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julio 3, 2018

Nosotras tomamos la calle, el patriarcado responde


Tras la puesta en libertad de “la Manada” se hace cada vez más difícil seguir diciendo a las mujeres que vivimos en un país que defiende la igualdad y que está comprometido con la erradicación de la violencia sexista. La gravedad de esta decisión no es particular de ella no es una excepción. Ninguna sentencia es aislada; todas encajan en el contexto social y político que nos determina. Y éste es un contexto de oportunidad para avanzar o retroceder en los derechos de las mujeres.

Frente a la respuesta pacífica del feminismo, nos hemos vuelto a encontrar con una reacción patriarcal para intentar ponernos en nuestro sitio. Para que no nos creamos ni iguales en Derechos ni en la práctica de los mismos. El sistema y sus actores de poder nos quieren enrabietadas, reaccionando a cada nueva acción patriarcal del cotidiano sin descanso. Nos quieren violentadas porque es el único escenario en el que se saben manejar. Violentadas y anuladas como sujetos de Derechos.

Ninguna sentencia es aislada; todas encajan en el contexto social y político que nos determina.

Ante los ataques de violencia directa, indirecta o de omisión sigo creyendo en la legítima defensa pero también que yo no estoy en guerra. Ese lenguaje, el de la guerra, es el de los señores de la guerra, en ella se sienten cómodos y es a ella a la que desean llevar a los colectivos discriminados para, así, criminalizar nuestro movimiento. Si revisamos la retórica de las discriminaciones se asemejan demasiado en palabras y en contenidos. Ejemplo de este lenguaje común de criminalización es lo que les ocurre a las personas refugiadas a las que se les trata de criminalizar convirtiéndoles en horda de invasores que vienen a robar nuestro bienestar. Baste recordar el trato mediático que se hace de los “ataques a la valla”, vergüenza simbólica de Europa pero muro real de violación de los derechos fundamentales. En el caso de las feministas, nos hemos convertido, para esta nueva reacción patriarcal, en feminazis. Para el abogado de estos “buenos chicos de la manada”, somos un clásico, unas histéricas, a las que hay que ignorar en el mejor de los casos, o atacar, en el peor, porque venimos a destruir “nuestro orden”, su orden patriarcal.

El Tribunal de Navarra ha querido, contra toda lógica de justicia y reparación, dar un golpe sobre la mesa para demostrar que frente a una sociedad cada vez más concienciada con la igualdad y los Derechos de las mujeres víctimas de violencia, están ell@s, el poder judicial para vulnerabilizar nuevamente los Derechos de las mujeres. Hay gente que se extraña de que una mujer haya sido partícipe de semejante abuso pero quiero recordar que los Derechos no obedecen a sexo-género-etnia-orientación sexual, etc. Los derechos SON inequívocamente para todas las personas, mientras que la defensa de los mismos es un deber de responsabilidad que en numerosas ocasiones se convierte en una dejación consciente, institucional y personal, claro que no tiene el mismo efecto ser incoherente en tu vida personal que cuando desempeñas un cargo público y máxime en una institución de justicia.

El Tribunal de Navarra ha querido, contra toda lógica de justicia y reparación, dar un golpe sobre la mesa para demostrar que frente a una sociedad cada vez más concienciada con la igualdad y los Derechos de las mujeres víctimas de violencia, están ell@s, el poder judicial para vulnerabilizar nuevamente los Derechos de las mujeres.

Algunas personas siguen pensando que hace falta ser mujer, negra, lesbiana, con diversidad y/o empobrecida para defender los Derechos de las mujeres. O que basta con que alguien presente alguna de las diversidades anteriores para actuar desde la justicia y la igualdad. Ser víctima de una situación de discriminación no te hace necesariamente consciente de ello y sabemos que muchas veces el sistema utiliza posicionamientos individuales para demostrar que lo que hace una mujer define al conjunto. En el caso de la manada, habrá quien asegure que esta jueza lo que manifiesta es, de tácito, una asunción de la discriminación, del trato desigual. ¿Ser mujer es pertenecer y expresarse inexorablemente desde el mismo género? ¿Ser mujer es sinónimo de feminista y hombre de machismo? Yo creo que no.

Como señalaba al inicio, creo que estamos en un momento histórico de activismo a nivel mundial y por ello considero que es importante señalar hacia dónde nos queremos dirigir. Porque para hacer un tratamiento diferente hay que hacer un cambio en el concepto. En este cambio de concepto es importante cómo se posicionan los hombres porque son parte del problema y de la solución. Quiero incidir en los debates que están surgiendo sobre “las nuevas masculinidades”. Si lo trasladamos a otros conflictos de identidades, ¿hablaríamos de nuevo colonialismo para erradicar el imperialismo o el adoctrinamiento colonial que nos construye a tod@s? ¿Hablaríamos de nuevas maneras de ser blanc@s? ¿Hablaríamos de nuevo capitalismo?

Los mensajes que subrayan la necesidad de construirse con una nueva masculinidad, son mensajes que muchas veces subrayan lo descriptivo de las relaciones de género y que no implican la transformación de los mismos ni la erradicación del binarismo de género, sino un reforzamiento del mismo. Es más insisten en ellos, hablando de la diferencia más como elemento esencializador que como elemento de reconocimiento de la diversidad y complejidad que nos debería atravesar a cada ser humano. Además, utilizan la categoría de género, en algunas ocasiones, para vaciarla de su contenido de análisis político y devolverla a lo que todo sistema de dominación debe de hacer, a la naturaleza que naturaliza la discriminación. De ahí discursos homófobos y sexistas que señalan que el hecho de que un niño tenga dos madres no es adecuado porque le faltarán referentes de masculinidad para poder construir su identidad, cuando lo que le sobran son referentes de la misma. Es decir, no necesita que le enseñen a ser hombre. Como una blanca no necesita que le enseñen a ser blanca.

Volviendo a la violencia sexista y cómo generamos la alerta feminista y articulamos nuestras estrategias individuales y colectivas quiero señalar la diferencia entre terror sexual y miedo. Muchas mujeres se sienten culpables por tener miedo, desde aquí les digo que bienvenidas a la humanidad porque no tener miedo nos convertiría en insensibles, inhumanas e inconscientes de las realidades en las que vivimos. Tener miedo nos permite identificar las situaciones concretas de amenaza y organizar individual y colectivamente la rabia. Nos permite entender el contexto de desigualdad y no “esperar” a (re)conocerlo cuando el mismo se expresa en sus formatos más salvajes de crueldad.

El terror es la amenaza no concretada en la que nos socializan universalmente a las mujeres.

El terror es la amenaza no concretada en la que nos socializan universalmente a las mujeres. No sabemos quién – ah, bueno, sí, unos locos-, ni cuándo – ah, sí, cuando no tengamos el suficiente cuidado-, ni cómo nos van atacar – ah, sí, por la noche, en un descampado y de manera salvaje-. Este terror construye escenarios de indefensión y extrema vulnerabilidad a los que se añaden la vergüenza y la culpa por no haber tenido el suficiente cuidado, como rasgos identitarios de lo que significa ser mujer. La vergüenza de ser es el mecanismo más poderoso de desempoderamiento mientras que elimina la responsabilidad de los agresores. Y convierte la violencia contra las mujeres en hechos aislados.

Quiero recordar a todas las mujeres que han sido violadas como arma de destrucción, a la hija de la salvadoreña Sonia Sanchez y a las de tantas defensoras de Derechos Humanos que han sido violadas para intentar silenciar el activismo de sus madres. Y a las mujeres, que en contextos menos convulsos, son violadas como ejercicio de abuso de poder, a través de las formas del chantaje y la intimidación. La violencia contra las mujeres no tiene nada que ver con la sexualidad sino que es un ejercicio de control, adoctrinamiento y terror para el conjunto de las mujeres, no solo para las que la sufren directamente.

Ser hombre no es una condición suficiente para ejercer violencia, es necesario ser hombre machista.

Ser hombre no es una condición suficiente para ejercer violencia, es necesario ser hombre machista. Igual que para ser racista no basta con ser blanca-o. Ahora bien, mi posición social como blanca me dota de unos privilegios que son lo primero que tengo que cuestionarme para que los prejuicios racistas no se conviertan en prácticas normalizadas de mis privilegios y poder construir otra manera de estar en el mundo desde esta humanidad compartida.
Pero tampoco basta con intentar resolver de manera individualizada lo que responde a una cuestión política, estructural y colectiva pero, necesariamente, debe pasar por lo individual porque si no, es una impostura, una mascarada que no transforma sino que avala porque no genera nuevas prácticas.
Porque lo que siempre está sobre la mesa sigue siendo el modelo relacional y de convivencia.
Es hora de exigir un posicionamiento claro de hombres y mujeres sobre nuestra responsabilidad para construir nuevos modos de relacionarnos y organizar la vida. Mientras tanto, continuará la barbarie, pero seguimos teniendo el poder de pararla.

Frente a los ejercicios de vulneración de derechos humanos seguiremos respondiendo colectivamente porque ya no sentimos vergüenza por ser víctimas sino vergüenza de esta ¿justicia? patriarcal.

FUENTE: TRIBUNA FEMINISTA

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