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noviembre 14, 2017

“La violencia sexual es política porque en su núcleo está la impunidad”


Para esta psicoterapeuta el mayor peligro es la normalización sistemática de los abusos sexuales, que impide a las víctimas identificarse así.

Se define en su Twitter como feminista, psicoterapeuta y formadora especialista en violencias sexuales. Sonia Cruz pertenece a la Fundación Aspacia, que ayuda a eliminar la violencia en todas sus expresiones, proteger a las víctimas y promover la igualdad. Habla con calma pero rotunda, usa el feminismo para que las mujeres víctimas de violencia sexual recuperen su poder, y denuncia la falta de investigaciones que pongan cifras a estos delitos, porque muchos quedan sin denunciar. Surge en la conversación el caso Weinstein. Conoce de sobra lo que rodea a estos abusos. Desglosa los mandatos de género que nos cargan de culpa a las mujeres pero, después de una hora con ella, ese peso desaparece. Su empeño reside en que comprendamos a la superviviente, su silencio y los mitos que sustentan esta violencia en una sociedad patriarcal. Y quiere dejar un mensaje muy claro: #SoloSíesSí.

¿Cómo identificamos a la violencia sexual?

La OMS dice que es todo acto sexual o tentativa que atente contra la libertad sexual. Ahí entran comentarios sexuales no deseados, insinuaciones, los intentos de comercializar la sexualidad de una persona a cambio de algo, mediante coacción física o psicológica, y en cualquier ámbito en relación con la víctima. Es decir, no sólo la cometen los desconocidos. Vivimos en una sociedad que tiene un modelo sexual muy concreto: heteropatriarcal y dominante. Se decide u opina sobre las relaciones sexuales con una mirada masculina. La sexualidad gira en torno al deseo sexual masculino y a su satisfacción. El deseo femenino queda en un segundo plano y se pone al servicio de lo que los hombres esperan de ellas.

En esa definición incluye muchas cosas que están normalizadas, que se entienden que van en la “mochila” de ser mujer.

“Desde que nacemos vivimos en un sistema que nos cosifica, que nos hace sentir como objetos y nos desacredita”.

Partiendo de esta base desigual y masculina, machista y misógina, tenemos una probabilidad muy alta de que muchas violencias sexuales, que son igualmente graves, no se entiendan como tal. Se minimizan, se les resta importancia o se niegan. Recibimos el mensaje de que somos unas exageradas, que vemos violencia donde no la hay, que mentimos porque nos hemos arrepentido… y para que nuestro honor quede preservado, te hacen dudar. Las estrategias de coacción psicológica de este tipo de maltrato refuerzan la culpa que ya tenemos incorporada. Desde que nacemos vivimos en un sistema que nos cosifica, que nos hace sentir como objetos y nos desacredita.

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A eso añadimos el mito biológico de que los hombres no pueden reprimir su deseo.

Incorpora todos los mitos. Se dice que las mujeres provocamos un deseo sexual que en los hombres es muy alto e incontrolable. Se justifica afirmando que ellos tienen más deseo sexual y que se tienen que satisfacer más. Desde que somos jóvenes nos dicen que tenemos que mostrarnos deseables o atractivas pero, por otro lado, el mensaje que nos llega es “ten cuidado”. Porque si te pasas de la raya, puedes provocarle y estás expuesta a que te pase algo.

El mensaje de advertencia es siempre a nosotras.

Siempre. Así empieza esta violencia. En mi caso, cuando era adolescente, estrené un día un pantalón y al salir a la calle me encontré con un grupo de chicos de mi barrio que hicieron comentarios sobre mi cuerpo. Lo primero que sentí fue culpa porque me puse ese pantalón nuevo que me quedaba tan bien. Cuando me los encontraba daba rodeos para evitarles si llevaba ese pantalón. Empiezas a sentir que debes tener miedo si vas sola o que debes controlar tu forma de vestir. Y acabas creyendo que tú no tienes la misma libertad que ellos en la calle. Las violencias sexuales se ejercen contra nosotras desde que nacemos, de forma simbólica o directa. Cada vez que suceden se reafirma tu idea de culpa y provocación. Y ahí es cuando dejamos de identificarlas como violencia.

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¿Por qué solo se da importancia a la violación como agresión?

¿Qué otras formas de agresión sexual existen?

¿Qué tipos de estrategias mencionan más las víctimas por parte de los agresores?

La sorpresa, el pillarte desprevenida, hacerte creer que eres tú la que lo ha pedido, hacerte pensar que si no accedes no eres fiel o amenazar con que él se irá con otra, hacerte creer que eres tú la que confunde la situación, hacerte dudar o que haya consecuencias en el día a día, como el rechazo diario o condicionamientos como “si no hay sexo no me muestro feliz”, hacerte creer que eres una estrecha porque no haces una postura u otra…Todas atacan a la autoestima y a nuestro deseo de ser queridas y aprobadas.

¿Hay alguna razón que explique que el abuso provenga de conocidos?

Las violencias sexuales se ejercen contra las mujeres en todos los ámbitos pero nos han educado para protegernos de los desconocidos. Nadie espera que desde el afecto o el amor vayan a hacerte daño. Por eso es tan efectiva esta violencia y es tan impune, porque hasta que una se da cuenta pasa el tiempo y el daño ya está hecho. A esto se le suma el tabú del sexo, el estigma y la vergüenza que impiden compartirlo con los demás. Se tiene miedo de ser juzgada por la sociedad, que tiene la mirada sesgada: tus amigos, la pareja, la familia, los compañeros de trabajo, los juzgados, el médico de cabecera…

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Si superar una agresión sexual con un desconocido es duro, ¿cómo se afronta cuando quien te agrede es un familiar, tu pareja o un amigo, donde existen unos vínculos emocionales?

¿La denuncia es la única forma de que te crean?

Parece que sí, pero no solo eso. Además, parece que debes denunciar inmediatamente porque si lo haces tarde, se piensa que algo está ocultando. Y si no presentas lesiones físicas, se dice que lo has consentido. Es un suma y sigue de mitos y niveles de sospecha. Nosotras eso lo sabemos de forma inconsciente. ¿Para qué vas a decir en el metro que un hombre te ha tocado? Si te puede humillar, delante de todos… Callar es un mecanismo de supervivencia porque nos protegemos ante un daño mayor, añadido al que ya causa la agresión, como por ejemplo oír una vez más que tú tienes la responsabilidad de lo ocurrido.

Ahora, con el caso Weinstein, no siempre surge la misma pregunta, como recriminación a ellas: ¿por qué no denunciaron?

A veces también se recrimina a estas mujeres si no dicen un “no” de forma explícita.

Se tiende a pensar que si no dices que no, y no muestras resistencia, es que has consentido. Y no es así. ¿Por qué? Muchas veces no es posible defenderse, aunque tengas cinturón negro de kárate. Otras veces no es posible escapar de la situación, porque ha habido tal acorralamiento que es mucho peor salir, contarlo o enfrentarse física o psicológicamente a él. En muchos de los casos, por tanto, se activa una respuesta de supervivencia de bloqueo o congelación donde tu cuerpo está, pero tu mente no. De alguna forma, el cuerpo pasa el trámite pero la mente se escapa para sufrir el menor daño posible. Realmente no se está disfrutando ni consintiendo esa situación. Es muy conflictivo ya que hay mujeres que vienen con la carga de la culpa por haberlo consentido.

Y es todo lo contrario.

Muchas mujeres, cuando comparten su historia en terapia, se dan cuenta de que dijeron “No”, pero éste no fue respetado. Y, aunque se bloquearon, en realidad se estaban defendiendo y protegiendo de forma activa. A veces no podemos reaccionar de otra forma porque no nos han enseñado a defendernos. O porque tenemos miedo al rechazo de la otra persona. Para las mujeres una de las cosas que peor nos hace sentir es sentir el rechazo de los demás.

“El miedo al rechazo y al abandono es una coacción equivalente a que te pongan un arma o una navaja en el cuello”

Ya recordaba Kate Millet que el amor es el opio de las mujeres. No es casual. Es una violencia que no vemos venir. Nos han educado para valer en función de cuánto te quieren los demás, no de cuánto te quieres tú. El miedo al rechazo y al abandono, o incluso la amenaza de hacerlo, es una coacción equivalente a que te pongan un arma o una navaja en el cuello, pero está normalizado y disfrazado de mitos de amor romántico. La sexualidad de las mujeres es una forma de control, una fuente de poder.

Pero crecemos en un entorno donde se expande el mito de la libre elección junto a otros mensajes en los que, si no accedes, eres una monja … ¿Muchas víctimas ceden para no ser tachadas de eso?

Totalmente, sobre todo en las relaciones de hoy en día. Vemos que las mujeres jóvenes están recibiendo mensajes de ser activas sexualmente, pero sin irse al otro extremo porque si no accedes a cualquier proposición eres una estrecha o una monja, una frígida o aburrida. La generaciones de ahora conviven con mensajes tradicionales de ten cuidado y no provoques demasiado, pero ya tienes derechos sexuales y tienes que ejercerlos todos. Pensamos que nos hemos liberado pero, en verdad, es una trampa porque el objetivo es el mismo. Antiguamente la sexualidad en la mujer era satisfacer al hombre y reproducir. Ahora puede haber disfrute, pero siempre y cuando sea al servicio de él.

“Hay una doble moral. Se piensa que hay mucha libertad sexual pero en el fondo es un engaño”

Hay una doble moral. Se piensa que hay mucha libertad sexual pero en el fondo es un engaño, porque hay una línea muy fina entre lo que te hace responsable de la violencia sexual y lo que no. Es muy fácil cruzar esa línea porque el foco siempre está puesto en la mujer. Por ejemplo, ahora que se usan aplicaciones para ligar y tener sexo, se presupone que las mujeres que han accedido a tener una cita están diciendo que sí a tener sexo en ese encuentro y que no se pueden echar atrás si algo no les gusta. Hay mucha confusión al respecto.

¿La parte más complicada para la mujer es asumir que ha sido víctima?

Una de las respuestas comunes que se da para exculpar a estos agresores es decir que son psicópatas. ¿Lo son?

En la Fundación Aspacia se realizan programas de intervención feminista con los agresores, que son la parte responsable de la violencia ejercida. Las investigaciones apuntan que no tiene porqué haber una patología mental. Quizás la mayor patología que pueden tener estos hombres es que son hijos de un sistema que es patriarcal.

Los hijos sanos del patriarcado.

La mayor patología es normalizar conductas machistas que están presentes en la sociedad y que son graves atentados contra los derechos humanos. Para mí, la mayor enfermedad es el sistema patriarcal. La violencia no es justificable porque siempre hay elección. Y da igual lo que haya dicho la mujer, lo que se haya puesto, si va bebida, borracha, le ha pedido hacer esto o lo otro, si ha querido previamente y ya no, si lo ha pedido… Si no hay un sí libre con un disfrute pleno, no hay consentimiento. No hay más.

También se dice de ellos que pueden ser niños abusados.

Es una forma de justificarlos, exculparlos y acreditarlos. Es una estrategia del sistema patriarcal para no poner el foco en ellos. Algunas investigaciones señalan que lo que más puede sustentar la violencia machista es la interiorización de los mandatos y roles de género y los mensajes misóginos contra las mujeres.

Es típico que cuando la víctima inicia su recuperación y se fortalece, el agresor cargue de culpa a ella. ¿Es un patrón para salvarse a sí mismo?

La estrategia del maltratador es no reconocer y responsabilizarse de lo que ha hecho. Además, tiene todo el sistema social detrás en apoyo. Ellos no reconocen la violencia, pueden decir cosas como “yo no he hecho esto”, “no era malo”, “ella lo estaba buscando”, “ella había dicho…”, “ella no había dicho que NO”, “no le he hecho nada”… Cuando no queda otra opción que reconocer, lanzan la responsabilidad sobre ella: lo hice pero porque me provocó, porque dijo que sí, porque yo iba borracho, porque me pidió que subiera a su casa, porque yo fui maltratado en la infancia…

Si va de víctima quita toda sospecha.

En la violencia sexual se da la vuelta la tortilla. El agresor pasa a ser víctima, y la víctima pasa a ser agresora. Y eso es lo que sienten muchas mujeres cuando piden ayuda. Muchas otras no llegan a contarlo porque no se sienten víctimas. El sistema está diseñado para que ya de por sí se vea de otra forma. El agresor tiene el refuerzo de esa visión social, y se apoyará en eso. Muchas veces se tiende a desacreditar a la víctima porque tiene una adicción o trastorno, o porque “se arrepiente porque no le he dado lo que quería o porque le ha dejado”. Hay una estrategia de desacreditación que hace que al hablarlo o denunciarlo pasemos a ser sospechosas. Y ellos, se convierten en víctimas. Así lo ve la sociedad.

¿Todo esto hace que la víctima guarde aún más silencio?

¿Y cuando se produce la aceptación de lo que ha ocurrido, cómo gestionar la impotencia de la situación?

Gestionar la rabia

El acoso en redes sociales, como se ejerce en canales privados y virtuales, queda más oculto. ¿Por eso resulta más impune?

El hecho de que sea en un entorno virtual hace que se dé por hecho que, como la mujer ha decidido activamente encender el ordenador y conectar con la persona, es responsable por haberlo buscado. Lo que ocurre a nivel virtual equivale a lo que siempre ha ocurrido en la vida real, ahora cambia la forma de comunicarnos.

“Decir mándame porno o un vídeo erótico es lo que en la vida real sería: ‘quítate la ropa y vámonos a la cama’”.

Y no por eso es menos grave. Como en lo virtual no hay testigos es un entorno extra privado. Ya de por sí la violencia sexual sucede en sitios muy íntimos y clandestinos, sin testigos, pero en lo virtual es una relación en la que hay un mayor hermetismo. … Decir mándame porno o un vídeo erótico es lo que en la vida real sería: “quítate la ropa y vámonos a la cama”. Cambia la forma, pero el fondo y la coacción es la misma.

¿Y los efectos psicológicos en la víctima?

Pueden ser muy dañinos, porque cuando hay un chantaje con difundir imágenes privadas se multiplica la posibilidad de daño, y se ataca a tu imagen social como mujer. Si van a difundir una imagen tuya corres el riesgo de que mucha gente que no te conoce tenga una imagen de ti estigmatizada, de mujer fácil, y te sientas juzgada. La desacreditación se multiplica muy rápido. El impacto en las chicas jóvenes, cuya identidad está en construcción puede ser enorme y muy grave. Ese miedo a la difusión de tu intimidad hace que permanezca aún más en silencio este tipo de agresiones que se cometen en la red.

En la biografía de su Twitter tiene puesta la frase: “Lo personal es político”. ¿La violencia sexual es política?

Las relaciones de pareja hemos visto que están atravesadas por la desigualdad. Y eso no viene de la nada. Viene de un sistema social y cultural. ¿Pero por qué lo sexual no se entiende así? Los delitos de género en la pareja son entendidos a través de la ley 1/2004 como delitos públicos. Pero los delitos sexuales, cometidos por otros hombres que no son parejas, son delitos semi-privados. La violencia sexual es política porque en su núcleo está la impunidad. Las violencias sexuales son graves atentados contra los derechos humanos, los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Por tanto los Estados están obligados a perseguir, investigar y a prevenir estas violencias. Es política porque las violencias sexuales machistas tienen su origen en un sistema social desigual presente en todas las esferas de la vida de las mujeres.

FUENTE: PUBLICO


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