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abril 13, 2018

Capas: Cuando tienes una discapacidad y además naces niña


Cuando tienes una discapacidad y además naces niña, te van poniendo capas. Capas y más capas que vas asumiendo como identidad. La primera tu familia pero también toda la sociedad.

Cuando el personal médico pone nombre a la rotura de tu cuerpo, tus padres te ponen una capa de pena, de autocompasión que te trasmiten con la leche y la mirada. Mientras creces te ponen capas de No puedes, No te caigas, Ten cuidado, No puedes, No puedes, Ya te lo hago yo, Dame la manita, No puedes, Por ahí no vayas. Capas y capas de No. Esas capas se adhieren como una segunda piel.

Empiezas a retraerte, a no buscar amigos porque no vas a poder seguirles el ritmo y te encierras en ti, en tu zona de confort. Pero aun así, los mismos que sin querer te ponen capas te recriminan tu timidez, tus miedos. “En casa no vas a encontrar amigos”. “Qué miedosa eres”. Mientras te dicen que no tuerzas la cabeza cuando buscas el encuadre porque es feo o no te dejan sonreír abiertamente mostrando tus dientes torcidos o correr con tu paso de niña inestable. Te lo hacen todo y te roban autonomía y te van poniendo capas de no, no, no.

Luego vienen capas de Ten cuidado no te engañen, Ten cuidado no te hagan daño. Cuando te enamoras la capa es No lo intentes. Tu cuerpo no gustará a nadie; además no podrás llevar una casa. Mejor deja el amor y el sexo para cuerpos completos y funcionales. Tampoco vayas a comprar ni aprendas ni emprendas nada que no sea estudiar y sacar buenas notas. Eso sí sabes hacerlo. Para el resto de tu vida déjame a mi que yo sé. Yo lo hago mejor. Yo soy normal y no me van a engañar.

Convives con esas capas y las sientes propias. El mundo te parece hostil y te refugias en esas capas. Capas que no te dejan crecer y te obligan a ser cuidada siempre, protegida. Porque eres así y está bien.

Tu primera entrevista de trabajo. No sabes por qué pero la saboteas. Total, no te iban a contratar porque no vales, sólo sirves para estudiar. Pero no tienes nada que aportar al mundo, sólo tu indefensión.

Hasta que dices basta. Porque has salido herida y tus capas no te protegieron sino que fueron un lastre para salir del pozo, porque esas capas pesan más que los kilos y no merece nadie cargar con ellas. Porque no mereces cargar con ellas. Porque un flash en tu cabeza o una persona que ve a través de ellas te hace saber que no es tu identidad, que es algo construido por una sociedad que nos quiere rotas y manejables, vulnerables para que aceptemos migajas de amor, amistad, trabajo. Que nos mira con condescendencia y nos tira al margen para no hacernos hueco.

Y dices hasta aquí. Y consigues un trabajo, una capa fuera, y tienes tu nómina, otra capa arrancada. Y vas a vivir con tu amor de toda la vida, otra capa. Esas son fáciles.

Y vas profundizando porque hay otras más arraigadas y que duelen más. Y coges sola un autobús y te vas sola de vacaciones. Duele el miedo, el pensar lo que dirán todos. Pero vas quitando capas que no te permiten conocerte. Porque duele el miedo, duele quitar capas de lo que piensas es tu identidad pero no conocerte duele más, la dependencia duele más, pensar que no puedes duele más, sentirte una carga duele mucho más.

Es un trabajo inmenso quitar capas, todas las mujeres en este mundo patriarcal tenemos que quitar capas y capas para alcanzar nuestro yo. En el caso de una mujer con discapacidad esa capa es la lástima que no empatía, el asco y el odio a tu cuerpo no solo no normativo sino roto, es la autocomplacencia y la dependencia que atan y mutilan las alas de la mente y los sueños.

Así que aquí estoy quitando capas. Duele y las lágrimas salen pero cuando el sol acaricia tu piel y lo consigues por ti misma y te acercas a lo que eres, todo el llanto, el miedo, la rabia y el auto desprecio desaparecen para que puedas brillar un poco más con la luz de un alma libre por fin.

FUENTE: TRIBUNA FEMINISTA


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