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mayo 9, 2018

¿Si sabía que criticar el machismo de la derecha no le hace menos machista? Palabras de una mujer feminista de izquierda


Por supuesto que rechazo completamente la cosificación de las mujeres como campaña a favor de Vargas Lleras, y, de hecho, cualquier campaña a favor de Vargas Lleras. Que es importante criticarlo, sí. Que no es de extrañar de la derecha colombiana pues el machismo y la derecha van por el mismo camino, sí. Que quiero que Ángela María Robledo sea mi próxima vice, pero por supuesto. No obstante, quiero dirigir esta corta reflexión al machismo de la izquierda. ¿Por qué? Porque la izquierda si de verdad se declara en contra de todas las formas de opresión, debe ser capaz de reconocer que las desigualdades están atravesadas por raza-género-clase y, por lo tanto, si asume una apuesta política radical de transformación, se asume como antirracista-antipatriarcal-anticapitalista.

Así que empiezo por preguntar: ¿Ahí si tiene legitimidad la crítica feminista en contra de la cosificación de los cuerpos de las mujeres? ¿Ahí si cuando es conveniente –políticamente correcto- es válido sumarse a los reclamos en contra de la expropiación histórica de nuestros cuerpos, voces, espacios, derechos, etc.? Pero cuando nosotras exigimos reconocimiento en las prácticas cotidianas, en los discursos, en todos los ámbitos de nuestra existencia en los que hemos sido excluidas, burladas, acosadas y violentadas física, psicológica, sexual, económica y simbólicamente, nuestras críticas son desfasadas, posmodernas, “por ahora no son lo más importante”. Me queda la duda o más bien certeza de las repercusiones que tiene ahí sí “visibilizar” o “criticar” este tipo de violencias sobre los cuerpos de las mujeres, y es que resulta configurándose como un hecho más de expropiación de nuestros cuerpos.

Estas reacciones de patriarcas que se levantan furiosos y envalentonados, criticando el carácter retrógrado de este tipo de acciones de la derecha colombiana, pero que al mismo tiempo invalidan a las compañeras cuando en contra del lenguaje sexista, hablan de la necesidad de un lenguaje incluyente, y por lo mismo de relaciones de poder que no estén basadas en la dominación y la subordinación, son reacciones que NO se diferencian del machismo de la derecha.

Lo que realmente reclama esta cultura machista y ahí si retrógrada, son los cuerpos de las mujeres como suyos, como su propiedad, como territorios ocupados y enajenados que es lo que Simone de Beauvoir llamaría: las mujeres como seres-para-los-hombres. Y es que los mecanismos de control y de dominación sobre nuestros cuerpos no implican únicamente violencia física, sino también simbólica, traducida en las normas, pautas, valores sobre la sexualidad de las mujeres que separan el cuerpo de la mente y por lo tanto fragmentan nuestra condición y situación como mujeres al pretender diseñarlo, ajustarlo, es decir vaciarlo y expropiarlo de su subjetividad, de su sexualidad, para someterlo a lo que Rita Segato denomina el mandato de masculinidad.

Y este mandato es precisamente una de las bases del poder de dominación que sostiene esta cultura patriarcal. Pero no hay que entenderlo como algo abstracto, este mandato está presente en las prácticas cotidianas que perpetúan el disciplinamiento y la enajenación de los cuerpos, que, si bien se encuentra tanto en hombres como mujeres, la opresión se agudiza sobre nuestros cuerpos. Y ¡no!, esta afirmación no significa que las mujeres queramos “victimizarnos” más o alguna aberración machista similar, ya es hora de dejar aflorar en serio y en todo su esplendor la capacidad de pensar críticamente y diferenciar victimizar de visibilizar. Como decía, esta doble opresión sobre los cuerpos de las mujeres se refleja en la imposición de roles de cuidado, de producción y reproducción, de la maternidad y así mismo, del cuerpo de la mujer como entretenimiento, como fuente de placer de otros, etc.

En todo caso, nótese que hay una diferencia muy grande entre rechazar la cosificación de los cuerpos de las mujeres desde una postura machista que todavía cree que nuestros cuerpos son territorios expropiados, moldes frágiles y débiles, es decir, que los cosifica una vez más. Y una postura que reconoce la existencia de un sistema patriarcal y capitalista en los procesos históricos de dominación, despojo y cosificación de nuestros cuerpos y, por ende, la importancia no sólo de rechazar la violencia machista cuando es perpetrada por la derecha, sino de reconocer que tener un pensamiento de izquierda implica ser conscientes del arraigo cultural, es decir, de la forma en que hemos interiorizado el sistema y en que conscientemente decidimos asumir el compromiso con la transformación cultural, política y económica.

FUENTE: http://revistahekatombe.com.co/


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