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mayo 22, 2018

Blanca Luz, la muñeca que va al colegio en Bogotá


Desde hace ocho años, la profesora Carmenza Novoa lidera un proyecto de cultura afectiva, con el que ha logrado integrar a los estudiantes afros con la comunidad académica del colegio Alfonso López Pumarejo.

Blanca Luz es una muñeca negra que cualquier niño puede arrullar en sus brazos. Pero desde hace ocho años también es una estudiante de primaria en el colegio Alfonso López Pumarejo, en la localidad de Kennedy. Tiene uniforme, ropa de cambio y hoy, más que un juguete, es un símbolo contra el racismo, no solo en la institución, sino en el país.

Junto a ella siempre está Carmenza Novoa, una profesora de artes quien, además de liderar las comparsas que en la última década han hecho destacar la institución, la llevó con el fin de adelantar un experimento sencillo: buscaba integrar a su clase a Zuly, una alumna afro que era temerosa e introvertida.

“Era una muñeca que mi hermano le llevó a mi sobrina de un año. En el momento en que la vi me emocioné bastante y supe que la podría llevar a la clase, así que se la pedí prestada”, relata Novoa. Ya con la morena en sus manos, la llevó primero a la Universidad Distrital, donde dictaba sus clases con ella bajo el brazo.

Fue un experimento social. Se dio cuenta de que todos la miraban con curiosidad, pero la reacción que mayor gracia le causó fue la de la secretaria de su facultad quien, al verla con el juguete, lo único que le pidió fue que le pusiera Blanca Luz, porque iba a brillar por si misma. Ahí nació su nombre.

Al colegio llegó con la misma actitud: con la muñeca bajo el brazo. Inicialmente todos se acercaron a preguntarle quién era y luego la quisieron cargar. Pero el momento que más marcó a Novoa fue la reacción de Zuly. “Cuando empecé a acariciar a Blanca Luz, ella sacó una sonrisa que aún recuerdo y llena mi alma”.

Así comenzaron a cambiar las cosas para las dos. Ante el éxito de la muñeca, rápidamente los niños comenzaron a integrar mucho más a Zuly. Eso fortaleció los lazos con sus compañeros y, por consiguiente, logró compenetrarse más con su curso. En el caso de Blanca Luz, fueron los niños quienes le dieron vida. Hubo padres que consiguieron telas y le cosieron un uniforme, mientras que los niños del curso mejoraron su comportamiento, pues ese era el único requisito para poder llevar la muñeca a sus casas.

No fue la única experiencia exitosa. Otro caso fue el de Kevin, un niño con un temperamento contrario al de Zuly. Era agresivo y siempre buscaba llamar la atención. La muñeca le llegó en un descanso. Al ver a Novoa acariciando a Blanca Luz, él no dudó en ir a preguntarle a la profesora qué hacía con ella. Luego se la pidió prestada. Fue tal su impacto, que se convirtió en su protector y logró bajarle a su agresividad.

Los papás se integraron al proyecto y les gustaba. Con la muñeca, los niños se llevaban un cuaderno en el que escribían o dibujaban sus experiencias en sus viviendas. “Hubo un caso particular, el de una niña que en la casa solo veía televisión, pero el fin de semana que tuvo a Blanca Luz salieron todos al parque. En otro momento, dos hermanos se la llevaron a un restaurante y le dieron de comer, por lo que a la mamá le tocó luego llegar a la casa para sacarle toda la comida”.

Ese no ha sido el único incidente que ha tenido. Con los años perdió un dedo y a pesar de que en múltiples ocasiones han intentado reemplazárselo, la única solución fue ponerle una curita donde tuvo el accidente.

El reconocimiento

A pesar de que los estudiantes afros aún siguen siendo minoría en los colegios distritales y en la mayoría de los casos son los de más rotación entre instituciones, el programa con Blanca Luz tuvo tal acogida que se convirtió en uno de los programas más exitosos contra el racismo en la ciudad, a tal punto que la familia de la muñeca creció.

Luego de un viaje de las comparsas del colegio a Barranquilla, llegaron Francisco y Angelita, dos muñecos iguales a Blanca Luz, que compró una de las madres. Novoa los llevó al colegio explicando que eran dos hermanos de la muñeca negra y que habían estado en Bienestar Familiar. Esta vez la idea era concientizar a sus estudiantes de lo que significaba el abandono y ser huérfano.

Gracias a su trabajo contra el racismo, la profesora Novoa fue reconocida por el Centro de Memoria Histórica y por la Escuela África en Medellín. Su iniciativa ha sido replicada en otras instituciones, pero lo que más satisfacción le genera es saber que sus estudiantes continúan aceptando a Blanca Luz y acogiendo a los niños afros que llegan al Alfonso López Pumarejo.

“Ellos siempre están pendientes de lo que pasa con Blanca Luz. Me siento feliz, me siento útil y con mayor energía para dar más que una clase a mis niños. Busco que mantengan esa alegría de vivir, que sean estudiantes integrales y que en verdad aprendan algo. Que la experiencia con Blanca Luz les deje alguna huella”.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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