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mayo 22, 2018

“De puertas para adentro”: violencia laboral contra las trabajadoras domésticas


Diferentes organizaciones, investigadoras y sindicatos de empleadas domésticas remuneradas en Colombia conversaron el pasado jueves 18 de mayo en Bogotá sobre las violencias contra las mujeres en el lugar de trabajo.

“Soñamos hace mucho tiempo sobre este encuentro de violencia y acoso en el lugar del trabajo. La necesidad fue sensibilizar a los empleadores, que estas mujeres se dieran cuenta de lo que pasa, pero que creen que no es acoso y no es violencia en el lugar de trabajo. Hoy se han dado cuenta, han dado sus testimonios, han hablado, ya hoy no callan”, dice María Roa, presidente de UTRASD.

Todo se inició con una mujer. En su soledad recordaba los gritos de los “patrones” que había tenido desde los 12 años de edad: “¡Además de ser negra, es bruta!”, “¡Usted sólo es la chacha y manteca!”, “¡Es tan ignorante, que debería irse para su pueblo!”.

Luego, el dolor se transformó en indignación. Su coraje se acrecentó. Convocó a otra trabajadora doméstica remunerada. Compartieron sus penas en su única tarde libre de la semana. Aquel pequeño círculo de la palabra hizo posible que otras mujeres llegaran. Algunos meses después decidieron que debían unirse para escribir una nueva historia.

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Para hacerla posible hicieron un pacto sagrado: el de la unidad. Y, por supuesto, cantar y bailar juntas no vendría nada mal. “Mujer, mujer eres lucha y resistencia. Porque, porque tengo dignidad. Yo lo sé muy bien estoy reclamando mis derechos de mujer porque mi vida se está acabando. Ay, mamá. Mujer es la mama mía, amiga Luisa Perea, la que hizo este bullerengue. Ay, pa’ que lo bailen en la rueda”.

Este fue el canto que entonaron, el pasado 17 de mayo, la Unión de Trabajadoras del Servicio Doméstico (UTRASD), el Sindicato Nacional de Trabajadores de Alimentos (SINTRAIMAGRA), el Sindicato de Trabajadoras del Hogar e Independientes (SINTRAHIN) y la Asociación de trabajadoras del hogar en Bucaramanga, como inicio a la jornada de “Puertas Para Adentro”.

El panorama del sector, de acuerdo con Ana Teresa Vélez -profesional del área de educación y fortalecimiento de la Escuela Nacional Sindical (ENS)-, relaciona los datos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares del DANE en 2016, para afirmar que el 72,8% del servicio doméstico del país pertenece a estratos socioeconómicos bajos. En relación con el contrato laboral, el 90,2% (677.218) tiene contrato verbal y sólo el 9,8% (223) posee contrato de forma escrita. Se resalta que el 95% del trabajo doméstico en Colombia es realizado por mujeres.

“Muchas mujeres del trabajo doméstico están vinculadas por un contrato verbal, por contratos de días, que le hacen pensar al empleador que está exento de garantizar unos derechos fundamentales del trabajo y una formalización laboral como tal. Y desde ahí empiezan todas las violencias inimaginables en este ejercicio”, explica Edna Murillo, funcionaria de la cartera del Trabajo.

Desde el Ministerio se proyecta el fortalecimiento del Programa Equidad Laboral con enfoque de género. Teniendo en cuenta la relación laboral de la economía del cuidado en el ámbito privado y la desvalorización de este oficio, se ha detectado la práctica de todas las formas de violencia: físicas, psicológicas, sexual, económica y patrimonial en el lugar del trabajo.

Debido a que múltiples violencias en el trabajo doméstico ocurren en el espacio íntimo, el silencio se convierte en la solución más recurrente. Según la investigadora de la universidad de los Andes, Camila Esguerra Muelle, “El aislamiento de las mujeres por su confinamiento al espacio doméstico hace que tengan dificultad para adquirir capital social, o sea relaciones. En ese sentido, tienen dificultades para desarrollarse como sujetos políticos, incluso colectivos. Esto parte de la violencia de género más tradicional en Occidente: aislar a las mujeres. Por eso, cuando una mujer no tiene tiempo, está vinculada con la pobreza de tiempo, está aislada”. La investigadora hace énfasis que en la economía del cuidado colombiana opera un régimen racista, colonial y sexista.

Pero además, es una realidad la subalternización del silencio en este sector. Muy pocas veces se atreven a hablarlo con alguien. Para Camila Esguerra hay otros elementos relevantes, que son resultado de su investigación titulada Migración y cadenas globales del cuidado. El primero está relacionado con el desarraigo que viven las trabajadoras, pues deben migrar de sus lugares de origen hacia las principales ciudades del país. Y en segundo lugar, adolecen de “déficit del cuidado”. Es decir, nadie cuida de ellas, ya que son las únicas encargadas de desempeñar labores domésticas remuneradas en sus lugares de trabajo y no remuneradas en sus hogares.

Pese a que existen pocos estudios sobre esta temática, la investigación Tranzar la dignidad, vivir la incertidumbre, realizada por la ENS, con trabajadoras domésticas de Urabá, Cartagena y cuatro comunidades rurales en Medellín, reveló que el 40% de las mujeres entrevistadas manifestaron haber vivido acoso o alguna forma de violencia en su lugar de trabajo.

Sin embargo, uno de los grandes retos es que, debido a la violencia naturalizada, muchas de ellas piensan que estas conductas son normales. Es decir, se refuerza la normalización de la violencia.

Diana Murillo, miembro del colectivo Geografía Crítica, añade que al realizar un mapeo de las violencias contra las trabajadoras domésticas se develan dos mecanismos que operan en sus lugares de trabajo: las líneas borrosas entre el espacio público – privado y el espacio ajeno – propio. Sus lugares de trabajo se encuentran entre la privacidad del hogar y la relación laboral que desempeñan. En el caso de las trabajadoras domésticas internas, la habitabilidad del espacio es asignado como ajeno. Situaciones como no estar autorizadas para sentarse en el comedor, usar un menaje diferente al de sus empleadores o no usar otros espacios de la casa profundizan esas líneas difusas. La organización espacial de los hogares reafirma relaciones de subordinación y poder. Por ejemplo, las habitaciones de las empleadas domésticas son las más pequeñas y escondidas de las residencias, usualmente ubicadas cerca a la cocina o al cuarto de lavado.

En Bogotá, la ONG Proyecto de Acompañamiento y Solidaridad Internacional (PASO) lleva algunos meses trabajando en el fortalecimiento de liderazgos y estrategias organizacionales con el sector doméstico del aseo en la ciudad a través del proyecto Alianza del Trabajo Doméstico en Colombia (ATDC). Su director ejecutivo es el estadounidense, Neil Martin, quien reitera que este proceso ha sido un reto.

“Muchas de las trabajadoras no tienen el tiempo para hacer parte de una organización. Pero cuando ellas entienden la importancia de empoderarse alrededor de temas como derechos laborales, desigualdad de género, violencia en el trabajo y lo que han logrado grupos parecidos en otros países, entre otras cosas, empiezan a comprender que es un asunto de todas las trabajadoras y que deben unirse”, sostiene. Si desea saber más de este proyecto, puede buscar en @alianzatdc o @pasointernational.

Este proceso en la capital del país permitió a Ruth Orduz, trabajadora doméstica remunerada y oriunda de la costa del Caribe, constatar la importancia de la unidad para visibilizar que la violencia laboral no se ejerce solamente desde los empleadores directos, sino también a través de otros familiares en sus lugares de trabajo. Recientemente una colega le comentó un suceso.

“Uno de los hijos adolescentes de la familia la llamaba “india”, entre otras palabras ofensivas. Hace sólo una semana le tiró una papa con aceite caliente y le quemó el brazo, pero lo hizo pasar por un accidente (…) apenas en Bogotá estamos reconociendo las garantías y ventajas de estar unidas. Quiero que mis compañeras entiendan que este trabajo es lindo e importante, pero que debemos capacitarnos también en otras cosas, porque con otros conocimientos podremos hacer valer siempre nuestros derechos”, resalta.

La jornada, además de continuar visibilizando la violencia laboral hacia las trabajadoras domésticas y construir alianzas en defensa de la economía del cuidado, hizo un llamado a la ciudadanía para respaldar la demanda de inconstitucionalidad que varias organizaciones presentarán las próximas semanas sobre los artículos 1, 3 y 9 de la ley 1010 de 2006 sobre acoso laboral (Y sexual). Un asunto que compete a presentes y futuros trabajadores y trabajadoras de todo el país.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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