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septiembre 25, 2018

“Si los agresores no hablan, la verdad será la de las mujeres”: Alejandra Miller


La comisionada de la Verdad explica qué hace el grupo de género de esta entidad y resalta la importancia de incluir la mirada de las mujeres, niñas y personas LGBT en el informe final.

El conflicto armado tuvo unas afectaciones específicas en la vida de las mujeres, las niñas y las personas con orientaciones sexuales e identidades diversas. Sus cuerpos fueron utilizados como objetos y armas de guerra, pero poco se sabe de otros patrones de violencia que padecieron y de las historias de resistencia que libraron. Es por eso que la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad tiene un Grupo de Género que busca que el informe final de esta entidad, así como el proceso que conlleva esa construcción, tenga en cuenta estas voces y miradas. En esta entrevista, Alejandra Miller, comisionada de la Verdad, cuenta por qué en la Comisión no están dispuestos a renunciar al enfoque de género, aunque haya sectores conservadores y religiosos en el país que se opongan a esta mirada incluyente.

¿Cómo se creó y qué hace el Grupo de Género?

Se crea en el decreto 588 de 2017, para garantizar que todas las acciones que va a hacer la Comisión tengan un enfoque en el que las voces de las mujeres y de la población LGBT aparezcan allí. Estamos garantizando que el enfoque de género sea transversal en el esclarecimiento, el reconocimiento, la convivencia y la no repetición. Si se recogieron 20.000 testimonios, por ejemplo, al menos la mitad deben ser de mujeres y de la población LGBT.

¿Qué otro desafío tienen?

Debemos identificar cuáles fueron los patrones de victimización específicos que afectaron a las mujeres y a la población LGBT.

¿Qué avances ha hecho el Grupo de Género a la fecha?

Ya tenemos un equipo de cinco personas, pero aspiramos a tener enlaces de género territoriales que nos ayuden a garantizar el enfoque en las regiones. Otro avance es que hemos trabajado con las plataformas de mujeres y LGBT para conformar mesas técnicas asesoras. Estamos organizando un seminario específico para ponernos de acuerdo con el movimiento de mujeres y con las otras dos partes del sistema de justicia transicional en cuanto a qué significa el enfoque de género, para que hablemos el mismo lenguaje, porque las mismas víctimas que vendrán a la Comisión posiblemente irán a la JEP y a la Unidad de Búsqueda de desaparecidos. Hemos hecho nueve talleres escuchando a las mujeres; los hemos llamado Talleres de Escucha, y allí nos han planteado sus preocupaciones básicas. De esto han salido cosas muy importantes.

¿Cuáles?

Por ejemplo, las mujeres de Quibdó nos decían: “Sí, la masacre de Bojayá está ampliamente documentada, pero para nosotras es muy importante que ustedes indaguen sobre lo que les pasó a las mujeres embarazadas que perdieron la vida allí”. Unas mujeres de Nariño nos decían que en la masacre de Llorente estaba absolutamente silenciado el tema de la violencia sexual que hubo, por ejemplo. Las mujeres en ese momento callaron, pero ahora quieren hablar. O el caso de unas mujeres en Algeciras (Huila), que perdieron a sus hijos menores de edad porque participaron de una acción cívico-militar de la Policía, uniformados, y fueron atacados por las Farc. Ellas nos decían: “Nosotras necesitamos que la Comisión nos pregunte la tragedia que hemos vivido como madres”.

¿Han encontrado algo más?

En el Cauca, por ejemplo, las mujeres nos decían que es importante que la Comisión indague por lo que pasó en el norte del departamento, entre 2004 y 2006, con las amenazas a 17 menores de edad que fueron utilizadas —la guerrilla por un lado y la Policía por el otro— para que consiguieran información de un lado y el otro. En un momento, estas mujeres quedaron en la mitad y fueron amenazadas. Ahí hay un patrón de violencia sexual que no es violación, pero es violencia sexual porque es la utilización del cuerpo de las niñas en el conflicto armado. O en Tumaco y en algunas regiones de Buenaventura nos han dicho que hay un patrón de violencia de género contra las mujeres negras y la hipersexualización de sus cuerpos. Lo que pasó en Buenos Aires (Cauca) con la masacre del Naya, donde las mujeres negras fueron las mayores víctimas de violencia sexual, por encima de otras mujeres, indígenas o campesinas.

¿Alistan protocolos de género para tratar estos temas?

Sí, el Grupo de Género va a hacer unos protocolos particulares para guiar la forma de tratar casos de violencia sexual, por ejemplo. O cómo se deben tomar los testimonios de víctimas de violencia sexual; que señalan, por ejemplo, que esos testimonios deben ser tomados por otras mujeres y en condiciones flexibles de confidencialidad.

¿Cómo lo aterrizarán en territorio?

Si bien las documentadoras no van a ser psicólogas, sí deben tener unas herramientas básicas del manejo emocional de las víctimas, entre ellas qué preguntas deben hacer y, en definitiva, qué no deben decir o hacer frente a una víctima de violencia sexual. Esto con el fin de no revictimizar, no generar daño o más dolor.

La violencia sexual siempre ha sido negada por los responsables. ¿Cómo lograr que digan la verdad?

Esa es una de las verdades más difíciles de obtener. En ese sentido me parece importante que la Corte Constitucional haya dejado la competencia de crímenes de violencia sexual contra menores en el sistema transicional, para que esa transacción de verdad a cambio de justicia nos empuje a que efectivamente la verdad sea reconocida. Y tendremos que buscar estrategias para que por fuera de ese escenario judicial también emerjan esas verdades. Si los responsables no van a decir nada, pues ahí están las voces de las mujeres, y puede que esa sea la verdad que quede instalada.

¿Cómo dar seguridad a quienes denuncien la violencia sexual?

Lo que nos hemos planteado es que cada territorio nos va a dar una lectura que nos permita una actuación segura para las personas que van a testimoniar. Habrá territorios en donde la Comisión —por las condiciones de seguridad— no va a tener mayor problema, pero hay territorios en donde el conflicto sigue y los actores armados están todavía, y por eso hay mucho miedo. Vamos a tener unos equipos móviles. La idea no es que la gente venga a la oficina de la Comisión de la Verdad, sino que la Comisión va a donde están las víctimas. Hemos planteado hacer presencia en 27 lugares, con unas casas de la verdad, aunque sean oficinas. En esos equipos debe haber al menos una persona con el perfil del enfoque de género.

¿La Comisión tiene presupuesto para desplegarse en territorio?

Tenemos una preocupación por el presupuesto. Ya tuvimos un recorte este año y posiblemente tengamos uno más grande el próximo. Pero esperamos que se genere una conciencia política de lo que significa esta verdad para el país y que el Gobierno contribuya a través del presupuesto. Ese es el llamado, y si no, tendremos que trabajar con los apoyos de la sociedad, porque haremos nuestro trabajo contra viento y marea.

¿Cómo acercar esa verdad a un sector grande de la sociedad que habla de “ideología de género” y de ese modo le puso trabas al plebiscito para refrendar el Acuerdo de Paz?

Se ha instalado ese discurso de la “ideología de género”, que por supuesto no existe y nos ha hecho mucho daño como país. Nosotras no vamos a claudicar frente al enfoque de género y no vamos a esconderlo. Vamos a seguir trabajándolo para que se entienda lo que significó el dolor humano del conflicto para tantas mujeres y personas LGBT.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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