asistirán excombatientes de varios actores del conflicto que harán lo propio. El evento coincide con la conmemoración de los treinta años de la Convención de los Derechos del Niño, que se promulgó el 20 de noviembre de 1989.

Hablamos con Synthia Rubio, coordinadora de los enfoques Curso de Vida y Discapacidad de la Comisión de la Verdad. Aseguró que el país tiene una deuda histórica con los niños, niñas y adolescentes, opinó sobre cuál puede ser el papel de los menores de edad en la construcción de un país en paz y dijo que el reconocimiento de los daños aporta a la reconciliación.

¿Cuál es la intención del evento en Medellín?

Es un llamado que hace la Comisión a la sociedad para que se generen unas reflexiones profundas sobre lo que les ha sucedido a varias generaciones de niñas, niños y adolescentes durante la guerra. Este es el primer reconocimiento que hace una entidad del Estado sobre el impacto del conflicto armado en la niñez. Generar consciencia sobre eso es una deuda histórica, es un imperativo categórico, moral, ético y político.

¿Cómo será ese reconocimiento?

Este es el primer encuentro por la verdad en el que se va a hacer presente la voz de los responsables de diferentes actores del conflicto que van a reconocer públicamente lo que sucedió con los niños, niñas y adolescentes. Eso es muy importante, porque no sólo a través de los testimonios dignificamos a las víctimas, su dolor y su resistencia, sino también que los responsables reconozcan que lo sucedido es un paso más hacia la convivencia y la no repetición.

Hay resistencia de los excombatientes a reconocer los crímenes contra los niños. ¿Cómo les ha ido con eso?

Hay una resistencia porque los niños, niñas y adolescentes son las personas más vulnerables. Eso implica un cuestionamiento ético sobre: “¿Qué fui yo, como actor armado, capaz de hacer?”. Pero lo deben hacer para rechazar lo que pasó. No se puede borrar lo que pasó, pero sí se pueden sentar unos principios éticos para que no vuelva a ocurrir. Es un primer paso para la reconstrucción de la sociedad, fracturada por la guerra.

¿Qué impacto tiene para una sociedad que millones de niños sean víctimas de la violencia?

Es un impacto muy fuerte, lo que nos cuestionamos es cómo la sociedad no se ha detenido a pensar en lo que implica que las vidas de todos estos niños, niñas y adolescentes hayan sido truncadas. Cuando los niños experimentan violencias contra su niñez tienen más probabilidad, en edad adulta, de sufrir otros tipos de violencia. Cuanto más pequeño seas víctima más riesgos o vulnerabilidades puedes tener en la vida adulta. No hay una coherencia en las políticas de atención y reparación. En la medida en que se atienda de manera pronta a los niños víctimas menos consecuencias a largo plazo van a tener.

¿Cuáles esperan que sean los resultados del trabajo de la Comisión con los niños?

Que haya reflexiones serias y profundas sobre el rol de los niños en la no repetición, que hagan contribuciones desde su qué hacer, desde su día a día y también que se haga una consciencia política de ellos y ellas como sujetos de derechos y ciudadanos. Se trata de darles la posibilidad de que se conviertan en actores protagónicos en el proceso de la Comisión. En el informe final necesitamos evidenciar qué les ha sucedido a los niños, niñas y adolescentes. El trabajo de la Comisión es escuchar todas las voces, poder contrastar y hacer un relato incluyente en el que tienen que estar los niños, niñas y adolescentes. Se trata de posibilitar que en el relato esté la voz de los niños, niñas y adolescentes, sus experiencias, intereses y perspectivas y, al mismo tiempo, que estén activamente involucrados y participando en el dialogo social como ciudadanos, como pensadores, haciendo reflexiones en el marco de la no repetición.

¿Qué papel pueden asumir los niños y los adolescentes en la no repetición?

Todo. Los niños, niñas y adolescentes son los protagonistas de la no repetición, si no los involucramos en el trabajo de la Comisión lo que hagamos no va a ser un legado. Ellos son los que toman el legado, los que toman el relato incluyente de verdad, de país, de nación y podrán reclamar que lo que se diga en las recomendaciones se cumpla; asumir un rol político frente a ese relato que vamos a entregar.

¿En qué falló la sociedad para permitir que haya millones de niños víctimas del conflicto?

Los garantes de los derechos de los niños en Colombia son la familia, la sociedad y el Estado. Todos han fallado. Hay una concepción adultocéntrica, donde se considera que los niños son objetos de protección y que hasta que no cumplan 18 años se puede hacer con ellos lo que se quiera. Si no se considera a los niños y las niñas como iguales obviamente vas a discriminarlos, a utilizarlos, a instrumentalizarlos, es lo que pasa cuando se dice “mis niños”. Cuando escuchas las historias de estos niños que han sido reclutados y entiendes el contexto te das cuenta cómo la familia ha fallado en muchas ocasiones por ser expulsora, por no respetar sus derechos, por maltratar, porque no les han dado amor o cuidado, pero el Estado tampoco les brindó servicios de salud ni educación. Entonces vas sumando una serie de factores que hacen que los chicos y las chicas terminen en un grupo armado o sean instrumentalizados. Lo clave es que no los consideramos sujetos de derechos ni personas, seres humanos, con todas las capacidades que pueden tener.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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