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agosto 29, 2018

Eufrosina Cruz cambió la historia de las mujeres mexicanas


A los 12 años dejó su pueblo en Oaxaca, estudió y logró un cambio en la Constitución de México que garantiza que las mujeres puedan ser elegidas para cualquier cargo.

“Allá en mi tierra natal, en Oaxaca, los pueblos del maíz, los zapotecos y los mixtecos, decían que de la mazorca se habían desgranado los primeros hombres y mujeres que vinieron a poblar estas tierras. En su cosmogonía estaban separados el cielo y la tierra, el bien y el mal, el nacimiento y la muerte, pero no el hombre y la mujer (…). Nacieron juntos y caminaron juntos, uno al lado del otro.” Eufrosina Cruz Mendoza nació en Santa María Quiegolani, el último pueblo zapoteco de la sierra del sur de Oaxaca. En su casa, aprendió que, como mujer y como indígena, la única opción que tenía era casarse, tener hijos y hacer los quehaceres de la casa; ser la primera en levantarse y la última en irse a dormir, “repetir la historia de mamá, repetir la historia de mi hermana que se casó desde los 12 años y se convirtió en mamá a los 13, repetir la historia de todas aquellas que convivimos en ese entorno… pero no, yo quería otra historia”.

Así fue como Eufrosina, la “rebelde del pueblo”, empezó a soñar con un mundo diferente al que conocía y más parecido al que le contaban las historias de sus ancestros, en donde hombres y mujeres era iguales. “Empiezas a imaginarte que hay otra realidad más allá de estas montañas, empiezas a inyectar la palabra ‘sueño’ en tu mente y te preguntas… ¿hablarán lo mismo que tú? ¿pensarán igual que tú? ¿harán lo mismo que tú?”. Y decidió que, a diferencia de las mujeres de su pueblo, quería seguir estudiando y hacer la secundaria. Sin el apoyo de sus padres, a los 12 años, abandonó su comunidad y se fue a la ciudad.

Sin hablar bien español, en un mundo desconocido para ella, tuvo que enfrentarse a la discriminación por ser indígena y pobre, y tuvo que sobreponerse para sacar adelante sus estudios. Con el tiempo, no sólo terminó secundaria, sino que también cursó su preparatoria y su carrera profesional en contaduría pública. Además, conocer ese nuevo entorno le permitió ver “que las mujeres allí sí pueden jugar, sí pueden hablar, sí pueden ir a la escuela y hacen las actividades igual que los niños… entonces entiendes qué es ser mujer y descubres los conceptos de igualdad y de participación”.

Al terminar sus estudios, Eufrosina regresó a Santa María de Quiegolani. “Regresas a tu entorno ya educada, convertida en profesionista y descubres que nada ha cambiado, que mamá sigue siendo la primera en levantarse y durmiéndose al final de todos, y que las mujeres de mi edad ya iban para su quinto hijo… ahí empiezo a armar la revolución”.

Su territorio hace parte de los 418 municipios oaxaqueños que eligen a sus representantes a través del sistema de usos y costumbres, respetando las tradiciones y formas de autogobierno propias de los pueblos indígenas, en las que no había espacio para la participación de las mujeres. Eufrosina decide postularse en 2007 a ser presidenta municipal, sin embargo, pese a que resultó triunfadora, la Asamblea Municipal (integrada sólo por hombres) declaró nulos sus votos pues no tenía derecho a ser candidata.

“Me convertí en la anormal de la comunidad, ya no sólo de mi familia. Fui señalada y cuestionada, pero asumí esa responsabilidad. Lo que yo buscaba no era ser presidenta solamente, o votar, sino que nos vieran, que supieran que también había 500 mujeres ciudadanas, capaces de participar, de reflexionar y de decidir qué es lo mejor para la comunidad”.

Cuando le impidieron ser presidenta de la Asamblea, Eufrosina protestó frente a instancias locales y nacionales en México. La respuesta que recibió fue que “era la autonomía de mi pueblo, que en el catálogo de mi municipio no había la palabra mujer Ahí entendí que yo tenía que adentrarme en ese mundo y arrebatar el espacio para cambiar lo que existía hasta el momento”.

Desde entonces, ha decidido participar en la vida pública mexicana, y ha logrado ser diputada local del estado de Oaxaca, y también fue la primera mujer indígena en ser presidenta del Congreso del estado. De igual forma, fue diputada federal y gracias a su participación propició una reforma en la constitución estatal de Oaxaca y en la Constitución Nacional de México tque garantiza que las mujeres puedan ser elegidas para cualquier cargo.

“Yo creo que lograr una reforma en la Constitución de mi país es lo más bonito que me ha tocado, porque la niña de la montaña, que huye de la imposición, consiguió una reforma a nivel nacional que sirve para que otras mujeres, no solamente de mi estado, sino de todo el país, rompan sus miedos”.

La lucha no ha sido fácil, y esta indígena mexicana muchas veces se vio enfrentada a su familia y su pueblo. “Mi familia me decía, ‘ya párale, estás loca, el pueblo no nos quiere y nos va a sacar’. Entonces te preguntas, ¿por qué camino sigo? ¿la voz de mi padre? O la voz de las mujeres que me te dicen: tienes que seguir, tienes que abrazarnos”.

Eufrosina decidió apoyar a las mujeres de su comunidad, porque a pesar de que el tema de costumbres sea parte de la forma de vida tradicional, entendió que “la violencia, la pobreza y la invisibilidad no pueden ser costumbre. Y si no lo haces tú, cuando puedes, van a pasar siglos otra vez para que puedan ser visibles las niñas y mujeres”.

“Muchas veces escuchas en muchos escenarios que las cosas son así ‘porque es la costumbre’. Yo digo, no. Porque a estas mujeres nadie les ha enseñado que hay otra oportunidad que no se contrapone con nuestra cultura, con nuestra lengua, sino que al contrario coadyuva para que también puedan participar y opinar en el desarrollo del entorno y no repetir el círculo de pobreza y marginación”.

Por eso, Eufrosina le apuesta a la educación de las nuevas generaciones, y en especial a las de las niñas en las comunidades. “Empiezas a empoderar a las niñas para que cuestionen lo que no les gusta en el entorno de su familia. Y después ellas lo empiezan a llevar hacia afuera de su círculo familiar, a decirle a sus compañeros ‘yo también puedo jugar’”.

Este empoderamiento inició con la Asociación Civil Quiego, la cual fundó y dirigió por dos años, pero que actualmente dirigen otros jóvenes de la comunidad, en la que se brindan talleres para empoderar a las mujeres indígenas. “Finalmente, de eso se trata, de dejarlos que caminen y que sigan construyendo más ciudadanía, mientras yo estoy luchando desde el espacio público para ir generando las condiciones y herramientas jurídicas”.

Hoy, gracias a la rebeldía de Eufrosina, las mujeres de su pueblo ya pueden votar, y hay más de 30 mujeres en el estado de Oaxaca que dirigen el rumbo de sus comunidades, siendo presidentas Municipales. También están dirigiendo los centros de salud y siendo las maestras del pueblo. “Al final del día yo puedo decir que tiene que partir de nosotras las mujeres romper nuestros propios miedos, romper nuestros propios paradigmas y arrebatar los espacios que nosotros tenemos que ocupar, asumiendo las responsabilidades y las consecuencias que eso signifiquen.”

FUENTE: EL ESPECTADOR


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