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noviembre 14, 2018

Segovia se resiste a olvidar: así conmemoraron 30 años de la masacre


Este domingo, 11 de noviembre de 2018, las víctimas de la masacre de Segovia recorrieron las calles del pueblo para recordar a sus familiares asesinados en este hecho violento.

El 11 de noviembre de 1988 fue un día gris en Segovia, el cielo cerrado y una llovizna que acompañó al pueblo buena parte de aquel día es el paisaje que Lilian Monsalve recuerda. En el pueblo se celebraba el día del niño y en el colegio de William Gómez Monsalve, su hijo, mataron un cerdo y se hicieron actividades para los estudiantes. William solo tenía 10 años.

El niño llegó a su casa a las dos de la tarde. Le había llevado a su madre parte de la carne de cerdo que les habían dado en el colegio como almuerzo y, mientras ella comía, le mostraba los pasos de baile que había hecho en la fiesta de esa mañana. Fueron las últimas veces que lo vio sonreír, menciona Lilian con una sonrisa.

Faltaban solo unos minutos para las 6 de la tarde cuando Henry Albeiro Castrillón, su hermano, llegó a casa de Lilian para pedirle prestada la bicicleta y hacer una diligencia. Ella estaba donde una vecina, pero William, que estaba en la calle jugando, fue donde su madre a pedirle las llaves de la casa para poder sacar el vehículo.

– Mami ¿puedo ir con mi tío?

– Bueno papi, pero no se me demore, le dijo Lilian.

Tenía miedo porque desde días ateriores el pueblo venía recibiendo panfletos amenazantes de un grupo de autodefensas llamado Muerte a Revolucionarios del Nordeste, que en realidad eran escritos desde la máquina de escribir del Batallón Bomboná de Segovia. Era el grupo comandado por Fidel Castaño Gil, que tenía alianzas con la Fuerza Pública, como lo ha documentado la justicia y el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica.

Poco antes de las 7 de la noche, tres camperos provenientes de Puerto Berrio llegaron con hombres armados al pueblo. Abrieron fuego y William se los encontró de frente en la calle La Reina. Las esquirlas de una granada de fragmentación lanzada por los paramilitares le destrozaron la espalda al niño, quien cayó de la bicicleta y poco después fue arrojado a una construcción aledaña por alguien que trató sacarlo de la vía. A su tío una bala de fusil R15 le despedazó la cabeza en medio en esos momentos, sin embargo, William quedó con vida y murió pocas horas después, en un hospital, al lado de su madre.

Los 30 hombres, armados en su totalidad con equipos de uso privativo de las fuerzas militares, recorrieron durante más de media hora puntos específicos del pueblo en donde, con lista en mano, acribillaron simpatizantes de la Unión Patriótica en sus casas, al lado de sus hijos. Pero también masacraron a personas que estaban en bares y a transeúntes que, como William y Henry, iban pasando por esa calle, la de La Reina. Fue más de media hora en la que Lilian añoró desesperadamente que su hijo regresara de montar bicicleta.

Los familiares de las víctimas marcharon por los caminos donde ocurrió la tragedia.

Treinta años después, en un día igual de gris que ese viernes del 88, los familiares y amigos de algunas de las 43 víctimas de la masacre marcharon e hicieron el mismo recorrido que los victimarios hicieron aquel día. Pero esta vez cambiaron el sonido de los estallidos y disparos por el de los tambores de la banda marcial y los aplausos que se daban cuando se pasaba por la casa de alguno de los asesinados.

Para Carlos Morales, líder campesino y representante de la Corporación Humanitaria por la Convivencia y la Paz en el Nordeste Antioqueño (Cohucopana), entidad que lleva a cabo esta conmemoración desde hace ocho años, generar este tipo de eventos representa un intento por dignificar a las víctimas y hacerle saber al gobierno que estas requieren verdad, justicia y reparación. Pero también busca eliminar esa estigmatización que, según él, los revictimiza: que fueron asesinados por supuestamente haber sido partidarios de la guerrilla, cuando en realidad había intereses políticos de fondo. El excongresista liberal César Pérez García fue el determinador del crimen, pues la Unión Patriótica le había quitado el poder local.

Aunque año tras año muchas víctimas de esta masacre se han acercado a la conmemoración, esta vez con el apoyo del Centro Nacional de Memoria Histórica, algunas siguen con el temor de regresar a Segovia por lo que llaman “un pueblo manejado por paramilitares”. Mónica Herrera, asesora de la Comisión de la Verdad, el órgano temporal que ayudará al esclarecimiento de la verdad y que entrará en operación el próximo 28 de noviembre, resalta la importancia de crear un ambiente en el que se pueda dar la verdad y en el que las personas puedan contar sus historias y relatos en busca del esclarecimiento, reconocimiento, convivencia y garantías de no repetición.

La tranquilidad es un anhelo de los segovianos y segovianas.

Sin embargo, para algunos marchantes es difícil que se dé una verdadera reparación cuando el gobierno se niega reconocer los derechos de las víctimas. Ellos piensan que el Estado actúa así para evitar reparar económicamente a las familias. Manuel Adán Atehortúa, dirigente de la Unión Patriótica en Antioquia, piensa que el gobierno no tiene voluntad y que la ley 1448, que busca el beneficio de las víctimas del conflicto armado a partir de 1985, fue una salida fácil. Dice que no basta con dar 18 millones de pesos a las familias si no se les hace acompañamiento social y psicológico, aspectos que niega que el gobierno esté llevando a cabo. “En el caso de la Unión Patriótica, se pide que haya condiciones de no repetición y esta es que el gobierno acepte que hubo un genocidio y que le pida perdón al país”, dice Aterhortúa.

Al final, algunas de estas víctimas esperan que la Corte Interamericana de Derechos Humanos falle a favor de la Unión Patriótica, donde se incluyen las víctimas de la masacre. Así, dicen, se puede obligar al estado a dar una reparación verdaderamente integral. Otros, como Virgilio Gómez, papá de William, el niño asesinado, se conforman con que se haga justicia y se diga la verdad. Verdad que aún hoy sigue incompleta.

Todas esas voces, que recorrieron las calles donde tres décadas atrás silenciaron tantas otras, llegaron al parque principal en donde una galería fotográfica mostraba los rostros de los asesinados. También había recortes de prensa de la época y fotografías del horror de aquel momento. Algunos se quedaban en silencio, como rogando que eso no vuelva a suceder.

Escuche este podcast sobre la masacre de Segovia:

FUENTE: EL ESPECTADOR

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